Por Alejandro Páez Varela
Todo lo que les importaba se había perdido. Se puede gobernar sobre una montaña de cadáveres, pero no con la derrota a cuestas. Y el PAN había derrotado al PRI en Veracruz por primera vez en la historia. Y Morena, partido naciente, se había colocado como una fuerza definitiva en ese estado.
Todo estaba perdido cuando Miguel Ángel Osorio Chong y Javier Duarte de Ochoa se reunieron en la Ciudad de México. No había manera de salvar nada, ya. Miguel Ángel Yunes sería el próximo Gobernador. Duarte había fallado la encomienda sagrada: defender a toda costa, fuerte y con todo, un bastión tan importante para el PRI.
No se sabe qué hablaron, Duarte y Osorio. Pero las siguientes horas fueron intensas para el todavía Gobernador de Veracruz.
Por la mañana del 12 de octubre de 2016, mientras un grupo de familias de Boca del Río recuperaba los restos de sus hijos Génesis Urrutia, Leobardo Arroyo y Octavio García –quienes habían aparecido hechos pedazos por criminales que intentaron borrarlos con ácido sulfúrico– Duarte de Ochoa fue a Televisa para hablar con Carlos Loret de Mola. Para hacer grilla, todavía.
Luego tuiteó: “Veracruz requiere un Gobernador de tiempo completo, lo he sido más de 5 años 10 meses; es tiempo de encarar con la verdad falsas acusaciones”.
Tuiteó otra vez: “El día de hoy solicité a la @LegisVer licencia para separarme del cargo de Gobernador”.
Y una tercera: “Servir al pueblo veracruzano ha sido un privilegio y el más alto honor de mi vida”.
Una cuarta: “Ser Gobernador de #Veracruz ha sido el honor más grande de mi vida. Aquí mi msj [mensaje] para todas y todos los veracruzanos”.
Y la despedida: “Felicito al Dr. @flavino_rios por su designación como Gobernador del Estado; sabedor de su alta capacidad le deseo el mayor de los éxitos”.
El 20 de noviembre de 2012, cuando Enrique Peña Nieto estaba a días de tomar posesión como Presidente de México, Javier Duarte dio a conocer una conversación que ambos sostuvieron: “Se los digo puntualmente: yo recibí ya una invitación por parte del Presidente electo Enrique Peña Nieto para participar en su administración. Solamente que la invitación es para enero de 2017. A partir de ese día estaré yo integrado al gobierno federal. Hasta ahora tendré que desarrollar con una gran emoción y un gran orgullo el cargo que tengo y que trato de honrar todos los días”.
Se puede aspirar al Gabinete Presidencial parado sobre una montaña de cadáveres del tamaño del estado de Veracruz. (Osorio Chong es Secretario de Gobernación sobre una montaña de cadáveres: las decenas de miles que han sido víctimas de la violencia mientras él dirige la estrategia de seguridad).
Pero no se puede aspirar a ser parte del círculo de privilegios si eres el causante de la derrota del PRI, el partidazo, la fuente de la que sale bienestar de toda la familia revolucionaria.
Entonces, con esa derrota a cuestas, Duarte se escapó. Y no más volvió a tuitear.
Osorio no sólo es el último hombre en el Gabinete Presidencial que vio a Duarte, se supone: es el que pudo advertirle al Presidente, a tiempo, que la federación debía actuar en Veracruz donde los niveles de deuda pública, la violencia, el asesinato de periodistas se dispararon a la par del descontrol del crimen organizado.
Es Osorio quien no advirtió, o no convenció a Peña de que lo que estaba pasando no podía seguir…
Es él quien no encendió las alarmas.
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El 19 de enero 19 de 2015, cuando el Gobierno de Peña llevaba apenas dos años, escribí:
“Voy a decir cómo viene, y no porque sea mago sino porque es un modus operandi. Primero, los medios oficialistas ignorarán el caso del Gobernador César Duarte de Chihuahua mientras la oficina de Comunicación Social paga por halagos en forma de gacetillas. (Usted puede empezar ahora mismo a indagar en los buscadores de esos medios; ponga: César Duarte, y lo comprobará).
“Luego, la prensa extranjera levantará el caso… porque hay caso. No se hablará, por supuesto, de un asunto local (Chihuahua y su mandatario) sino de una Nación, la que dirige el Presidente Enrique Peña Nieto, sumida en la corrupción.
“De rebote aparecerán, ahora sí, notas en la prensa oficialista. Para entonces el caso Chihuahua será una bomba incontenible como en su momento fue Tlatlaya. A Duarte le saldrán más caros los favores en esos medios hasta que, de plano, ya no pueda pagarlos, como le pasó a Humberto Moreira, consentido de algunos dueños de medios hasta que ya no representó negocio para ellos.
“El Secretario Luis Videgaray, el propio Peña Nieto, el Partido Revolucionario Institucional (PRI) y hasta la Procuraduría General de la República (PGR) se verán metidos en un escándalo de corrupción de altos vuelos. A los primeros, Peña y Videgaray, se les recordará desde el extranjero (otra vez) las mansiones de Casa Higa (o Grupo Higa), a causa de caso Chihuahua”.
