Por Pablo Montaño
En días recientes, nos han sacudido las imágenes y testimonios de las miles de familias que han sido separadas por las autoridades migratorias estadounidenses a partir de la Política de Cero Tolerancia del presidente, Donald Trump. Un reclamo generalizado se ha elevado contra la evidencia de atrocidades que creíamos superadas como humanidad.
Nos enteramos que aproximadamente 11,000 niñas y niños viven en los centros de detención migrante del país vecino; de estos 2,342 (hasta mayo de este año) fueron separados de sus familias: 2,342 niños y niñas marcados permanentemente por una política violenta, inhumana y desgarradora.
Resulta reiterativo mencionar que tal situación viola infinitos tratados de derechos humanos, como el artículo 9º de la Convención sobre los Derechos del Niño, que dice que los Estados miembros velarán para que “el niño no sea separado de sus padres contra la voluntad de éstos”.
Los y las niñas que en este momento se encuentran en los centros de detención solo son culpables de intentar salir de círculos viciosos de violencia y pobreza. Son culpables de acompañar a sus padres en la búsqueda de un entorno seguro, un entorno que pueda garantizar su propia integridad. Solo son culpables de soñar con una vida mejor y, gracias a las aberrantes políticas migratorias de Donald Trump, no solo no podrán cumplir sus sueños sino que son sujetos de un daño irreparable al ser cruelmente separados de sus familias; donde incluso acecha la amenaza de quedar huérfanos por las fallas de la propia burocracia del sistema estadounidense.
La visibilización de los abusos que viven en este momento las personas migrantes en EEUU, nos debería llevar a revisar y reconocer que la política migratoria mexicana es un engrane más de la estadounidense y que nuestro gobierno ha deportado a casi 60,000 niños y adolescentes, principalmente centroamericanos, en los últimos dos años (según datos del propio INAMI). Aunado a esto, nuestra ley de migración no está respaldada por los sistemas de salud, seguridad y educación; lo que deja en desamparo a cientos de miles de personas migrantes que se ven en la necesidad de cruzar nuestro largo país: un muro construido a partir de abusos, malos tratos, persecución y mucha violencia.
Que el dolor y la indignación que nos causan estas imágenes nos muevan a recordar que tanto en EEUU como en México ningún ser humano es ilegal.
Pablo Montaño. Candidato independiente a diputado federal por el distrito 8
Twitter: @PabloMontanoB
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