Por Alejandro Páez Varela
La división entre las fuerzas políticas opositoras y las candidaturas independientes operarán, en 2018, para fraccionar el voto y permitir que el PRI se mantenga en el poder. Eso es lo que se dice. Y eso es lo que pasó, para no ir más lejos, en Edomex: PAN y PRD se fueron por su lado, lo mismo que Morena. Al final, Alfredo del Mazo Maza ganó y no por los votos del PRI, que quedaron debajo de los conseguidos por Delfina Gómez; ganó con sus alianzas.
El diseño de un frente opositor para 2018 originalmente tenía un destinatario: Andrés Manuel López Obrador. También es lo que se dijo.
Sin embargo, con el tiempo, este diseño evolucionó. La codicia, pero también el incontenible desgaste y el vacío generado por un Gobierno desprestigiado, modificaron el panorama. Lo que se pensó como el gran contrapeso para AMLO, ahora ha fraccionado a todas las fuerzas, menos a Morena. Incluso el PRI: si Enrique Peña Nieto se define por un panista, José Antonio Meade, podría sufrir esa misma fractura porque cada vez más corrientes en el PRI (Manlio Fabio Beltrones, Miguel Ángel Osorio Chong, etcétera) están inconformes.
Creo que vale la pena ver hacia el interior del Frente Ciudadano por México, que componen PRD, PAN y Movimiento Ciudadano. Es clave. Es el que puede competirle a AMLO. Lo primero que hay que advertir es que el Frente es un monstruo en un laberinto. Y el laberinto se ensancha y se contrae dependiendo el día.
Estamos viviendo horas cruciales porque el Gobierno federal no esperaba que el monstruo caminara solo, y hacia donde ha caminado. Muchas fuerzas se movilizan, hoy, para tratar de impactarlo.
Si le dejan crecer, el monstruo verá por encima y saldrá de su trampa. Pero los que pueden hacer crecer al monstruo están dentro de él. Y creo que dentro de él ya hay suficientes dudas e intereses encontrados.
1. MANCERA
El monstruo que es el Frente está encerrado en su propio laberinto.
Creo que, en este momento, el individuo que queda más incómodo dentro de las posibilidades del Frente es Miguel Ángel Mancera. Tiene asegurada la candidatura en el PRD; Alejandra Barrales es su incondicional, Héctor Serrano y Héctor Bautista tienen en su mano gran parte del control y los “Chuchos” están en la peor etapa, y menguando. La precandidatura de Silvano Aureoles, un hombre cercano a Miguel Ángel Osorio Chong y al PRI (no que todos los anteriores no lo sean) es una broma. Y Graco Ramírez, quien expresó que jugaría por la candidatura, estará metido en algún agujero mucho tiempo, después de haber enseñado el cobre durante todo su mandato y, como cereza del pastel de su ambición, durante el sismo. En fin: Mancera la tiene fácil allí, en el PRD.
Las complicaciones vienen cuando se le mezcla con el Frente. A todas luces, tendrá que ceder. Es él quien tiene que ceder. A campo abierto no sale bien librado: no tiene votos suficientes. Y para colmo, el sismo en la Ciudad de México pareció abrir un abismo a sus pies. Entonces, a menos de que tenga un as bajo la manga, a la hora de que PAN y PRD se sienten a ver quién es el más competitivo, saldrá Ricardo Anaya. Esa es la fotografía al día de hoy. Insisto: a menos de que Mancera tenga un as bajo la manga para catapultarse.
Quizás lo que pueda hacer es imponerse en la capital. Seleccionar, pues, al candidato del Frente en la capital. Faltaba más: el PAN en la Ciudad de México es poca cosa y los perredistas son gobierno. El PRD puede darle la batalla a Morena, no el PAN. Y juntos pueden hacer competitiva la contienda en una ciudad en la que se peleará con uñas y dientes cada esquina, cada casa, cada barrio. Una ciudad en la que el PRI se reduce a un pequeño bastión en Cuajimalpa, en manos de un puñado de rufianes como Adrián Rubalcava, Y ahora con Eruviel Ávila, quien entenderá de mala manera que la capital no es el Estado de México.
¿Qué queda, entonces, a Mancera?
Alguna vez me contó esto uno de sus principales operadores:
–Cuando Marcelo Ebrard decidió dejar que Andrés Manuel [López Obrador] fuera el candidato a pesar de sus posibilidades, todos nos desilusionamos y le reclamamos. Allí empezó su debacle. Nos sentimos traicionados por él. Nos dejó colgados.
En esa lógica, creo, Mancera tratará de irse hasta el final con el Frente pero para lograr muchas candidaturas comunes, incluyendo la de la capital. Pero no creo, la verdad, que suelte su propia candidatura en el PRD.
A la mera hora, siento, querrá competir la presidencial por el PRD, no dejársela a Ricardo Anaya.
Además, y aquí está el verdadero tema, los mismos que separaron a Mancera de López Obrador sienten que Ricardo Anaya es un riesgo para sus intereses. Lo presionarán para que vaya por su lado y no le entregue sus votos a Anaya.
A menos de que Mancera haya logrado su mayoría de edad en estos meses (su independencia también), tendrá presiones por todos lados para que no suelte la candidatura perredista regale sus votos a Anaya.
