El lugar que ocupó el atleta no importa, sino la historia que hay detrás de su participación
Fue el peruano Roberto Carcelén quien inspiró al competidor mexicano
Germán Madrazo, un triatleta mexicano de 42 años de edad que había participado varias veces en la prueba del ironman, se posicionó el último puesto entre los 116 participantes que llegaron a la meta en la competencia de esquí de fondo en Pyeongchang 2018, un triunfo para el hombre que comenzó a prepararse hace aproximadamente un año.
“La moraleja es que nunca hay que dejar de luchar. Nunca es tarde para empezar y que solamente se es viejo cuando se quiere ser viejo”, expresó el atleta a medios internacionales.
Madrazo tenía un negocio que atender, tres hijos por cuidar y poco dinero para costearse sus sueños, cuando conoció a la historia de un peruano que compitió en los Juegos Olímpicos de Invierno, por lo que se propuso emularlo.
Entre entre aquella decisión y la prueba de 15 kilómetros de esquí de fondo que Madrazo disputó el viernes, está un proyecto aventurero de tres deportistas, unidos en una fraternidad, incluido el chileno Yonathan Fernández, quien compitió en la misma jornada, y el tongano Pita Taufatofua, quien desfiló sin camisa en la ceremonia inaugural de Pyeongchang.
El lugar que ocupó el atleta no importa, sino la historia que Madrazo les quiere contar a los mexicanos y al mundo: “Lo que yo quiero que mis compatriotas sepan es que no importa si tienes 43 años, si naciste en México o si no tienes dinero para practicar un deporte”, afirmó. “Si quieres hacerlo, puedes hacerlo”.
Fue Roberto Carcelén, primer peruano en los Juegos Olímpicos de Invierno, quien compitió en Vancouver 2010 y llegó a la meta del esquí de fondo en Sochi, pese a tener dos costillas fracturadas, quien inspiró al mexicano, y a través de redes sociales le recomendó a su entrenador.
“Le hablé a ese entrenador y me dijo ‘no puedo prepararte, porque no tengo tiempo, pero si me acompañas manejando 6.000 kilómetros de Michigan a Utah, adonde tengo que entregar un coche, en el camino te enseño a esquiar”, contó Madrazo ante un grupo de periodistas embelesados con la historia.
“Me subí al avión, no sabía siquiera si iba a ir por mí al aeropuerto”, relato Madrazo.
Y el entrenador cumplió la promesa. En cada zona donde había pistas para esquiar, fue preparando a su veterano discípulo. Pero una cosa era saber esquiar y otra conseguir el boleto olímpico
Madrazo compitió mediante esquíes con ruedas, que le iban dando algunos puntos clasificatorios para los Juegos Olímpicos, pero tenía que participar en pruebas sobre nieve. Entonces recorrió distintos encuentros de esquí como pudo.
En éstos, conoció a Fernández y a Taufatofua, el tongano que había desfilado también con el torso desnudo en la inauguración de Río de Janeiro 2016, donde compitió en taekwondo, y que quería llegar de algún modo a los Olímpicos invernales.
El encuentro generó una amistad, en la cual los tres fueron motivándose, cada vez que fracasaban en la búsqueda del boleto olímpico.
Aunque para las estadísticas Madrazo terminó último, para él fue un triunfo.
“Este es el olimpismo, es darlo todo, es intentarlo todo. Nosotros, al no tener nieve, al no tener la experiencia que tienen estos países, para nosotros la medalla es obtener el criterio de calificación”, expresó.
Al momento de recordar la historia, que incluyó además una mudanza de Tamaulipas a Estados Unidos tras un robo y temores sobre la seguridad de su familia, Madrazo rompió a llorar.
“Esto es para ellos (los trillizos, dos niñas y un niño). Es un mensaje de vida para ellos, que el día que sientan que ya no pueden con algo, que se acuerden de su viejo y se acuerden que sí se puede. Nunca hay tiempo para rendirse… no necesitas esperar a ver si el gobierno te da recursos para poder hacer un entrenamiento, a ver si naces en una familia privilegiada. Siempre se puede”.
Con información de El Universal
Sé parte de la conversación