Por Pablo Montaño
La académica Maria Kaika, relata en una investigación (1) la forma en la que el gobierno griego fabricó el concepto de escasez de agua en Atenas a finales de los 80s y principios de los 90s. En un periodo de tres años marcado por una sequía que afectó la región, los medios y algunas autoridades alentaron una narrativa de escasez de agua que rayaba en lo sensacionalista; ésta incluía una cuenta regresiva que se publicaba en los principales diarios de la capital con los días que faltaban para que Atenas se quedara sin agua. La historia concluyó con una serie de medidas que incluyeron la privatización del servicio de abastecimiento de agua, la construcción de represas y transportar agua por buques desde lejanas cuencas, con un costo altísimo y garantizado a varios años para el proveedor del servicio. En cuanto se alcanzaron estas resoluciones, la cuenta regresiva desapareció (a pesar de no haberse iniciado la construcción de ninguna represa y que la situación era estrictamente la misma a la de días antes) y con ella la amenaza de la sequía que azotaría sin misericordia a los atenienses.
La historia de Atenas y su escasez sensacional se repiten y en la versión mexicana la solución contempla la desaparición de los pueblos de Temacapulín, Acasico y Palmarejo. Tras el anuncio del gobernador, Aristóteles Sandoval, la narrativa ha empezado a fluir. El director de la Comisión Estatal del Agua de Jalisco nos receta metros cúbicos y una lógica inapelable de aprovechar ríos que según su interpretación, hoy, se desperdician. La lectura es que en Jalisco hemos sido brutos, hemos “perdido el tiempo en debates” y evitado actuar sobre una situación seria y urgente. Su solución consiste en dejarnos de tonterías y levantar la cortina de la presa el Zapotillo hasta los 105 metros y cargarnos tres pueblos para abastecer de agua a Jalisco y Guanajuato.
Cabe aclarar que Jalisco y Guadalajara tienen problemas de agua (como en su momento los tuvo Atenas), pero por mas ilógico que suene, incrementar el agua disponible en el sistema de agua no significa un mejor abastecimiento de la misma. El gobernador y su equipo nos presentan una decisión entre inundar Temaca o matar de sed a Guadalajara, los Altos de Jalisco y de pasada a León, Guanajuato; sin embargo, la realidad va más allá de las necesidades vitales de estas poblaciones. Por ejemplo, del propio informe de la UNOPS (Oficina de las Naciones Unidas de Servicios para Proyectos), el cual se presentó como la justificación técnica máxima para la decisión, se menciona que el principal demandante de agua en la cuenca es el sector agrícola con 81% y el doméstico alcanza tan solo el 9%; considerando esto, no hace mucho sentido hablar de colonias sin agua sino del uso que le damosa a la misma. Evidentemente, hay agua suficiente para abastecer a toda la ciudad, pero se decide (sí, es una decisión) que el agua llegue a otros sitios, si nos queremos poder drásticos, a un campo de golf, por ejemplo.
A todo esto, hay muchas preguntas en las que conviene “perder el tiempo” antes de desaparecer tres pueblos. Analizar ¿quién se estará beneficiando con el agua de la nueva presa? ¿Qué tipo de agricultura estamos sosteniendo con nuestra agua? ¿Agricultura campesina de subsistencia, industrial y de consumo local, para ganado o productos de exportación? En la medida que vamos resolviendo éstas y muchas otras preguntas, la solución deja de sonar obvia e inaplazable. La historia nos demuestra que terminadas las presas y los trasvases, los pobres sin acceso al agua que sirvieron de justificación para desplazar a los pobres con tierras, permanecen pobres y sin agua.
@Pabloricardo2
1 Kaika, M., (2003). Constructing Scarcity and Sensationalising Water Politics: 170 Days That Shook Athens, Antipode, Oxford: Blackwell, pp. 919-954.
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