Por Alejandro Páez Varela
@paezvarela
Hay muchas cosas de Andrés Manuel López Obrador que no me gustan. Más incluso de las que quisiera. Y escribo cotidianamente de eso; me expreso en los espacios que tengo: esta columna que firmo, el programa de radio/tele/Youtube en el que exhibo mi nombre y muestro mi rostro. Claro que de inmediato me saltan los fans a la yugular; me consideran injusto; algunas veces trato de explicarme y otras simplemente me doy por vencido. Y como fanáticos hay en todos lados, a veces me topo con los peores: los que usan mi crítica para hacerme “su aliado”. Y no soy aliado de unos o de otros. No me interesa verme mezclado con los rabiosos en general, y mucho menos con los otros: los que tienen una agenda claramente política y por eso ven todo mal y declaran la derrota de la izquierda usando como referencia una crítica. No soy aliado de gente que tuvo su oportunidad y dejó un cochinero, por ejemplo; gente que heredó un país en el abismo y quiere recuperar lo que perdió en 2018. No puedo ser aliado de quienes han participado en la demolición de México, así de simple. De hecho, justo de esos soy enemigo.
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“No sé cómo se sienten ustedes, pero a mí este Presidente me tiene hasta la madre”, dice Javier Lozano en un video en el que se le ve enojado. Lo publicó hace unos días. Acompaña su tuit de otros, en los que llama al Presidente “El Cacas”. En su timeline se pueden ver sus retuits: a Mariana Gómez del Campo, sobrina de Felipe Calderón, quien ahora es defensora de niños y mujeres con cáncer; videos del mismo Andrés Manuel López Obrador: a él lo acusa de estar “haciendo panza y haciéndose pendejo”. Retuits a Luisa María Calderón, hermana de Felipe Calderón, quien señala a AMLO por un “desajuste mental, paranoia”. Retuits de periodistas y opinadores que forman en redes un poderoso círculo opositor al Jefe del Ejecutivo federal y tienen agenda política.
A Lozano “le importan” ahora los niños y las mujeres; sobre todo éstas últimas, porque han tomado fuerza a partir de la falta de políticas públicas que las acompañen. Apoya, como el PAN y México Libre, el paro nacional convocado para el próximo 9 de marzo. Si alguien cree en lo que escribe en redes –alguien puede creerle, sin duda– podría considerarlo un luchador social; un vindicador de las causas de mujeres, víctimas y desposeídos. Lozano es todo menos eso. La historia breve: condujo hace apenas unos años el mayor esfuerzo en décadas para despojar a los trabajadores mexicanos de su seguridad social (la llamada Reforma Laboral es de su autoría); apoyó la estrategia de guerra que encabezó Genaro García Luna, hoy preso en Estados Unidos, acusado de narcotraficante. Y ahora, Lozano es un “converso” –alguien podría considerarlo así–, con dos causas: una es contra López Obrador, personal; la otra también, y recoge de todas. Incluyendo, según su interpretación, la causa de las mujeres.
¿La derecha más radical de México usa la causa de las mujeres a su favor? No diría eso. Es casi imposible que esa tendencia política pueda usarlas. Los gobiernos panistas han demostrado con creces (y todavía) que no les interesa la causa feminista y se han opuesto, incluso con leyes (antiabortistas, por ejemplo) contra ella. Hay un intento de la derecha, eso sí, de utilizar cualquier tendencia contra López Obrador; y el último esfuerzo en ese sentido son los feminicidios.
Hay también mas víscera que inteligencia en esa “oposición” o como se le quiera llamar. ¿Qué dice la ciudadanía de Javier Lozano? Es un ejercicio interesante. Lozano ha sido priista y panista dependiendo de quién puede servirse. Y es un antilopezobradorista grosero. Llama al Presidente “El Cacas” y recibe aplausos; lo llama “pendejo” y los más radicales aplauden en redes su “atrevimiento”. Pero, ¿le darían votos, si los pidiera, para elegirse en algún proceso? Lo veo difícil. Más bien siente un odio profundo, una frustración enorme y, por el camino de la transgresión que ha tomado, infiero que tiene una urgencia por llamar la atención… aunque esa atención le sirva sólo en redes, no para plantearse como un opositor viable y listo para entrar en acción desde gobierno. En él y en esos otros veo frustración, y el odio los hace inviables: el odio es el combustible de los menos inteligentes.
Es cierto que el odio gana elecciones. Por supuesto que las gana. Pero no creo que México esté en ese momento.
Insisto en esto: cuando lanzo una crítica, del lado del que nunca me quiero acomodar (ni que me acomoden) es del de los odiadores. Menos los Lozano. No los sigo siquiera en redes. Su vómito me enferma. Me cuesta prestarles atención; no los veo, de preferencia: son mi náusea. Prefiero ver hacia otro lado y sugiero que muchos hagan lo mismo.
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