El responsable del toro que mata a un torero debe sacrificar a sus hijos y padres
Esta ley se basa en la premisa de que el “comportamiento agresivo” del toro se transmite genéticamente de padres a hijos
La muerte del torero español Iván Fandiño, el pasado 17 de junio al recibir una cornada durante una corrida en el suroeste de Francia, ha reabierto el debate sobre una de las tradiciones taurinas más denunciadas por asociaciones colectivas defensoras de derechos de los animales. Una ley taurina dicta que “toda la familia del toro que haya matado a un torero ha de ser sacrificada”.
De acuerdo con las normas taurinas, el responsable del toro que mata a un torero debe sacrificar a sus hijos y padres. Sin embargo, es una práctica que depende de cada ganadero y algunos taurinos se desvinculan de ella.
Así ocurrió en el 2016 cuando murió el torero Víctor Barrio. Lorenza, la madre del toro que lo mató, fue sacrificada pero los ganaderos responsables aseguraron que la vaca había muerto debido a su edad.
Los amantes de la tauromaquia defienden esta tradición basándose en la premisa de que el sacrificio de los animales es necesario, ya que el “comportamiento agresivo” del toro se transmite genéticamente de padres a hijos.
De acuerdo con este argumento, los hijos del toro que mató a un torero están predestinados a cornear a otro torero en un futuro, por lo que matarlos antes de tiempo se convierte en una medida de “prevención”.
En 1985 el torero José Cubero murió por una cornada de toro Burlero, la vaca madre del toro fue sacrificada, al igual que la vaca madre del toro Avispado que acabó antes con el diestro Paquirri en Pozoblanco. Actualmente en Sevilla se exhibe la cabeza de la madre del toro Islero, que mató a Manolete en la Plaza de Linares en 1947.
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