La noche de un 24 de enero del 2010, Juan Manuel Encina Lara parecía un muerto, pero no lo estaba y aún así lo enterraron.
Luego de haber sido golpeado, navajeado, embolsado y tirado en un arroyo, lo arrastraron hasta el final del cementerio y comenzaron a enterrarlo hasta el cuello, dejando al descubierto su cabeza sangrante para tomarse fotos con él.
Estudiante del segundo semestre de la Licenciatura en Enfermería de la Universidad Autónoma de Coahuila, a los 19 años, Juan Manuel quería pertenecer a una banda de rock, por eso cuando una compañera de estudios prometió integrarlo a un grupo rockero no dudó en acudir a la fiesta en la colonia Bonanza, esa noche.
Ya pasadas las 3 de la mañana del domingo, cuando casi todos se habían retirado, un joven decidió ir a tomar un taxi; él aprovechó para decir que también, pero no sabía que las personas con las que iba se detendrían para comenzar a golpearlo con un block, arrastrarlo y enterrarlo.
Fue un domingo 24 de enero del 2010 cuando, tras ser lapidado y sepultado, Juan Manuel “renació”.
Fuente: SinEmbargo
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