La sociedad mexicana sigue en la búsqueda de ese diploma que justifique acciones y las catalogue de grandiosas. Al día de hoy, las Reformas Estructurales de Enrique Peña Nieto
cuentan con las porras nacionales e internacionales de los llamados: Sectores Distinguidos, que básicamente se distinguen por el abundante poder monetario y la fuerte manipulación para difundir ideas y conceptos propios útiles para sus intereses.
Todas estas reformas, nos han sido vendidas como lo más extraordinario que le pudiese pasar al país y pese a que la revista TIME, nos sugirió que Enrique estaba salvando a México, la realidad es que este personaje se encuentra muy lejos de ser concebido como alguien inteligente en el pópulo de la calle y más cuando los resultados prometidos, no se ven.
Esa implacable búsqueda por el reconocimiento, ha desembocado en mendigar éxitos en el campo deportivo. Desde aquella medicina preventiva, formulada en el espontáneo y condescendiente: “si se puede” hasta el caso más reciente de los aplausos desbordados por el resultado de la selección mexicana en contra de Brasil en el presente Mundial de fútbol.
Terminado el partido, las faldas del Ángel de la Independencia hospedaban la fiesta casi como si se le hubiera ganado al Pentacampeón del Mundo en su casa.
Incluso en la mañana previa al juego, no hubo temor alguno en llamarlo: “El cliente de México”, apodo apoyado en los recientes resultados contra la verdeamarela en Campeonatos Juveniles, Juegos Olímpicos y Copa Confederaciones. El partido terminó empatado sin goles, poniéndonos exigentes, es un mal resultado contra el supuesto cliente pero muy bueno sabiendo el tamaño de México en este deporte. Momentos después, se impuso la lógica de la prensa y dictó que para el Scratch du Oro, representaba un tremendo fracaso no poderle ganar en su casa al Tri, mientras que México lo celebró como una victoria.
“Se ganó prestigio”, argumentaban algunos y el debate comenzó al mismo tiempo en que la pasión se enfriaba y los análisis del encuentro, veían la luz en cada rincón.
España con su prematura eliminación del mundial y el mismo Brasil empatando en casa, son prueba de que el prestigio de poco sirve en el fútbol y demuestran que no representa garantía alguna para lograr los resultados deseados.
Al contrario de lo que se siente con las Reformas, el fútbol acumula la fe y buenas vibras de todo el país que desea que México avance.
Como es costumbre, el “fut” ilusiona a este país, lo hace desbordar felicidad en las calles y democratiza el fanatismo por el combinado nacional. El Mundial esta más vivo que nunca para el Tricolor, que busca su quinto partido, antes de jugar el cuarto.
Sabemos que la victoria no se dará en la Cámara de Senadores infestada de gángsters que de manera deplorable, toman decisiones de trascendencia histórica para nuestra nación. El fútbol y la política, polos opuestos en los juicios de valor dentro de la sociedad, no deberían enajenarnos uno del otro, es cuestión de voluntad atender ambas.
Le deseo éxito más que prestigio a mi país en todos sus campos de batalla, espero que la fiesta y el “Viva México” se queden en la calle terminado el Mundial y se adhieran a la vida cotidiana como prevención anímica a la cruda política que se avecina.
Que ruede la bola.
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