En este momento México se encuentra sumido en una crisis financiera derivado de la caída internacional de los precios del petróleo.
Esto ha provocado la depreciación del peso comparado con el dolar, pero además que se tengan que reportar recortes en el gasto público debido a que la mayor fuente de ingresos del gobierno se deriva de la venta del petróleo. Era eso, o incrementar impuestos para evitar el endeudamiento de las arcas nacionales.
Cuando un gobierno se endeuda y debe de solventar los gastos, en muchas ocasiones recurre a la propia devaluación de la moneda, como ocurrió en 1994. Pero en aquel año se sumó otro incidente: la crisis del sistema bancario que derivó en que millones de personas perdieran todo lo ahorrado y sus propiedades.
La crisis se originó después que las tasas de interés se dispararon junto con el pánico monetario, que causó que muchos de ellos descapitalizaran a los bancos a través de los retiros de sus fondos.
La versión del gobierno
Según el Instituto para la Protección del Ahorro Bancario (IPAB), la reforma financiera aprobada impulsó la creación de un “banco puente” para preservar los activos de las instituciones crediticias que atraviesen por un proceso de quiebra. En otras palabras, se crea un fondo alterno que sirva de “colchón” para que en caso de que un banco pierda los recursos, estén respaldados.
Este “banco puente” adquiriría la cartera de clientes para darles certidumbre de que sus ahorros podrán conservarse.
Históricamente no se contemplaba un sistema para que los bancos quebraran, sin embargo ahora es una realidad que las instituciones crediticias pueden caer en insolvencia.
A su vez, la Ley de Ahorro y Crédito Popular establece que en caso del cierre de una institución financiera, cada cliente tiene un seguro que respalda sus ahorros, aunque por desgracia apenas supera los 100 mil pesos por persona. Es lo que sucede por ejemplo tras el cierre de Ficrea, donde los más de seis mil afectados tratan de recuperar cuando menos un porcentaje de lo que les despojaron.
La realidad
Los fraudes y quiebras en cajas de ahorro y bancos les han salido caros a los mexicanos.
Según datos de Grupo Reforma, desde 2000, el costo de los cierres de cajas de ahorro ha representado un quebranto para el gobierno de 5 mil 157 millones de pesos del dinero público.
En el caso de los bancos, los mexicanos también hemos tenido que pagar su rescate, como ocurrió con el llamado Fobaproa (Fondo Bancario para la Protección del Ahorro) derivado de la crisis de 1994.
Los bancos cayeron en bancarrota (algunos de ellos derivados de malas prácticas corporativas y no tanto de la crisis económica) y el gobierno entró a salvarlos. Cuando se autorizó el rescate durante el sexenio de Ernesto Zedillo Ponce de León se iba a destinar el 20% del Producto Interno Bruto. Pero resultó que se ha pagado más y cada mexicano aún se encuentra endeudado para salvaguardar el sistema financiero nacional.
Según estudios, el 60% del rescate financiero se liquidó con recursos públicos y el 40% restante con las recuperaciones y cuotas de bancos.
En diez años el Fobaproa recibió 260,344 mdp provenientes de impuestos, 67,614 mdp por cuotas de los bancos y 101,072 mdp por la recuperación de activos. Al final el costo del rescate bancario fue del 14.5% del PIB.
Especialistas advierten que es injusto que los impuestos de los contribuyentes sean usados para cubrir los daños de empresas privadas, como Ficrea o de los bancos.
La Ley de Ahorro y Crédito Popular, que regula a las Sociedades Cooperativas de Ahorro y Préstamo (Socaps), establece la creación de fondos de protección alimentados con aportaciones de las propias entidades y del Gobierno.
Para las Sociedades Financieras Populares (Sofipos), como Ficrea, se creó el Prosofipo, donde el Gobierno ha depositado 83 millones de pesos, a los que se suman otros 600 millones de pesos inyectados en enero pasado para pagarles a los usuarios defraudados.
Actualmente, el Prosofipo carece de fondos suficientes para garantizar los recursos de 3 millones de ahorradores.
Tomado de Reforma, El Economista y El Financiero
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