Tras el reportaje de la revista Proceso, diversos columnistas han dedicado sus textos al conductor Joaquín López-Dóriga y sus relaciones con políticos que le han permitido reunir una fortuna, además del supuesto intento de extorsión a una empresaria.
Al respecto, el periodista Gabriel Sosa Plata escribe en el portal Sin Embargo:
¿Por qué un periodista puede recibir tanto dinero en México? Por la distorsión de un sistema de relaciones entre el gobierno, medios de comunicación y periodistas reconocidos, en el que el dinero y la información periodística se entrelazan con mucha frecuencia. En un esquema así casi todos parecen ganar, excepto la sociedad y su derecho a la información.
López Dóriga, como otros de sus colegas, es un periodista muy afamado y con una larga trayectoria. Su presencia en el noticiario de la televisión más visto y en uno de los noticiarios de radio más escuchados en el país, le permite tener un acercamiento privilegiado al llamado “círculo rojo” para obtener noticias exclusivas, primicias y entrevistas de primer nivel. Pero también mucho dinero.
Joaquín López-Dóriga y su esposa, Teresa Adriana Pérez Romo, fueron acusados hace una semanas por la empresaria María Asunción Aramburuzabala de haber intentado extorsionar a una de sus empresas para que la dejaran continuar con la construcción de varios departamentos en zona de Polanco, en la Ciudad de México.
El pleito llegó a los tribunales y al final ganó Aramburuzabala, quien podrá continuar su proyecto inmobiliario.
Sobre esto, el periodista Raymundo Riva Palacio escribe en el portal Eje Central:
Las denuncias contra López Dóriga –en el contexto de las imputaciones de la señora Aramburuzabala se han recordado anteriores casos de amenazas y extorsión de políticos y empresarios-, lastiman precisamente su prestigio y credibilidad, y desmontan todo criterio ético que pueda argumentar. El daño a su persona tendría que significar un daño a las empresas para las cuales trabaja, que como evidentemente no han visto su afectación ni en el campo de sus audiencias, ni en sus ingresos, han preferido cerrar los ojos. La moral, pareciera ser su axioma, sí es el árbol que da moras.
El caso de López Dóriga es un gran ejemplo de que en México no pasa nada. Realmente no pasa nada. El gobierno igual. Es irrelevante la calidad moral de su mensajero si la sociedad no castiga con el rechazo. Los actores políticos ni ven ni oyen. Siguen buscando que los entreviste y los colaboradores del conductor, no dejan de estar a su lado. El hecho es de alta relevancia para la salud pública, porque la relación del poder y los medios es toral en una democracia. Es decir, por lo que atraviesa López Dóriga no es el centro del todo. Lo fundamental es la forma como procesen este conflicto sus patrones y el gobierno, y que manden la señal de que en México las cosas no pasan hasta que pasan.
Por las acusaciones de las que ha sido objeto López Dóriga, medios y comunicadores han difundido el rumor de su posible salida del noticiero estelar de Televisa, sin embargo, hasta el momento el conductor ha sido el único que ha rechazado esto.
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