Por Fernando Ortiz C.
Las nuevas tendencias políticas parecen enfocarse en discursos donde se exacerba el espíritu nacionalista, y a la par, se incentiva a tomar una postura xenófoba y de rechazo frente a aquello que pueda atentar contra los valores tradicionales de la sociedad. Ejemplos de esto son los gobiernos de Estados Unidos, encabezado por Donald Trump o el caso de Brasil, con su más reciente presidente Jair Bolsonaro.
El argumento que se desarrolla por parte de estos mandatarios es la terrible inseguridad y falta de garantías de los ciudadanos de sus respectivos países en torno a situaciones tan complejas como la migración, o el caos provocado por conflictos bélicos, atentados terroristas, redes de crimen organizado o desigualdad económica lo cual afecta directamente a la seguridad nacional.
Posiblemente estos discursos xenófobos sean la excusa para la polarización de la sociedad, ya que al mismo tiempo que se desarrollan este tipo de posturas se gestan otras que se encuentran al otro extremo político, esos discursos que hablan de inclusión, de los beneficios que da la multiculturalidad, o la constante lucha por dotar a minorías de un poder dentro de las comunidades.
Así es la actualidad de la polarización que en algunos lugares del mundo se desarrollan, ciudades donde se aboga por aceptar al extranjero, reconocer las diferencias y amalgamar culturas, mientras que en otros lugares se busca perpetuar los valores tradicionales, excluir al extranjero y tomar una postura de defensa continua frente a lo que no es parte de la propia cultura.
Es con esto que el mundo se encuentra en la disyuntiva de la inclusión o la exclusión de los individuos. Prácticamente el tema que ha desatado la polémica y generado la polarización de la sociedad es el tema migratorio. Ya se ha escuchado a Donald Trump y sus continuas amenazas a los migrantes y a la par escuchar discursos de apertura y ayuda como el que expresó en su momento el presidente de México Andrés Manuel López Obrador.
La discusión versa en torno a si el tema de migratorio es parte de la dinámica de acción nacionalista, si es benéfico para el país recibir a los migrantes o si la actitud frente a esto es la xenofobia.
El resurgimiento del nacionalismo en diferentes rincones del mundo se da con la incertidumbre de quién ingresa, o de qué cambios ocurrirán si estas personas adquieren voz y voto, si comienzan a tener poder dentro del país y con ello las consecuencias sociales, políticas y de convivencia que se puedan generar.
El triunfo de Jair Bolsonaro es un claro ejemplo de un nuevo resurgir del nacionalismo brasileño, pero al igual el triunfo de López Obrador en México es un ejemplo de un nacionalismo que busca conjuntar clases y grupos segregados u olvidados, todo a su estilo pretendiendo incentivar el espíritu de la nación.
Ahora parece ser que la estrategia política es demostrar un profundo amor a la patria y bajo ese discurso polarizar a las multitudes, ya no importa si se es de izquierda o de derecha, el nacionalismo parece ser la fórmula que hace funcionar a la maquinaria política en ambos espectros.
Para finalizar el nacionalismo se puede ver como una opción para el crecimiento de una nación y el estímulo para que sus ciudadanos enarbolaren una bandera en común, pero al mismo tiempo puede ser un obstáculo y un lastre para lograr una cohesión social y una convivencia que amplíe los horizontes culturales de las naciones.
Ya lo decía Charles de Gaulle, no confundir patriotismo con nacionalismos dado que el primero es el amor a tu pueblo, a tu nación; mientras el segundo es el odio a otro pueblo.
Algunos considerarán necesario odiar y segregar al otro en pro de la nación, otros podrán enfilarse en extender la mano y ayudar como un beneficio para el país, al final la última decisión la tiene usted estimado lector.
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