Por Alejandro Páez Varela
Los mexicanos han hecho historia. Da gusto tantos millones de ciudadanos movilizados en un mismo momento, en una Nación tan diversa y en una elección en paz, civilizada y democrática. Al grano: ¿podemos esperar que nos vaya mejor? Al grano, también: sólo si Andrés Manuel López Obrador, Morena y sus aliados se aplican y hacen historia, ellos también.
Y para hacer historia sólo hay un camino: tomar el listado de promesas que se hicieron durante estos años, y empezar a palomearlas, sacarlas adelante, cumplirlas.
Los ciudadanos son los que han logrado esta vuelta de tuerca; falta que el Gobierno que inicia el 1 de diciembre tome el bono generoso que se le ha entregado e inicie la transformación de fondo que se le ha encomendado.
La mayoría de los mexicanos está de acuerdo en más cosas de lo que cree.
Esa mayoría quiere seguridad, paz, empleo, buenos salarios (aunque algunos votaran en contra de AMLO). Sabe lo urgente que es abatir la discriminación (económica, de género, racial) y la pobreza. Está muy consciente de que los políticos corruptos son una lacra y –me atrevería a decir– de que no basta erradicarlos: deben ser llevarlos ante la justicia.
Esa mayoría quiere una Nación justa y con oportunidades para todos; con desarrollo, educación, salud, pensiones de verdad (y no esa mierda que nos dejaron 20 años de liberalismo).
La mayoría en México ha resuelto, y así lo ha expresado en las urnas, que la rebeldía de un pueblo es justa.
Y también esa mayoría está de acuerdo, creo, en que no basta la ilusión: ahora falta que el Gobierno que viene sepa encausar toda esa energía de cambio; que aprenda a atar y desatar para formar una sola fuerza. La va a necesitar.
Los mexicanos han hecho historia: siento que una mayoría estará de acuerdo en acompañar al nuevo Gobierno a que haga historia, también.
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“No nací en una familia poderosa o de dinero. Nací en un lugar en donde el código postal determina tu destino. Entrar en la política no estaba en mis planes, pero después de 20 años con los mismos políticos me tengo que preguntar: ¿para quién ha cambiado mi ciudad? Todos los días se vuelven más difíciles para las familias trabajadoras, como la mía. La renta se eleva, la seguridad social cae y nuestros ingresos son los mismos. Es claro, entonces, que todos estos cambios no fueron para nosotros. Esta carrera se trata de la gente contra el dinero. Nosotros somos la gente; ellos el dinero”.
Alexandria Ocasio Cortez tiene 28 años. Es suya la frase. No pertenece a Morena, el partido que se confirma como uno de los movimientos sociales más importantes de América Latina (al menos: le bastaron dos elecciones para tomar la Presidencia de México).
Alexandria es latina, sí, y sorprendió este verano cuando arrebató la nominación de un vetusto representante demócrata por Nueva York para colocarse ella, de izquierda, a la cabeza. Una trabajadora social que toma el poder con las manos pelonas.
Ella es el mundo, que marcha. Y bajo sus pies se escucha cómo rechina el viejo modelo, caduco.
Las clases trabajadoras no están conformes y están decidiendo su destino. Nadie debe asustarse. Buscan lo mismo que los que están mero arriba, los del uno por ciento: quieren acceso a la riqueza, al bienestar que generan con sus manos. Es un reclamo, advierto, que tiene sus perversiones: los seguidores de Donald Trump son un ejemplo.
Doce años después de su primer intento, Andrés Manuel López Obrador es el nuevo Presidente de México. Asume el 1 de diciembre. Y no es distinto a Alexandria: nació, como millones de mexicanos, en un lugar en donde el código postal determina tu destino. Ha llegado adonde ha llegado porque millones creen que todos los cambios que se generaron desde 2000, cuando se dio la supuesta “transición democrática”, no fueron para ellos. Porque todos los días se vuelve más difícil para sus familias trabajadoras. Porque su renta se eleva, la seguridad social cae y sus ingresos son los mismos.
El mundo marcha. Se revela contra veinte años de liberalismo económico salvaje. Ahora hay que cuidar que, en el caso mexicano, la marcha sea hacia adelante. Y no veo razón para que sea de costado, o hacia atrás.
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