Ni un librero. Aunque conozco los antecedentes del propietario de la mansión, no deja de asombrarme que no haya una sola foto que muestre un librero. Porque podría ser de esos que se diseñan con lomos, a manera de papel tapiz. Pero no. En todo el palacete, que se distingue por su blancura y el diseño minimalista, no hay espacio para un solo libro.
Me resulta extraño porque los que escribimos libros (Enrique Peña Nieto es autor de México / La gran esperanza) leemos libros, acumulamos libros, buscamos rincones para acomodar los que debemos leer y los que ya terminamos, los que nos regalan o los que compramos. Hay un culto a ellos en las casas de los que escribimos. Pero en esa mansión no. (Una querida amiga me dijo un día, en la recámara, viendo el librero que tengo junto a la cama: “Aquí sólo hay lugar para ustedes”. Es anécdota para ilustrar mi asombro). (Como sea, ella no cabía en esa casa: mis dos perros no la aprobaron).
Me sorprenden otras cosas. Por ejemplo, que esta mansión sin espacio para libros esté construida en la Ciudad de México. Digo, porque pudo quedar en Miami. O en algún punto de veraneo en España. O en Francia o en Inglaterra. Supongo que las leyes allá, en aquellos países, harían muy complicado explicar cómo un burócrata de clase media, que fue Gobernador y ahora es Presidente, puede tener una casa de ese tamaño (que paga su esposa, según un comunicado de ayer). Una de 86 millones de pesos que son como 7 millones de dólares.
“En nuestras casa llevamos una vida lo más normal posible. Les he hecho saber que Los Pinos nos será prestado sólo por seis años y que su verdadera casa, su hogar, es ésta donde hemos hecho este reportaje”, dijo Angélica Rivera a la revista ¡Hola!, y aparecen fotos de ella en esa mansión que, ahora sabemos, no está a su nombre. Ni a nombre del Presidente o de alguno de sus familiares. El reportaje de Aristegui Noticias –publicado también en SinEmbargo– dice que la mansión, la verdadera casa, el hogar de los Peña Nieto, es legalmente propiedad de Ingeniería Inmobiliaria del Centro, una empresa que del Grupo Higa que, través de su filial Constructora Teya, ganó el tren de alta velocidad México-Querétaro.
Apenas dos días antes de que se revelaran por medio de este reportaje los detalles de la mansión, el gobierno federal decidió retirarle ese contrato. Perderá lo que iba a ganar, pero no perderá tanto porque la administración Peña Nieto la indemnizará, dijo ayer la Secretaría de Comunicaciones y Transportes.
Perderá un contrato y le darán una baba pero, ¿qué es ese contrato para una empresa que sólo en el Estado de México, durante el gobierno del actual Presidente, ganó otros por 8 mil millones de pesos?
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Me asombran PRD y PAN, así, como partidos, aunque de entrada se que no son monolíticos y varios hablarán, más dignos que sus dirigentes, en las siguientes horas. Ni una palabra, ayer, sobre la mansión del Presidente. Es posible que estén en shock, supongo, como todos lo que leímos este escándalo. Es posible que estén con el aliento contenido y no pretendan dar una sola declaración por miedo a caer muertos por falta de oxígeno. Ni una palabra, hasta donde me quedé.
Me asombra también la riqueza de la Primera Dama de México. Tengo amigas y amigos que trabajan en telenovelas; muchas y muchos de ellas y ellos, como estelares. Tengo esos amigos, y les garantizo que ninguno supo de un caso de una actriz de la talla de Angélica Rivera que tenga una casa más grande que la de Bernardo Gómez, por decir. Entiendo que Emilio Azcárraga se compre una casa de casi 90 millones de pesos, pero, ¿una actriz? No la pongo en duda, pero, aparte de las propiedades que tienen en Miami, ¿tiene esta casa de más de 7 millones de dólares en la Ciudad de México? ¿Pues quién es, Angelina Jolie?
Me asombra más esto de Angélica Rivera porque un reportaje de Linaloe Flores, aquí, en SinEmbargo, encontró que ella, archimillonaria (sabemos por la casa que se compró), no tiene UNA SOLA propiedad en México. Bueno, ahora tiene una casota sin un solo librero, aunque por ahora esté a nombre de una constructora bendecida por la mano de Dios.
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Pero lo que no me asombra es el aumento meteórico de la riqueza del Enrique Peña Nieto, un burócrata de clase media que es, ahora, archimillonario. Aunque nunca ha tenido un puesto importante fuera de la administración pública.
No me sorprende lo de la mansión sin libreros porque desde que se hizo Presidente, hay dudas jamás aclaradas sobre su riqueza.
Escribí, a propósito del 16 de enero de 2013, cuando presentó su supuesta declaración patrimonial:
“Peña Nieto declaró como donación una casa de 150 metros cuadrados –registrada el 8 de diciembre de 2011– cuando apenas había dejado de ser Gobernador del Estado de México. La segunda donación es un terreno de 2,547 metros cuadrados, registrado el 8 de diciembre de 2009, cuando era todavía mandatario estatal. Una tercera es un terreno de 58,657 metros cuadrados, registrado el 8 de diciembre de 2011, cuando se preparaba para la campaña presidencial. La cuarta donación es de un mes y medio después de la anterior: una casa de 338 metros cuadrados, con fecha de 8 de diciembre de 2011. La quinta es un terreno de mil metros cuadrados, aceptado en donación el 29 de enero de 1988, y la sexta es otro terreno de 24 mil metros cuadrados que recibió en donación el 8 de marzo de 1989. ¡Lleva una vida entera recibiendo donaciones! Donaciones, no herencias, porque lo heredado lo registró como tal”.
“Peña Nieto dijo contar con un departamento de 211 metros cuadrados registrado el 19 de marzo de 2001, y dos casas más: una de 560 metros cuadrados, registrada el 25 de octubre de 1982, y otra de 2,138 metros cuadrados, registrada el 27 de diciembre de 2005, cuando tenía apenas dos meses y unos días al frente del Gobierno del Estado de México. Esas, tenemos que creer, las pagó con su salario un funcionario público que anduvo de mujer en mujer, y con ellas tuvo hijos (y gastos derivados de esos hijos)”.
“Peña reportó dos obras de arte: una por donación, que recibió el 8 de diciembre de 2011, y otra más que recibió “por herencia”, el 29 de mayo de 2007. Dijo tener relojes y joyas varias que compró ¡de contado! (del departamento y las dos casas no especificó si sacó créditos bancarios), así como otras joyas que obtuvo, ¡por donación!, el 8 de diciembre de 2011”.
“En el rubro de inversiones, dijo tener una cuenta bancaria, fondos de inversión y ser poseedor de monedas y metales. Así nomás. No dijo si su cuenta bancaria es por mil millones de pesos, o si sus fondos de inversión son por cientos de millones de pesos, o si las monedas y metales que tiene suman miles de millones de pesos. No dijo nada y ya, listo”.
Ni un librero. Aunque conozco los antecedentes del propietario de la mansión, no deja de asombrarme que no haya una sola foto que muestre un librero.
Me sorprende eso, y que las telenovelas de Televisa dejen tales carretadas de dinero que bien podrían hacer dudar a gente como Arturo Montiel, el tío presidencial, si se equivocó de oficio.
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