Por: Fernando Ortiz C.
El político y ex primer ministro británico Wiston Churchill algún día mencionó que: “La democracia es el peor sistema de gobierno diseñado por el hombre. Con excepción de todos los demás”. Frase que engloba el pensamiento y los ideales por lo que se ha venido luchando a lo largo del siglo XX y se reivindica en la actualidad.
Democracia, ese sistema de gobierno que otorga a los ciudadanos la oportunidad y el derecho a elegir a sus representantes. Otra de las bondades que se dice concede la democracia es que la elección de las mayorías son las que dan la pauta para la toma de las decisiones dentro de una comunidad o nación.
Más allá de significados y utopías de este sistema de gobierno, surge la duda de si las personas están preparadas para vivir bajo este sistema de gobierno. Existe la responsabilidad cívica de lo que implica otorgar un voto a uno u otro partido político, candidato o decisión en la vida política de un país. Se tiene conciencia en este sistema que un voto puede ser la diferencia entre ser parte de la mayoría o quedar en una minoría.
El sistema democrático se ha extendido a lo largo y ancho del planeta, siendo en muchas ocasiones la bandera para desatar alguna guerra o la justificación perfecta para levantar una lucha con tintes de liberación, igualdad y fraternidad, siendo que en la realidad solo unos cuantos disfrutan de las mieles de las bonanzas otorgadas por los votantes.
El sistema democrático degradado, puede ser peor que la misma tiranía, tal como lo menciona Francisco Rubiales (2016), dado que como lo menciona el autor: “La democracia tiene dos patas que la sostienen: una son sus reglas y leyes, que deben ser respetadas y cumplidas; la otra son los ciudadanos, que tienen que vigilar y hacer que el sistema se mantenga activo y no se desvirtúe y se pudra”.
A lo que se ha llegado es que el término democracia es usado a diestra y siniestra para ocultar los intereses de unos cuantos grupos de poder o fácticos que solo esgrimen mentiras y promesas, donde la ciudadanía solo está a la espera de elegir al “menos peor” de las opciones y al final quedar en la esperanza de una solución o que alguna promesa sea cumplida en beneficio de la población.
El voto de las mayorías, o la tiranía de las mayorías, no tiene que ser sinónimo de razón o de mejor elección, o más allá de esto, en ocasiones las mayorías no saben qué es lo que buscan, tal y como versa la frase que se le atribuye al escritor James Bovard: “La democracia debería ser algo más que dos lobos y una oveja votando sobre que habrá para la cena. (Esta frase en algunas ocasiones también se le atribuye al estadounidense Benjamín Franklin).
Parece que en la teoría, en la ilusión, en los escritos y en lo que se habla de la democracia, ésta funciona como la máxima forma de emancipación que pueda tener un ser humano, pero cuando es llevada a la práctica se vuelve una utopía, una forma de gobierno que se disputa el poder entre algunos pocos, mientras el pueblo mira a quienes eligió como se hacen de la vista gorda y oídos sordos cuando se alza la voz para que sean los servidores del pueblo, no los vividores de él.
“El menos peor” se vuelve opción, o de manera infame resulta cuando la inmensa minoría de las mayorías son las que terminan eligiendo quién debe de gobernar una nación, tal y como ha ocurrido con los últimos dos presidentes de nuestro país.
Enrique Peña Nieto llegó a la silla presidencial con el 38% de votos, lo que quiere decir que 64% no lo eligió como su gobernante, pero ganó las elecciones, “el menos peor” que recibió los votos de la minoría de las mayorías.
Qué decir de las elecciones del 2006 cuando un presidente, según los resultados oficiales, gana con una diferencia de 200,000 votos aproximadamente y que solo el 35% votó por él. ¿Esa es la voz de las mayorías?
Ejemplos más recientes tenemos el de Reino Unido con respecto al conocido Brexit donde el 48% de la población se tiene que someter a la voluntad del 52%. Así es la democracia, pero la pregunta es ¿Así deben tomarse las decisiones?
La verdadera democracia se ha diluido en supuestas democracias donde la prioridad es ignorar al pueblo, elegir lo peor de los políticos y conformarse con la voluntad de las mayorías sin cuestionar el conocimiento del fallo que enfrentan y la responsabilidad de lo que eligen.
Se podrá decir que es mejor vivir en democracia que en un sistema autoritario, en una dictadura o en una tiranía, pero si vemos en lo que trasforma la democracia veremos que es prácticamente lo que tanto se aborrece pero con el matiz de libertad, (solo recordar la llamada Dictadura Perfecta que existió en nuestro país y que se mantuvo enmascarada por una supuesta democracia).
La democracia se ha vuelto una idea para cegar la falta de garantías y aceptando que quienes están gobernando llegaron por nuestros votos, por nuestra ilusión, por nuestra esperanza o por ser “el menos peor” de lo que se presentó en su momento.
Será que la forma de cambiar este sistema es no participando en él y dar la vuelta a lo que exhibe; o no existe opción alguna de cambio y tendremos que aceptar sin más las palabras de Wiston Churchill sobre la democracia: “La democracia es el peor sistema de gobierno diseñado por el hombre. Con excepción de todos los demás”.
Cierro con una frase de Rubén Torres (2015) que dice: “Los mismos gobiernan, los mismos explotan, pero la democracia da esa falsa sensación de elección, es la simpática y democrática forma de elegir muerte y verdugo”.
Sé parte de la conversación