El periodismo en tiempos de Peña Nieto vive una persecución nunca antes vista por parte del Estado o mejor dicho, nunca antes registrada tan claramente. Se ha convertido sin duda alguna, en una de las profesiones que implican mayores riesgos de vida en el ejercicio de la misma, debido a la falta de garantías de libertad de prensa y por ende, afecta la veracidad de la información del periodismo crítico y da pauta al “chayote” que desinforma a la sociedad.
El multihomicidio registrado en la colonia Narvarte ubicada en la Ciudad de México no es ni el menos ni el más grave de los casos de ataque a la prensa en el país pero da otra muestra del pacto de impunidad que impera en la clase política del país.
El domingo siguiente al asesinato de Rubén Espinosa fotoperiodista de Proceso, Nadia Vera, activista del #YoSoy132, Yesenia Quiroz, maquillista, Mile Virginia Martín y Olivia Alejandra Negrete, trabajadora doméstica, se convocó mediante redes sociales a una reunión en el Ángel de la Independencia para marchar hacia la representación de Veracruz, en repudio a tan lamentable acontecimiento y solidaridad con las víctimas.
El desmontaje del evento de Fórmula 1 y una manifestación casi al mismo tiempo sobre Paseo de la Reforma, nos entrega una estampa más de ese típico surrealismo mexicano.
“Pórtense bien”, les pidió Javier Duarte de Ochoa, gobernador de Veracruz, a un grupo de periodistas en un encuentro en Poza Rica a finales de junio del presente año. Tanto Rubén como Nadia Vera, había declarado a distintos medios, que sufrían persecución, amenazas e intimidación por parte del gobierno que encabeza Duarte de Ochoa, que durante los 4 años que lleva su gestión, se han registrado 15 periodistas asesinados, por lo cual ya se le conoce en el medio como: “El mata-periodistas”.
En una investigación realizada por Artículo 19, en México un periodista es agredido cada 26 horas. Según el Informe de víctimas de homicidio, secuestro y extorsión 2015 de la secretaría de gobernación, México registra 17.828 homicidios hasta junio del año en curso y se han registrado 277 agresiones a libertad de expresión en el año que todavía transcurre. Con la muerte de Rubén, son 88 los periodistas asesinados en México desde el año 2000 y Veracruz es el lugar más peligroso para ejercer periodismo en toda Latinoamérica.
Es verdad que hay países en peor situación que México, pero ¿respecto a qué?, y ¿bajo qué contexto? ¿Acaso esa auto condescendencia borra mágicamente la crisis humanitaria que se vive en el país o será que la sociedad mexicana ya perdió toda sensibilidad humana ante la barbarie?
La servil, entreguista e ineficiente política económica de México, la corrupción y el enamoramiento de la sociedad al estado actual de las cosas, tienen al país sin horizonte.
El neoliberalismo ha convertido a México en un “prostíbulo patrimonial de los oligopolios internacionales” como lo define Eduardo Buscaglia y la doble moral de las grandes potencias ante el incesante atropelló a los derechos humanos en nuestro país es cómplice del desastre más allá de la comprobada ineptitud de nuestro presidente.
No conocí a Rubén ni a Nadia ni a Yesenia, Mile o Alejandra, asesinadas en Narvarte. Ni a los 43, ni a nadie de Ostula. Nunca conviví con ninguno de los 300 desaparecidos en Allende, ni tampoco vi de cerca a los fusilados de Tlatlaya y mucho menos estuve aquel día en Acteal ,Aguas Blancas o Tlatelolco. Poco he hecho para que se haga justicia por los 47 niños de la Guardería ABC y aunque no puedo emular el dolor de los afectados, la impotencia y la tristeza si se sienten.
No están solos y desde donde nos toque seguir luchando a los que creemos que México debe ser un país más justo, lo seguiremos haciendo con la consigna de convertirnos en una sociedad civil, ideológicamente y técnicamente preparada para regresarle ese horizonte a un país que perfora abismos para hundirse más y más.
Desaparecen estudiantes, matan periodistas, criminalizan a maestros y la muerte de civiles no cesa. ¿Seguros que la guerra es contra el Narco?
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