La pobreza ha orillado a 2.5 millones de menores de 18 años a integrarse a la fuerza laboral, lo que afecta su salud y desarrollo integral, afirmó Thomas Wissing, Director de la OIT México.
Lo peor es que trabajar no resuelve su situación porque los niños que no estudian ganan 20% menos en sus trabajos cuando son adultos, abundó.
De acuerdo con la ONU, 2.1 millones de niños no asisten a la escuela, cifra que representa el 7.2% de la población de cinco a 17 años de edad.
La tasa de ocupación infantil y la inasistencia escolar aumentan con la edad: 1.4% de niños entre cinco y nueve años realizan actividades económicas; los mismo sucede con el 6.3% de quienes tienen entre 10 y 13 años, y con el 20.3% de los adolescentes entre los 14 y 17 años.
Sin embargo, de acuerdo con Informe de 2014 del Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (INEE), la no matriculación para quienes tienen 17 años llega a 46.7%, casi la mitad del universo de jóvenes en ese rango de edad.
Por ello, en el marco del Día mundial contra el trabajo infantil, que se conmemora este 12 de junio, la OIT, UNICEF y la Oficina de la UNESCO en México hicieron un llamado al gobierno a promover la educación gratuita y de calidad.
Actualmente, señalaron, la razón por la que los menores no asisten a la escuela, es la falta de interés o aptitud pero ello está relacionado con la baja pertinencia y calidad de la educación.
Esa situación es más evidente en comunidades indígenas, en los menores con discapacidad o en el caso de los migrantes por lo que las organizaciones internacionales consideran necesario que el sistema educativo dé seguimiento personalizado a los niños de esos sectores.
Nuria Sanz, directora y representante de la Oficina de la UNESCO en México, destacó que el acceso universal a la educación, y en particular a la enseñanza de calidad gratuita y obligatoria, garantizada hasta que el alumno alcance la edad mínima que fija la ley para acceder a un empleo, es un factor decisivo en la lucha contra la explotación económica de niñas y niños.
“La educación es un instrumento poderoso que promueve la libertad y la autonomía personal y genera importantes beneficios para el desarrollo personal y la participación plena en la vida de la comunidad”, apuntó.
Hace 25 años México ratificó la Convención sobre los Derechos del Niño, que establece “el derecho del niño a estar protegido contra la explotación económica y contra el desempeño de cualquier trabajo que pueda ser peligroso o entorpecer su educación, o que sea nocivo para su salud o para su desarrollo físico, mental, espiritual, moral o social”.
Sin embargo para muchos de ellos el juego es un derecho vedado porque tienen que trabajar para subsistir.
Ello, afirmó Rosa María Álvarez, integrante del Instituto de Investigaciones Jurídicas (IIJ) de la UNAM, frena su desarrollo físico y obstaculiza el acceso a la educación
El trabajo infantil, aseveró la experta, hace más lento el crecimiento si implica cargar objetos pesados, recoger legumbres a ras del suelo o manufacturar ladrillos o material de construcción. Además, frenan su formación porque la mayoría de las veces sus jornadas chocan con los horarios escolares.
Este fenómeno, señaló la académica, se aprecia por igual en las ciudades que en el campo y, en el caso de los indígenas, las dificultades se acentúan porque son obligados a insertarse en una cultura no propia y, por ser diferentes, se les discrimina.
La situación se complica si al mismo tiempo pertenecen a un pueblo originario y al género femenino, pues su condición es más desventajosa. “Ellas suelen ser incorporadas como auxiliares domésticas y, en este ámbito, se violentan sus derechos”, lamentó.
La académica coincidió con la OIT en que el trabajo infantil es producto de la pobreza y la falta de oportunidades de las familias en sus lugares de origen, pues su situación los obliga a buscar mejores condiciones, sin embargo ocasionalmente se estancan en un entorno peor del que escaparon, condenó.
Fuente: Proceso
Sé parte de la conversación