Por Pablo Montaño
En un ejercicio casi automático, mi padre cierra cada año con un veredicto oficial de su parecer del año concluido. Lo hace de manera espontánea y sin preámbulo, ya sea en plena cena con un recuento detallado de lo que rescata y condena o con una escueta mentada de madre en medio de las doce campanadas. No me quiero imaginar el balance para el 2016. Un año tan malo que amenaza al siguiente. De las muchas aristas desde las que podemos deprimirnos, elijo la del medio ambiente.
Difícil priorizar esta agenda en un país con un índice de violencia que lo ha marcado como un enorme cementerio clandestino, o con una economía que se tambalea ante la amenaza de su principal socio comercial, y cuyo gobierno está sumido en una crisis de credibilidad por su escandalosa corrupción, y con una pobreza que solo crece y se recrudece. En este escenario me preocupa el ambiente, pues es su vínculo con todos estos temas el que se refrendará si se le sigue ignorando y supeditando a otras agendas e intereses.
Por ejemplo, con una posible militarización como la que se propone con la reforma al 29 constitucional, se podrán suprimir los derechos de aquellos que se opongan a proyectos de energía; siendo éste, un tema de alta prioridad nacional, oponerse al fracking puede tornarse aún más peligroso. O en la violencia, se seguirá fallando a entender que la pobreza del campo (originada en muchas ocasiones en los cambios de patrones del clima), se convierte en una cantera para filas del narco, condenándonos a esta historia donde los mexicanos no acabamos de matarnos.
Nuestras posibilidades para acabar con la desigualdad y la precariedad económica de la mitad de la población no está en la explotación desmedida de nuestros recursos; no es inundando el mundo de aguacates como salimos de ésta. No será privatizando el agua, explotando acuíferos y convirtiendo el desierto en una mina a cielo abierto que le cambiamos el rumbo al país. Desconfiemos de todo aquel o aquella que reduzca la protección del medio ambiente a un segundo lugar, a “si nos queda tiempo” a “después del desarrollo”. Y entendamos que en nuestra relación con el medio ambiente está el recrudecimiento de nuestras crisis o la mitigación de ellas.
Este espacio entrará en una pausa temporal por vacaciones. Esperando que contra todo lo anteriormente pronosticado, el próximo, resulte en un fabuloso año lleno de alegrías y poderosos repuntes en los números de crías de pandas y koalas. Por lo demás, feliz navidad, feliz año nuevo y agárrense.
@Pabloricardo2
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