El joven estudió en el conservatorio de Chihuahua
“Mis intereses como compositor están muy enfilados hacia la naturaleza y el ser humano”, expresó
Cuando el padre de Romeyno Gutiérrez Luna conoció a un artista extranjero que llegó a su comunidad, en la sierra Tarahumara, entre ambos nació una amistad e, incluso, el indígena rarámuri prometió al músico estadounidense que bautizaría con su nombre a su primogénito varón.
El niño nació 6 años después de su primer encuentro y no sólo lleva el mismo nombre de pila que el músico, éste también se volvió su padrino y mentor.
Hasta se interesó por la misma profesión, la cual todavía ejerce con gran pasión lo que lo ha llevado a ser el primer pianista indígena de América Latina en tocar en Europa.
Gutiérrez Luna nació a mediados de los 80 en la comunidad rarámuri de Retósachi, en el municipio de Batopilas, a 12 horas en auto de la capital chihuahuense.
“Me siento muy feliz, pleno, por lo que soy y lo que hago. Tocar el piano es mi vida, mi manera de celebrar mi alegría y consolar mis tristezas. No me veo sin él. Es tan importante como el orgullo que siento por mi cultura”, dijo el músico en entrevista con La Jornada.
Por ello acude a sus presentaciones con vestimenta de la región: “es para mí un símbolo de mis orígenes, del lugar donde vengo. Lo visto con orgullo porque así crecí, así viven mis padres y representa a mi comunidad. Soy una especie de embajador de la sierra Tarahumara, lo cual es un enorme honor, pero también una gran responsabilidad”.
Su indumentaria ha sido bien recibida en diferentes partes de la república, Europa y Estados Unidos en donde el joven ha hecho presentaciones.
“Ha sido bastante impactante ver a un nativo proveniente de América presentarse de esa forma. No cualquiera lo hace. No hay otro nativo que esté completamente involucrado en la música clásica, que la ame tanto como yo. Me dicen que soy el primer pianista de una cultura nativa, lo cual me llena de orgullo”, aseguró.
Le han llenado de satisfacción las felicitaciones, del público y maestros, que ha recibido en Europa por su forma de tocar.
Romeyno Gutiérrez está consciente de que en él se mezclan dos tradiciones musicales: la de la cultura tarahumara y la del mundo occidental.
Él considera la de su pueblo como una música llena de alegría y que evoca sentimientos de paz, además de su objetivo ritual, “es más que un gusto o una forma de entretener a la gente; es también una manera de hacer un tributo a Dios”, expresó.
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