El 2014 es un año que quedará por siempre en el recuerdo de muchos mexicanos que se atrevieron a despertar y alzar la voz en un país que acostumbra callar y evadir su realidad.
En el recuento de los daños, descubrimos que la sociedad mexicana sí piensa, siente y se conmueve por situaciones “ajenas” a su estilo de vida. Sin restarle importancia a otros casos, Ayotzinapa fue lo que vino a sacudir conciencias. Milagrosamente despertó el interés de los jóvenes y no tan jóvenes en asuntos de la vida real como es vivir en un México atrapado en una simulada guerra desde hace años. Convirtió en críticos e investigadores a ciudadanos comunes y corrientes que decidieron ser parte de una oposición que exige bienestar y persigue desde su trinchera los pasos que da un Gobierno fracasado sistemáticamente.
No solamente son los 43, también es Tlatlaya, Michoacan, la Casa Blanca, Mireles, el Avión Presidencial, Guardería ABC, los miles de Calderón y un largo etcétera que involucra impunidad, despilfarro y cinismo.
Por moda o por convicción, el hecho es que México ya cambió. En parte por las “Reformitis”política vivida en el año que termina y otra por el estado de shock que se vive a partir del conocimiento y valoración de lo ocurrido en Ayotzinapa.
Ahora inicia un año que en el papel no pinta menos intenso que el pasado. La inconformidad seguirá en aumento, la economía en picada, las movilizaciones seguirán presentes y vendrá el bombardeo de politiquería barata con las elecciones federales de Junio próximo.
Y aunque no existen opciones políticas al nivel de las exigencias del país, no me queda duda que la juventud mexicana será el factor dinámico en la soñada transformación social de México.
Feliz Año Nuevo.
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