2. ANAYA
Creer o no creer en Ricardo Anaya. He ahí el dilema.
Ricardo Anaya padece algo similar a Mancera: la suma, le resta.
Por ejemplo: si le saliera a los panistas con que Miguel Ángel Mancera es el candidato del Frente (o del PAN) (un externo por primera vez en la historia), muchos militantes no ejercerán necesariamente un “voto de castigo”: más bien se irán, de manera natural, a las opciones panistas que tienen en la boleta: o Margarita Zavala, o José Antonio Meade. Es decir, darán su voto al sistema o, directamente, al PRI, que es el que promueve ambas candidaturas.
Si es él es el candidato del PAN, como seguramente será, ¿cómo va a incorporar a los seguidores de Mancera? ¿Qué les va a ofrecer? Pregunto esto otro, y la respuesta responde todo: Ricardo Anaya, ¿está dispuesto a darle una Secretaría a Héctor Serrano, a Alejandra Barrales o a Héctor Bautista? Puede decir que sí. No será la primera vez que mienta para crecer (que le pregunten a Gustavo Madero). Pero, ¿realmente cumplirá su acuerdo?
Es más: si convence a Mancera de que puede ser buen Secretario de Gobernación (para prometerle la Fiscalía General necesita más que su propia voluntad), ¿le cumplirá? O, más bien, ¿le creerán, con su historial de traiciones?
Anaya mandó a la calle a Margarita Zavala porque, dijo, el Frente todavía no decide sus métodos de elección. Y si el Frente no se concreta, entonces habrá utilizado otra vez sus habilidades (algunos llaman mentiras calculadas) para quedarse solo y sin competencia, justo de lo que se le acusa al interior del PAN.
Anaya necesita al Frente para compensar los votos que le robará Zavala entre los mismos panistas. O los que se llevará Meade, si es candidato. ¿Cómo va a convencer a Mancera, al PRD y a Movimiento Ciudadano de que puede ser un individuo incluyente aunque su historia personal diga otra cosa? ¿Cómo los convencerá de que esta vez NO va a engañar para acomodarse rico en la primera fila, como lo hecho durante toda su carrera?
***
El primero en hablar sobre un frente opositor, hace ya más de un año, fue Miguel Ángel Mancera. Citaba un “cuarto polo” formado por una mezcla de candidatos ciudadanos como él y políticos partidistas. Esa propuesta estaba fundamentada en una idea, y no hay manera de negarlo porque está en los archivos: comerse los votos de la izquierda, con Movimiento Ciudadano, Partido del Trabajo y el PRD. Era una alianza de izquierda que buscaba frenar a López Obrador y a Morena, pues.
En la preocupación de Mancera estaba y está, claramente, ser él quien pierda la Ciudad de México, el gran bastión de las izquierdas.
Ese “cuarto polo” –¡por supuesto!– tenía la bendición del Gobierno federal.
Luego se sumó Anaya. Hábil y a la cabeza, empezó a reunirse con Barrales y con Dante Delgado. Mancera empezó a desaparecer de las fotos, y él aparece en primer plano porque, de hecho, está en el primer plano ya sea por los escándalos o porque representa a la fuerza más poderosa del Frente.
El Frente le ha dado más visibilidad que incluso todos los spots que se agenció del PAN. Y le dio algo más: un margen de maniobra para reventar el grano que traía en la espalda: Margarita Zavala. El Frente fue suficiente pretexto para frenarla y echarla.
Y así fue que el “cuarto polo” se transformó en un monstruo peligroso para los mismos manceristas. Así fue como Mancera perdió el control de lo que él ayudó a formar.
Y así fue, también, cuando el Gobierno federal se vio obligado a intervenir.
Yo creo que Peña Nieto no ve mal las aspiraciones de Margarita Zavala y Miguel Ángel Mancera. De hecho, creo que a la primera le dará TODO para que crezca.
Pero al muchacho Anaya, para nada. No lo quieren en el Gobierno federal y por eso se empezó alimentar a uno o dos medios con datos sobre él. Empezaron a espiarlo, a promover la madriza que le han puesto en cierta prensa.
El Gobierno federal, sin embargo, ha perdido el control de lo que va a suceder allí, en el Frente. Aunque opera con todo para tratar de mantenerse adentro, en realidad ha perdido la maniobra que tenía con el “cuarto polo”, por ejemplo.
Lo que veo es que el monstruo está perdido en su propio laberinto. Veo difícil, cada vez más difícil, que el Frente encuentre la salida. Al menos para la candidatura presidencial. Habrá Frente para la Ciudad de México y para otras posiciones, pero no veo cómo podrá conciliar todos los intereses para presentar a un candidato común a la Presidencia.
El Frente es un monstruo, el monstruo está en un laberinto y sólo si crece podrá ver por dónde avanzar. A estas alturas, creo, al único que le conviene ese Frente con una candidatura presidencial común es al que se subió tarde al tren: Ricardo Anaya.
¿Podrá, el muchacho Anaya, domar al monstruo, hacerlo crecer, brincarse el laberinto y llegar fuerte a 2018?
Sería una hazaña realmente impactante.
Le pondría una patada en el trasero al Gobierno federal, a una parte del sistema …y levantaría los cuernos para enfrentar, en duelo de muerte, a López Obrador.
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