Los hombres en Japón han optado por comprar muñecas de silicona llamadas “rabu doru”
Las muñecas ya no son vistas solo como un objeto sexual, sino como una mujer amada
Una nueva tendencia ha surgido en Japón: muchos hombres han optado por comprar muñecas de silicona llamadas “rabu doru” (muñeca de amor), pero no para utilizarlas como objetos sexual sino como un miembro más en la familia.
Masayuki Ozaki compró una muñeca de silicona de tamaño natural, luego de que su esposa dejara detener relaciones sexuales con él a raíz de su ultimo embarazo.
El hombre, de 45 años de edad, vive con su muñeca y asegura que se convirtió en el amor de su vida. De hecho comparte la casa con su esposa y su hija adolescente.
Ozaki convive diariamente con su muñeca, la viste, la arregla, le compra pelucas y joyas.
“Cuando mi hija entendió que no era una muñeca Barbie gigante, tuvo miedo y pensó que era asqueroso, pero ahora ya es suficientemente mayor para compartir la ropa con Mayu”, relató.
El hombre dice estar perdidamente enamorado de su muñeca, Mayu, “ella, siempre está aquí, la quiero con locura y quiero estar siempre con ella, que me entierren con ella. Quiero llevarla al paraíso” confesó.
Por ejemplo, Senji Nakajima, de 62 años de edad, un empresario casado con dos hijos, asegura que jamás engañaría a su muñeca de silicona Saori, ya que para él es una humana.
Yoshitaka Hyodo, bloguero de 43 años, cuenta con más de 10 estas muñecas. También tiene una novia, de carne y hueso, al parecer bastante comprensiva.
Las muñecas de silicona en Japón son un producto muy vendido, cada año 2 mil muñecas son llevadas a los hogares de los hombres japoneses. Algunas de ellas poseen cabeza y vagina desmontables, y su costo es de 5 mil 300 euros.
Al respecto, la antropóloga Agnès Giard, quien en 2016 dedicó un libro a este fenómeno y a su historia en Japón, señala que las primeras muñecas aparecieron en 1981. Las versiones de silicona, vinilo y látex, en 2001.
Este fenómeno de popularidad de las muñecas de silicona va en aumento, cada vez las texturas con las que son creadas parecen reales que hacen sentir a sus dueños como si tocaran a una mujer de verdad.
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