La revelación de que el presidente Enrique Peña Nieto y su familia poseen una mansión de siete millones de dólares construida a su gusto por Grupo Higa –un consorcio ampliamente favorecido por el hoy mandatario– fue producto de una de las investigaciones periodísticas más sólidas de los últimos años. Los autores –Rafael Cabrera, Daniel Lizárraga, Irving Huerta y Sebastián Barragán– han escrito un libro en donde amplían su reportaje y describen la investigación, paso a paso. Con autorización de editorial Grijalbo y de los autores, presentamos un fragmento de La casa blanca de Peña Nieto.
“Ya le dije a Lizárraga que baje eso a güevo”, decía un mensaje de texto enviado al teléfono móvil de Daniel Lizárraga, el coordinador de la Unidad de Investigaciones Especiales del noticiario de Carmen Aristegui. Era el 24 de junio de 2014 en la Ciudad de México.
Lizárraga sintió que su teléfono saltaba entre sus manos. Leyó varias veces el mensaje. Algo andaba mal. El remitente era Felipe Chao, el vicepresidente de Relaciones Institucionales de MVS.
Chao se equivocó de chat. El mensaje quería enviarlo a su jefe, Joaquín Vargas, presidente del Consejo de Administración de Grupo MVS y del Consejo de Administración de CMR –un consorcio que aglutina a 129 restaurantes en México.
En Los Pinos y entre los directivos de la empresa ya estaban enterados de que se preparaba un reportaje que podría dinamitar la imagen de Enrique Peña Nieto como el joven presidente autor de los grandes cambios. Durante todo ese día, el ambiente se tornó pesado, como un bulto de cemento sobre la espalda.
Por la mañana Lizárraga y Chao habían sostenido una charla telefónica. Ambos se conocieron desde años atrás, uno en su calidad de reportero del diario Reforma y el otro como vocero del entonces Instituto Federal de Acceso a la Información y Protección de Datos.
Chao le pidió a Lizárraga que detuviera ese reportaje porque sería muy costoso para la empresa. No explicó de qué se trataba, pero lo citó, esa misma tarde, en el Beefbar del Hotel Camino Real, en la zona de Polanco.
Chao llegó agitado y con las mejillas enrojecidas. Pidió un whisky y dijo a Lizárraga que debía detener ese reportaje.
–No tengo mucha información, sólo puedo decirte que alguien de la Presidencia habló y las cosas no están fáciles. Tampoco sé qué cosa están investigando, lo único que vengo a pedirte es que, sea lo que sea, lo bajes.
Dio un trago a su whisky y siguió:
–En este momento pégale al que sea, Lizárraga, al que sea, menos a ése. Hay muchas cosas en juego.
–¿Quién les habló? ¿Qué les dijeron? –preguntó el reportero.
–No sé quién habló. Tampoco sé qué fue lo que dijo. Te llamé para pedirte que bajes eso. Como te dije, hay muchas cosas en juego –insistió el directivo.
–¿Cómo cuáles?
–Hay algo con un canal de televisión. No te puedo comentar más. Estoy aquí para pedirte que lo bajes, que hables con tu jefa, que la hagas entender. Y tú, por favor, no vayas a irte. Ya te conozco.
Y dijo algo más:
–Te mandé un mensaje equivocado, por favor, no seas cabrón, bórralo.
Fuente: Proceso
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