Releo el último texto del periodista y escritor Francisco Goldman en The New Yorker. Releo tres citas, en un artículo dolorosísimo que adelanta lo que el gobierno federal planea: endurecerse más, ir contra esos fantasmas que ha identificado como “desestabilizadores”.
Cita 1, de Beatriz Pagés Rebollar, una ex periodista y ahora funcionaria del Partido Revolucionario Institucional (PRI): “La cadena de protestas y actos vandálicos —perfectamente bien orquestados— replicados en varias partes del país demuestra que la desaparición y probable exterminio de los 43 jóvenes normalistas de Ayotzinapa forma parte de una trampa estratégicamente puesta a México […] Todos estos activistas y propagandistas del terror tienen el mismo modus operandi: utilizan un discurso provocador, engañador y fraudulento para confundir y hacerle creer a la sociedad que la desaparición y posible asesinato de los 43 jóvenes normalistas es un crimen de Estado, como si el Gobierno mexicano hubiera dado la orden de exterminarlos”.
Cita 2 en el texto de Goldman; ahora es Carlos Alazraki, un publicista que ha trabajado en campañas políticas del PRI: “Estimados comemierdas: Maldigo la hora en que se convirtieron en sindicato. Maldigo la hora en que nacieron. Son unos asesinos. Odian a México. Ya para terminar, les recuerdo que la violencia genera violencia. No se espanten si el Gobierno federal reacciona”.
Cita 3, del Presidente Enrique Peña Nieto: “[…] Hay protestas que no está claro su objetivo. Pareciera que respondieran a un interés de desestabilizar, de generar desorden social y sobre todo de atentar contra el proyecto de Nación que venimos construyendo”.
Gulp. Agárrense, desestabilizadores comemierdas.
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Pues bien, ¿quiénes son esos desestabilizadores, esos comemierdas que son unos asesinos y odian a México? Sería bueno que el gobierno se ayudara, los identificara y fuera por ellos.
Porque no veo desestabilizadores moviéndole al precio del petróleo, necesariamente. La caída de las cotizaciones internacionales tiene su propia explicación y lógica. En todo caso, lo que sí veo es que la gasolina en el país no se mueva a la baja, como se había prometido por Reforma Energética, y en cambio siguen llegando los aumentos, como acaba de suceder la semana pasada.
No veo desestabilizadores en el peso mexicano. Durante todo 2014, las casi 40 consultoras independientes a las que acude el Banco de México (Banxico) cada mes le advirtieron al gobierno que el principal problema para la estabilidad económica era la inseguridad. Allí están los números de las consultas, mes con mes. In-se-gu-ri-dad, le dijeron los consultores privados a Banxico. El mismo Jefe de Gabinete del Presidente Enrique Peña Nieto, Aurelio Nuño Mayer, lo acepta en una entrevista con El País, publicada ayer: “Nos faltó una agenda más contundente en materia de seguridad y de Estado de Derecho. Nos quedamos cortos. No vimos la dimensión del problema y la prioridad que debería haber tenido”. Entonces, ¿cuáles desestabilizadores?
No veo desestabilizadores en el frustrante manejo de la Secretaría de Hacienda. La economía va en reversa: más desempleo, cae el peso, rebota la inflación, se presionan las exportaciones, crecemos mucho menos de lo esperado y, honestamente, no veo desestabilizadores moviendo todas esas variables. Veo un manejo torpe que nos va a llevar a más deuda, porque a falta de dinero, el gobierno recurrirá (como lo hicieron todos los gobiernos del PRI en el pasado) a financiamiento por la vía de la deuda. No lo dicen los desestabilizadores –no los veo diciéndolo, al menos–: lo dicen los analistas. Viene más deuda, mexicanos. Agárrense porque las finanzas de los mexicanos están por desestabilizarse.
No veo desestabilizadores del país involucrados en los 8 mil millones que se llevó Grupo Higa del gobierno de Peña Nieto en el Estado de México. No veo desestabilizadores metidos en las escrituras de la “casa blanca” de Angélica Rivera: ella fue la que firmó, ¿no? No veo desestabilizadores en las nuevas concesiones que se le entregaron a Grupo Higa, ni en las que se dieron al cuñado de Carlos Salinas de Gortari por mil millones en obras federales que se realizan en estados gobernados por el PRI. Veo desaseo, reparto de riqueza entre unos cuantos, poca transparencia, cero rendición de cuentas. No veo desestabilizadores. ¿O alguien los ve? En todo caso la voracidad de funcionarios, parientes de funcionarios y empresarios desestabiliza, sí, pero no veo a esos “desestabilizadores” a los que se refieren el gobierno de Peña Nieto y sus allegados.
