El pasado fin de semana, se llevó a cabo en Guadalajara, la polémica “Marcha por los Niños”, motivada principalmente por el rechazo al matrimonio homosexual y seguramente con una agenda oculta detrás de la movilización.
Según datos de la Unidad Estatal de Protección Civil y Bomberos Jalisco (UEPCBJ), fueron 37.000 personas las que se dieron cita en dicha manifestación convocada por la coalición de organismos civiles llamada: Jalisco es uno por la Familia.
El matrimonio tradicional entre un hombre y una mujer, el derecho de los niños a tener una familia y la vida desde la concepción, fueron las consignas de la manifestación. Estas consignas provocaron reacciones en otros sectores de la población menos conservador y lógicamente por parte de la comunidad LGBTTTI. La marcha se distinguió más por expresiones de intolerancia que por una verdadera preocupación por los niños y su bienestar.
Algunos de los asistentes y partidarios de esta postura respecto al matrimonio igualitario, argumentan con “su” dios, acciones que denostan intolerancia al tema, como si “su” dios fuera el de todos los demás o como si por creer en “ese” dios, les diera derecho a decidir acerca de la igualdad entre seres humanos. Las creencias religiosas son respetables pero no verdades.
Hay situaciones del dia a dia que resultan mucho más determinantes para el bienestar de niños y no-niños, que permitir que dos personas del mismo sexo se unan en matrimonio y adopten en pareja. Una actitud típica del conservadurismo, es acusar de pervertidos a todos los que tienen preferencias sexuales distintas a las suyas.
El Arzobispo de Guadalajara, Francisco Robles Ortega aseguró que la realización de la marcha era un “signo de madurez” de la sociedad tapatía y por otro lado, atinadamente añadió que también existen otros asuntos por los cuales la misma sociedad debería manifestarse, tales como: seguridad, corrupción, cumplimiento de promesas de campañas politicas y educacion.
Las hipótesis acerca de que resultaría catastrófico dejar en dos personas del mismo sexo la crianza de un ser humano, son meras suposiciones con sentido autoritario y que ventilan más ignorancia que buenas intenciones.
La Suprema Corte de Justicia de la Nación determinó como inconstitucional todo Código Civil, de cualquier estado de la República, que considere únicamente al matrimonio como una unión entre un hombre y una mujer. Si bien es cierto, todavía falta que muchas instituciones reconozcan este modelo de matrimonio para otorgar derechos, pero hay un gran avance en la materia. Es evidente que los temas respecto a la igualdad de género espantan menos a los más jóvenes y la Iglesia sigue perdiendo credibilidad, en gran medida, por sus propias acciones.
La Declaración Universal de los Derechos Humanos, señala en su Artículo 1°: “Todos los hombres nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros”. El Artículo 2° señala que: “Toda persona tiene los derechos y libertades proclamados en esta Declaración, sin distinción alguna de raza, color, sexo, idioma, religión, opinión política o de cualquier otra índole, origen nacional o social, posición económica, nacimiento o cualquier otra condición”.
Y aunque pareciera que tal Declaración, es papel mojado, la realidad es que son precisamente los Derechos Humanos los que deben regir la convivencia entre individuos y naciones, por encima de ideologías políticas y religiosas y, de esta manera, ser la guía de la estructuración de un pensamiento colectivo que reaccione horizontalmente ante las injusticias.
Hablar de “Familias Naturales”, ya es hablar mucho.
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