Por Pablo Montaño
El día de ayer (miércoles 12 de julio) anunciaron que se desprendió de la Antártida uno de los icebergs más grandes de los que se tiene registro histórico. A pesar de la falta de consenso sobre la correlación entre su desprendimiento y la actividad humana, ya que su grieta tiene varias décadas de existir, el episodio muestra un adelanto de cómo se desenvolverá el cambio climático y el latente derretimiento de los polos.
Mientras tanto en México (haciendo suspicaz uso del nombre de este portal), Guadalajara salió a votar un referéndum a favor de una ciclovía. La noticia sería buenísima si la votación hubiera sido para construir una nueva ciclovía y no para decidir si se conservaba una ya existente. En fin, qué bien que la ciclovía se queda y qué terrible que se tenga que salir a votar para no retroceder en los pocos avances logrados para tener una ciudad más amable.
Más allá de la boba y lejanísima correlación entre el iceberg y la ciclovía rescatada, tras un absurdo ejercicio que costó más de un millón y medio de pesos, lo preocupante es la lejanía de nuestra agenda con respecto a la realidad del planeta. Es difícil sentirse amenazado por algo que nunca ha sucedido en nuestra historia como especie, y resulta aún más complicado si los medios insisten en someter a debate lo que para ahora debería sentido común y conocimiento popular. De esta forma, en México el cambio climático parece haber llegado en la forma de consigna y bandera, pero sin sustancia y debate. Tan es así, que el presidente puede reafirmar su compromiso con el medio ambiente y días más tarde inaugurar un Paso Exprés en Cuernavaca (que después de un mes se desprendería cual iceberg). Difícilmente escuchamos un debate sobre transitar a energías limpias, suspender el fracking o reducir emisiones de carbón en nuestras ciudades. El debate climático que tiene implicaciones de salud, empleo, productividad, desastres naturales y desarrollo, lo seguimos reduciendo a la dramática pero impersonal postal del deprimente oso polar balanceado en un iceberg.
Hasta ahora, la historia en relación al cambio climático la han escrito los intereses económicos, por ejemplo, la petrolera Exxon tuvo conocimiento científico sobre la relación entre el cambio climático y la actividad humana (el uso de combustibles fósiles y la generación de CO2), pero dado el clarísimo conflicto de intereses, decidieron no solo guardarse esta información sino invertir millones de dólares en un efectivo cabildeo contra el cambio climático, que hoy tiene por resultado un presidente en la Casa Blanca que impunemente puede afirmar que tal fenómeno no existe. Pero esa historia de ficción cada vez se desfasa más de la realidad.
Queda claro que la respuesta al cambio climático tendrá que surgir desde la ciudadanía y los movimientos sociales y políticos que está encabeza, ya que desde los partidos y sus líderes, lo único que podemos esperar es gasolina barata, represas y referéndums carentes de lógica.
@Pablorciardo2
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