No veo desestabilizadores en la falta de transparencia de la declaración patrimonial del Presidente. ¿O es culpa de los desestabilizadores, les cae, que Peña Nieto escondiera de sus declaraciones quién le dona propiedades y de cuánto es su riqueza? Puedo ver oscuridad, cero rendición de cuentas, datos suficientes para sospechar de la honorabilidad de alguien pero no veo desestabilizadores. ¿O alguien los ve?
No veo desestabilizadores en la explicación de Angélica Rivera, que no satisfizo a nadie –o a muy pocos, según encuesta de Reforma–. Veo falta de honestidad, quizás, porque nunca habla del conflicto de interés que había en aceptar que ¡una constructora le financiara, como si fuera banco, su propia casa! La misma constructora, Grupo Higa, que recibe concesiones por miles de millones de pesos de los gobiernos de su esposo.
No veo desestabilizadores detrás de que la Reforma Energética haya sido impulsada desde oficinas como la de Pedro Aspe, empresario poderosísimo que fue titular de Hacienda con Carlos Salinas y maestro del actual titular de la SHCP, Luis Videgaray. En todo caso la voracidad de ex funcionarios, parientes de ex funcionarios y empresarios desestabiliza, sí, pero no veo a esos “desestabilizadores” a los que se refieren el gobierno de Peña Nieto y sus allegados.
No veo desestabilizadores detrás de la estrategia de ignorar la inseguridad e impulsar sólo una agenda económica, como si fuéramos Suiza o como si el país no estuviera en guerra. No veo desestabilizadores en el gobierno del Estado de México, que es líder en inseguridad a pesar de que el Presidente fue Gobernador de esa entidad apenas hace dos años. No veo desestabilizadores detrás de la cifra dura de ejecuciones en lo que va del sexenio: del 1 de diciembre de 2012 al 31 de octubre de 2014, sucedieron en el país 41 mil 015 homicidios dolosos, de acuerdo con el recuento de la revista Zeta. Veo, sí, a una bola de cabrones sin control sembrando el terror en México y sin que el gobierno les ponga un alto. Pero no veo a esos desestabilizadores a los que se refieren el gobierno de Peña Nieto y sus allegados.
No veo desestabilizadores en las dos matanzas que marcan, hasta hoy, el sexenio de Peña: la de Tlatlaya, donde soldados asesinaron a sangre fría a civiles, y la de Ayotzinapa, en donde policías de un gobierno del PRD se llevaron a 43 estudiantes. Veo, sí, a una bola de cabrones sin control sembrando el terror en México porque pueden y porque se les antoja y porque el gobierno es inútil y porque el Estado de Derecho desapareció. Pero no veo a esos desestabilizadores que, organizados en un sindicato de ojetes comemierdas, “atentan contra el proyecto de Nación que venimos construyendo” a punta de deuda, oscuridad y reparto entre unos cuantos.
Veo, en resumen, a muchos desestabilizadores pero dentro del mismo gobierno. Empezando con los policías y militares asesinos y violadores de derechos humanos, y escalando hasta un Secretario de Hacienda ineficiente y todos aquellos que han usado sus puestos públicos para saquear a un pueblo con millones de miserables.
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“No vamos a ceder aunque la plaza pública pida sangre y espectáculo”, dijo el Jefe de Gabinete del Presidente Enrique Peña Nieto, Aurelio Nuño Mayer, en una entrevista de El País publicada ayer.
Me cuesta traducir esas palabras. Me duele.
Para esta administración federal, los mexicanos somos una “plaza pública” que no pide justicia, Estado de Derecho, transparencia, rendición de cuentas, gobiernos honestos y efectivos; no pide el fin a los asesinatos, secuestros, desapariciones; no pide el fin de este periodo de derramamiento de sangre e impunidad; no pide el fin de la corrupción. Pide “sangre y espectáculo”.
Para el gobierno de Peña Nieto y sus allegados, somos sólo una horda ciega y estúpida de romanos en el Coliseo. Unos comemierdas, pues; unos chupafaros en busca de sangre y espectáculo.
Lamentable. Muy lamentable. No están entendiendo nada, viendo nada, leyendo nada, escuchando nada.
Por eso se explican el colapso del gobierno con “desestabilizadores”; por eso, cuando ven por la ventana ven una “plaza pública”.
Y esos, como Aurelio Nuño, son los que leen para el Presidente.
Imagínense ustedes lo que pensará el Presidente.
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