Las últimas semanas América Latina ha dado mucho de qué hablar en materia de política y violencia. Se han suscitado desde manifestaciones en contra de algunos gobernantes como las que ocurren en Argentina y Venezuela o noticas que han acaparado titulares en Perú y Ecuador por los sobornos que la empresa brasileña Odebrecht otorgó a un exministro de Ecuador y al expresidente de Perú Alan García.
El caso de Venezuela en particular, es una situación que comienza a tener tintes preocupantes al interior del país sudamericano; con la violencia desenfrenada en la que está inmersa; una interminable y caótica lucha de poderes y batallas civiles, además de una confrontación constante en sus relaciones internacionales con algunos países de la región, hacen que el escenario de desestabilización en la nación bolivariana sea un tema de interés internacional.
Venezuela se ha convertido en el nuevo campo de batalla de América Latina, sus recursos, mano de obra barata y la lucha de las clases políticas son un excelente caldo de cultivo para que los interés extranjeros pongan sus ojos en el botín venezolano y que sean aprovechados por las aves de rapiña que ven la oportunidad de mantener su hegemonía e intereses mientras se sostengan los conflictos internos que están desquebrajando a cada una de las comunidades al interior del país.
La situación en Venezuela es algo confusa y con demasiadas aristas, por una parte, civiles hartos que exigen que el gobierno de Maduro cese, mientras por otra parte los gritos de apoyo para el presidente venezolano se escuchan; al final las revueltas, las muertes y las confrontaciones son entre la población civil que vive con la desesperación de una situación que parece no tener fin y empeora con el paso de los días.
Nicolás Maduro es un presidente cuyo mayor error ha sido creer que la estela de popularidad y carisma de Hugo Chávez es parte de su acción política, un presidente que ha buscado centralizar el poder para mantener el ideal bolivariano por el cual su antecesor luchó hasta su muerte y que con el mandato de Maduro han terminado en una serie de desaciertos, como el autogolpe de estado promovido él mismo, buscando anular las competencias de la Asamblea Nacional venezolana y traspasando dichas competencias al Tribunal Supremo de Justicia controlado por el chavismo, dando con ello un respiro a su mandato y llevando esta situación a una centralización política, militar y económica.
Las acusaciones por parte de la oposición hacia el gobierno del actual presidente venezolano de una persecución constante, al mismo tiempo con un Parlamento destruido, son las cartas con la que los opositores del chavismo luchan y esperan recibir la ayuda necesaria para revertir la economía aparentemente destruida y colapsada que tiene el país.
La desinformación y las noticias polarizadas no ayudan mucho en dar un panorama que abone alguna referencia hacia dónde se está llevando el conflicto, solo se tiene certeza que la población está enfrentada y en cualquier momento podría estallar una guerra civil con consecuencias desastrosas para la república bolivariana.
Sin duda alguien debe de estar frotándose las manos ante dichas confrontaciones, y más si esa lucha puede dejar a la mano del mejor postor, o al depredador más veloz, las reservas de petróleo que Venezuela posee.
¿Qué motivos perversos estarán detrás de esta lucha e inestabilidad? Podríamos mencionar que el petróleo venezolano puede ser uno de los factores principales para desencadenar este problema, sobretodo observando el panorama internacional donde las guerras más cruentas se han desarrollado en países cuya producción o reservas de petróleo son significativas: Libia (noveno lugar en reservas), Irak (cuarto lugar en reservas) o el constante asedio hacia Irán quien posee las quintas reservas de crudo más importantes del mundo.
No podemos olvidar que Venezuela tiene las mayores reservas de petróleo del planeta, y es quien provee alrededor de un 12 % de lo que consumen los EE.UU. Otros países como: Canadá, México, Colombia, Brasil y Ecuador aportan el 53% de las importaciones de petróleo que requiere la Unión Americana, mientras el restante 35% provienen de Medio Oriente y el Golfo Pérsico.
El gran pecado de Venezuela es gozar de una gran cantidad de recursos naturales que son el motivo que conllevan a una desestabilización regional, añadiendo países desgarrados por la violencia, el narcotráfico, negocios que tienen a su mayor financiador en los países hegemónicos alrededor del mundo.
Venezuela está inmersa en una afrenta interna, con pocas oportunidades de crecimiento y haciendo de ésta y otras naciones bastiones para extraer sus recursos a cambio de las migajas que el capitalismo puede dejar en cada uno de los países.
Otro gran pecado para los países de América Latina, y en este caso Venezuela, es el de no alinearse a los intereses hegemónicos globales, pues el costo estratégico para las súper potencias es crucial para que su hegemonía siga manteniéndose, dando como moneda de cambio la pobreza y la inestabilidad económica cuando alguna nación atentar contra el orden establecido por los poderosos.
Venezuela es un polvorín, una nación sin rumbo con luchas internas y externas en las cúpulas de poder y en la sociedad civil. El desabasto y el peligro latente de una guerra civil son parte del día a día con lo que los venezolanos tienen que lidiar.
Lamentablemente el pecado venezolano es tener las mayores reservas de crudo en el mundo completando con un gobierno incapaz de luchar contra sus opositores, medios de comunicación manipuladores y mediáticos que solo aportan más caos y miedo a una nación cuya penitencia es soportar las inclemencias del acontecer devastador de la búsqueda insaciable por obtener los recursos.
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