Por Pablo Montaño
En su más reciente libro, Naomi Klein analiza la forma en la que Trump llegó a la presidencia y la posible ruta que seguirá para sacar el mayor provecho del poder que la Casa Blanca le otorga. Las predicciones de Klein se van cumpliendo con precisión milimétrica; ya empiezan los rumores de guerra con Corea del Norte (elemento infalible para elevar los precios del petróleo y hacer negocio rápido con gasto militar) y la pronosticada confrontación entre Trump y las élites del sector publico/privado se ha disipado por completo. Lo que resulta más difícil de pronosticar con esa misma exactitud, es la forma que tomará el monstruo de odio y racismo que fue alimentado por el discurso del ahora presidente.
La marcha y el acto terrorista del pasado domingo, aportan una nueva dimensión de horror y desconcierto. Charlottesville fue un adelanto de la inestabilidad social que los grupos nazis pueden desatar en el EEUU de Trump; donde pueden amenazar, hostilizar e incluso matar, sin ser condenados por su presidente. Grupos con la determinación de alcanzar sus objetivos de limpieza racial por cualquier vía, así sea por la armada (como lo muestra el corto documental de Vice) o la terrorista (como lo vimos todos con el atropellamiento masivo al estilo ISIS).
A todo esto ¿qué significa para México lo que se está desencadenando al norte de su frontera? Más allá de la inmediata violencia de la que ya son víctimas nuestros connacionales, esa violencia discursiva puede verse refrendada en políticas y acuerdos multilaterales. Esta semana se inició la primera ronda de (re)negociaciones del TLCAN (Tratado de Libre Comercio de América del Norte). El discurso desde la presidencia de México es de optimismo y “espera un proceso de negociación constructivo”. Fuera de la retórica bilateral y de la bonita costumbre de sonreír mientras se pisotea la dignidad, nuestro gobierno se presenta a la negociación en calidad de entusiasmado boy scout frente a un violento gobierno que solapa nazis y que tiene meses hostilizándonos desde plataformas oficiales e informales, huelga decir que el resultado puede ser devastador.
La renegociación de este tratado, que contrario a lo que dice la SRE no ha sido de “inmenso beneficio para México” (basta ver los índices de pobreza), puede ser una oportunidad para mejorar en protección ambiental, derechos laborales y traer verdadero desarrollo. Para ello resulta urgente presionar e incidir en este proceso que marcará la naturaleza de la relación México-EEUU, especialmente si consideramos las partes sentadas a la mesa: un gobierno con complejo de tapete y un violento aliado de supremacistas y nazis.
@Pabloricardo2
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