La guerra en la Sierra Tarahumara: Un bosque de Isidros y Juanes
Por Pablo Montaño
Pocos paisajes logran hacerte perder la sensación de espacio y tiempo como una barranca en la Sierra Tarahumara, un espectáculo de peñas imposibles y balances de piedras monstruosas, un jardín de juegos de creativos gigantes. Considerando este escenario increíble, no resulta extraño que los Rarámuris vivan su espiritualidad a través de la contemplación de su sierra; petrificados en una peña se les puede ver mirando al vacío por horas, inertes, integrados a un paisaje que demanda cada mirada posible.
Este paraíso tiene luchas, tiene héroes y tiene villanos. El paraíso no sobrevive por conjuro divino ni se destruye por cataclismo repentino, hay historias detrás de cada árbol que sobrevive y de cada montaña convertida en terruño. Diría Cohen: “hay una guerra entre los que dicen que hay una guerra y los que dicen que no la hay”, una batalla por preservar o por extraer, aprovechar o conservar; una batalla que pasa inadvertida a aquellos que pensamos en la sierra como una simple y bella postal. Pero es gracias a algunos necios que resisten que tenemos paraíso, esos a los que les dicen cállate y no denuncies y hablan y señalan. Es por esas mujeres y hombres que tendremos país. Cuando pasen las vibraciones y las indignaciones de domingo por la tarde, será por esos imprescindibles que lucharon toda la vida que quedará un México al cual voltear.
Este paraíso queda en luto, le han matado a dos de sus defensores y su ausencia se siente. Hacían su parte, lo que ellos consideraban lo lógico: defender la tierra, proteger el bosque, pensar más allá de lo inmediato y sembrar futuro. Los que nunca hemos vivido de un bosque no entendemos porqué dar la vida por uno. Juan hace apenas unos días, Isidro a mediados de enero y el padre de éste hace 20 años, pagaron con su vida velar por ese mundo que otros pretenden reducir a pesos y centavos, a toneladas de mineral y de madera. Mujeres y hombres que en sus manos y sus voces sobreviven bosques y cañadas.
¿A quién apuntamos cuando nos juegan chueco, cuando nos hacen trampa; cuando íbamos bien y nos jodieron, cuando protestaste, te informaste, defendiste, gritaste, ganaste, pero ellos tenían las balas? Isidro Baldenegro, rarámuri, 50 años, defensor de bosques en la Sierra Tarahumara, preso por más de un año y liberado por falta de pruebas, asesinado el 15 de enero. Apenas dos semanas y ahora Juan Ontiveros, rarámuri, 32 años, defensor de bosques en la Sierra Tarahumara, asesinado el 30 de enero. ¿Cómo se entierra un bosque? ¿Cómo se entierran dos bosques? No sé, pero abrazo la consigna y epitafio de tantas luchas de este país de gigantes y cobardes. Quisieron enterrarnos pero no sabían que éramos semilla.
@Pabloricardo2
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