Por: Fernando Ortiz C.
Las últimas semanas han dado mucho de qué hablar en el panorama internacional, además de generar un aparente vuelco político en el gobierno de Donald Trump tras los bombardeos realizados tanto en Siria como en Afganistán.
Parece que la línea de intervencionismo estadounidense no terminara en esta administración. Observando fríamente se entiende que Trump es otro más que busca la guerra tal y como hicieron sus antecesores en Libia o Iraq.
Analizando un poco más la situación se pensaría que estamos frente a un conflicto de talla mundial que puede desatarse en cualquier momento pero ¿Qué lleva a que hoy el presidente norteamericano decida intervenir en Siria? ¿En qué momento Afganistán se convirtió en una amenaza para lanzar la “gran bomba” de la que tanto se ha hablado en los medios? Estas preguntas, y muchas otras, surgen ahora que tras los ataques, y donde la popularidad de Donald Trump ha repuntado.
Cabe mencionar que antes de la intervención en Siria, la caída libre del gobierno del magnate inmobiliario parecía no tener fin; las acusaciones que caían sobre él y su amistad con el líder ruso, además de la supuesta intrusión de la inteligencia rusa en las elecciones presidenciales presentaban un panorama sombrío y turbio para el actual gobierno norteamericano.
Las luchas detrás del poder apuntaban a un fuerte conflicto interno en la política de los EE.UU. Hoy todo eso se ha calmado o al menos tranquilizado, la población norteamericana en general aprobó el bombardeo ante el atroz uso de gas achacado al régimen de Bashar Al- Asad.
La solución ante el uso de armas químicas fue lanzar 59 de los más potentes misiles en contra de una base militar siria ubicada en Shairat. Una movida inteligente con varios objetivos: el primero sin duda, calmar las críticas hacia el gobierno de Trump y dar un margen de maniobra hacia las políticas que éste ha tomado desde que asumió el poder. Es la primera decisión que en general el pueblo de los EE.UU. aprueba.
En segundo lugar logró el objetivo de enviar un mensaje del poderío armamentista y que no se teme utilizarlo en la situación que lo requiera; un mensaje posiblemente enviado a: Irán, Corea del Norte, China y Rusia. Con esto el lastre que cargaba Trump de lacayo de Vladimir Putin parece se ha desvanecido, pues al bombardear Siria la relación con Moscú se ha coartado.
Lo sucedido el día de ayer con el lanzamiento de la MOAB en Afganistán es otro movimiento calculado y de demostración ante la prueba nuclear que pretende realizar Kim Jong-un, quien busca intimidar de alguna forma ante un posible ataque norteamericano o de otro país.
Los medios aquí han jugado un papel primordial, antes eran los más férreos críticos a las políticas de Trump, ahora le dan la cobertura necesaria ante sus ataques, además de olvidar por completo los problemas internos y la descolorida administración que ha tenido.
Lanzar una bomba con once toneladas de explosivos como lo es la MOAB es un golpe estratégico y mediático para los medios, siendo un mensaje al interior de los EE.UU. donde su presidente es un hombre libre que no depende de la turbulenta relación con Moscú. Es revelador que se haya decidido utilizar una bomba tan poderosa en un lugar tan recóndito y fuera de la zona neurálgica del conflicto.
Afganistán se convirtió en el campo de pruebas armamentista, donde justificando un ataque a DAESH, se obtiene el mensaje de la lucha antiterrorismo, una política de compromiso contra dicha lucha, y un acercamiento al terreno de un problema que se está buscando generar contra Corea del Norte.
Según la visión de muchos analistas alrededor del mundo cree que atacar Corea del Norte es descabellado, no porque sea un peligro latente sino porque abrir otro frente de batalla podría generar una debacle económica y un costo político fuerte.
Rusia y China son las naciones que más atención están poniendo en la situación norcoreana y analizando cada uno de los movimientos que realiza Kim Jong-un.
Rusia sería el mayor afectado por esta nueva lucha en la península de Corea, el poderío de los rusos está a tope con el conflicto en Crimea y el apoyo a Siria, abrir otro frente más, surgiendo en defensa de Cora del Norte para ellos sería desgarrador y peligroso.
China es el otro actor que surge en la escena, una posible alianza estratégica donde deje de lado su apoyo a Corea del Norte y obtenga algún beneficio por parte de Occidente puede ser factible, y al mismo tiempo una jugada crucial, pues podría desmantelar la unión entre Rusia, China e Irán, quien este último, en este caso queda como la nación que no está interviniendo en la problemática pero la cual tendría repercusiones geoestratégicas que hacen miran con cautela como se desarrollan los acontecimientos en la península coreana.
Ahora bien, Putin sabe que Trump es el presidente que necesita para conseguir sus objetivos y que un cambio de mandatario podría arruinar la relación que se había logrado, por lo cual Moscú se presenta ante la encrucijada de los poderes fácticos que están detrás de Donald Trump, quienes al parecer han tomado el control de las políticas internas y externas de los EE.UU generando con ello que el actual presidente sea solo un títere dentro de la escena mundial, el cual tiene como encomienda proteger los intereses de los poderosos lo cual deja a Rusia en la incertidumbre si Trump es un aliado o un enemigo.
Después de los ataques tanto en Siria como en Afganistán los medios han comenzado a estar del lado Trump, las críticas hacia su gobierno se han aminorado, y se ha puesto total atención en demostrar que Rusia y sus aliados son el peligro inminente en la escena internacional, dejando los problemas internos de los EE.UU. en un segundo plano; parece que las tácticas de la Guerra Fría aún sigues vigentes.
El escándalo de la intromisión de Rusia ha quedado atrás, ahora Trump sabe que mostrando sus “juguetes de guerra” sirve de entretención a la población norteamericana dotando de seguridad y además jugando el papel de agente comprometido contra la lucha terrorista, logrando de alguna forma deshacerse de una Rusia que manipulaba a su gobierno.
En armamento Trump ha gastado en los dos mencionados ataques aproximadamente cien millones de dólares, buscando destruir una base militar siria y un complejo de cavernas afganas. ¿Eficiente y exitosa misión? Al menos para mantener la imagen y un gobierno tambaléate como el de Turmp, así lo es.
El presidente norteamericano está enojado, no contra Al- Asad y el supuesto ataque con gas sarín. Tampoco está enojado con los desplantes del presidente norcoreano, mucho menos enojado con Putin, Trump está enojado y molesto de saber que no tiene el control de los gobierno del país más poderoso del mundo, le han hecho saber que ese poder lo tienen aquellos amos de la guerra y del petróleo, los que sus intereses no pueden ser menoscabados por hacer un “Make America great again”, y por lo tanto Donald Trump debe conformarse con usar sus “juguetes de guerras” en su patio trasero llamado Medio Oriente.
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