Concluí: “Creo que el Gobierno federal está ante una gran posibilidad de revertir una mala fama ganada a pulso. Podría ir por el Gobernador [César Duarte] ahora mismo, antes de que la bomba estalle. Podría ponerlo como ejemplo de que en México se combate la corrupción”.
Ese que debió encender las alarmas a tiempo, es Osorio.
No lo hizo, tampoco.
Y es iluso pensar que no vio lo que estaba pasando: suyos son todos los aparatos de seguridad que vigilan a todos: a Duarte uno, a Duarte dos, a usted y a mí.
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Los ataques a los periodistas se volvieron una epidemia. “De manera más frecuente que en cualquier país de este hemisferio del mundo, los periodistas mexicanos se ven amenazados. La organización internacional Artículo 19 lo denomina así: ‘plata o plomo’”, escribió el periodista Juan Luis García a propósito del informe 2016 de Artículo 19, presentado apenas hace unos días.
La coacción contra un medio de comunicación, decía el informe, es a través de “plata”.
“La regulación de la publicidad oficial sigue siendo un asunto pendiente en la agenda de Peña Nieto”, alertó Ana Cristina Ruelas, directora regional de Artículo 19 para México y Centroamérica. En 2016, Peña Nieto gastó en publicidad oficial 9 mil 26 millones de pesos. Esta es la cifra más alta de la gestión actual y representa el 26 por ciento del total de recursos destinados en cuatro años. “Para promover figuras públicas y generar una forma de censura sutil e indirecta, donde la famosa frase de José López Portillo: ‘No te pago para que me pegues’ sigue vigente’”, apuntó el informe. “Peña se comprometió a reformar las prácticas abusivas de la publicidad oficial, están en el Pacto por México y qué hizo, nada”, dijo Catalina Botero, ex Relatora Especial para la Libertad de Expresión de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH). “¿Con qué plata están pagando, con los que deberían de pagar servicios sociales a la gente, desarrollo, carreteras, pero con esa plata están financiando para que no cubran las historias, no hagan reportajes”, agregó, de acuerdo con el reporte del periodista Juan Luis García.
Y luego los datos duros: en 2016 fueron asesinados 11 periodistas en México. Sólo en marzo de este año hubo tres homicidios a los practicantes de este oficio. Y en abril, uno más; el cuarto en un mes.
La administración de Enrique Peña Nieto suma en sus primeros cuatro años mil 499 agresiones; estos son 407 casos más que en el sexenio del ex Presidente Felipe Calderón Hinojosa, según el recuento de Artículo 19.
¿Y quién está a cargo de garantizar mecanismos de protección para periodistas y de salvaguardar la seguridad de los ciudadanos, entre ellos los trabajadores de los medios?
Es Osorio Chong.
No lo hizo. Tampoco eso.
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En diciembre de 2012, cuando inició este sexenio, el Cártel Jalisco Nueva Generación, que se disputa el poder del Cártel de Sinaloa con extremada violencia, no existía. Hoy es una fuerza emergente que va de cabo a rabo del país.
A la par de este “alumbramiento” sexenal, hubo un disparo en la violencia y entidades en donde no había crimen organizado, ahora lo tienen. Ciertamente Acapulco estaba hecho garras desde tiempos de Felipe Calderón, pero lo sigue estando hoy. Además, se descompusieron otros destinos turísticos clave como La Paz, Los Cabos o Cancún y la Riviera Maya.
Es Osorio Chong. Él tiene el aparato de seguridad en sus manos.
Hay un aumento en los ataques contra activistas. El país sufre una ola de corrupción que no se recuerda ni en tiempos de José López Portillo y Arturo Durazo Moreno. No es culpa de Osorio, cierto, que tantos de sus colegas sean tan corruptos. Pero las medidas políticas para garantizar el fin de la impunidad y poner el ejemplo con casos de alto impacto pudieron llegar con voluntad política desde la Secretaría de Gobernación, que está a cargo de Osorio Chong.
Es Osorio quien no lo hizo.
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Una investigación de la Comisión Nacional de Seguridad encabezada por lo mejor de la Policía Federal –la llamada Policía Cibernética– documentó, con ayuda de un juez federal, que Adrián Rubalcava había amenazado y atacado a periodistas y medios de comunicación que van desde Aristegui Noticias y SinEmbargo, hasta Cuna de Grillos.
La investigación fue entregada a la Fiscalía Especial para la Atención de Delitos Cometidos contra la Libertad de Expresión (FEADLE). Si Osorio Chong mueve un dedo, con esa investigación podrían ir por los culpables.
Ahora, una Diputada acusa a Rubalcava de amenazas de muerte, mientras esa investigación, concluida, duerme en la FEADLE.
Si alguien me pregunta si Adrián Rubalcava es capaz de amenazar de muerte a alguien, le diré que sí. Y si alguien más es atacado por este político del PRI, le diré a Osorio Chong, donde lo encuentre, cada vez que pueda, por los medios que tenga, que él tuvo la oportunidad de detener a Rubalcava a tiempo… y no lo hizo.
Estará contento con que le acerque votos al PRI. Y nada más.
No tengo dudas de que es Osorio quien todo este tiempo ha tenido la oportunidad de, al menos, inyentar poner freno a la descomposición.
Pero no lo ha hecho. Allí están los ejemplos.
La duda es por qué; qué espera, qué cálculo habrá hecho.
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