Por Alejandro Páez Varela
Fue el 15 de octubre de 2014, hace diez meses. El Gobernador Javier Duarte de Ochoa fue alcanzado por reporteros en un evento en Boca del Río. Le hicieron preguntas sobre la inseguridad en Veracruz, algo que haría cualquier periodista en los días que vivimos.
En uno de sus arranques de menosprecio, respondió:
“Antes se hablaba de balaceras y asesinatos, de participación de la delincuencia organizada, y hoy hablamos de robos a negocios, de que se robaron un Frutsi y unos Pingüinos en el Oxxo”.
Una nota de SinEmbargo, en ese mismo día, documentó los Frutsis y los días del señor Gobernador.
Halló que, de acuerdo con el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP), de diciembre de 2010 a agosto de 2014 se habían contabilizado 3 mil 136 asesinatos y un repunte en los homicidios dolosos: de 40 casos en julio, a 44 en agosto.
Secuestro: 374 casos en el mismo periodo con tendencia a crecer. En ese 2014 se reportaban (enero-octubre) 113 casos, cifra que ya rebasaba el registro de un año anterior. La extorsión, por las mismas: en cuatro años se tenían reportados mil 523 casos y creciendo. Y robo de vehículos con lujo de violencia, al cielo: 6 mil 62 entre diciembre de 2010 y ese agosto de 2014.
Los datos de la violencia, aunque se maquillen, indican que estas tendencias no han mejorado.
“Hoy hablamos de robos a negocios, de que se robaron un Frutsi y unos Pingüinos en el Oxxo”, dijo Duarte. Patán.
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El problema de Duarte, sin embargo, no es su patanería. Tampoco es su tono de perdonavidas o su menosprecio. Esas características en el político veracruzano (que redundan en maltrato permanente a los reporteros) debieron ser contenidas, al momento y en seco, por los medios locales. Conozco varios casos donde el Gobernador se pasa de lanza con los periodistas y eso marca su declive. Se descompone la relación con los dueños y con los editores. Y adiós gobierno.
Evidentemente, en Veracruz no pasó así. La actitud de Duarte con los reporteros es una de “le pago a tu jefe, deja de estar chingando”. Y si hay corrupción –no culpo a nadie–, pues el Gobernador baila sobre los periodistas. Si hay lambisconería, el tipo trata a todos por igual: como a prostitutas (con todo respeto para ellas y para el oficio más rudo del mundo).
Insisto en que el punto no es la actitud de Duarte. Cuando salga podrá pagarse un curso de manejo de ira; le servirá para cuando se retire a administrar su riqueza y se dedique a su familia y ya, listo.
El tema aquí es que cuando habla de Frutsis y robos en los Oxxo mientras se acumulan los muertos y los secuestrados, su menosprecio tiene consecuencias funestas. Es un menosprecio por la vida, las vidas. Es un desprecio por los otros.
La patanería y las mentiras, mientras Veracruz se desangra, arropa una actitud criminal. No digo que él sea culpable de los homicidios; tampoco lo exculpo; digo que, por omisión, el culpable de la situación que vive Veracruz es el Gobernador y el descaro con el que habla de Frutsis es ofensivo para los muertos y para los vivos, para las víctimas directas en indirectas.
Ahora el Gobierno federal entenderá qué alto ha resultado el costo de ser omiso. La crisis de derechos humanos que se vive en Veracruz y en otras partes del país debe ser atendida y cerrar los ojos ante las minas sembradas en el campo no evita que exploten.
Con Javier Duarte (PRI), el Gobierno federal (PRI) cerró los ojos aunque eso cueste vidas. Cerró los ojos en el campo minado del Estado de México, aunque las minas volaban brazos, cabezas y piernas de los más vulnerables. Pero la verdad no se oculta.
Duarte le ha salido muy caro a todos: a los medios locales que no denunciaron sus excesos o sirvieron de comparsas; a los medios nacionales que abrazaron su publicidad y no dedicaron UNA LÍNEA a años de excesos; al Gobierno federal, por actuar de forma facciosa y permisiva. Y también nos ha salido caro a los que no vivimos allá, a los ciudadanos que no estamos organizados para gritar ¡basta!
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Tres días antes de ese 15 de octubre de 2014 (día de los Frutsis y los Pingüinos), la ira del señor Gobernador cayó otra vez sobre los reporteros. Y otra vez fue la inseguridad.
Duarte de Ochoa exigió a los periodistas, amenazante, que hablaran bien de Veracruz. El mismo patán, el mismo perdonavidas.
“La situación de inseguridad es un tema que les encanta a ustedes hablar”, acusó a los presentes. “Y yo aquí diría que es como escupir para arriba, [o] al revés”.
Agregó:
“Yo creo que debemos de hablar de las cosas positivas de Veracruz. Debemos promover Veracruz y, bueno, te tengo un reporte –le dijo directamente a la reportera que se atrevió a preguntar–; una mala noticia para ti, una buena noticia para todos: los hoteles de Veracruz están llenos”.
Es decir: la periodista no estaba haciendo su trabajo. La periodista estaba allí para chingarlo, para joder.
Como enemigo del gobierno y de los veracruzanos, la periodista quería degradar al señor Gobernador preguntando por los muertos y los secuestros.
“Ahorita si quieres encontrar un cuarto de hotel en Veracruz, no encuentras una sola habitación. Está lleno”, remató Duarte.
Patán, sí. Irresponsable, también. Y muy preocupante. Duarte no actúa como jefe político y cabeza de una administración; no opera como Gobernador, sino “jefe de la plaza”: amedrenta, amenaza, descalifica, golpea para mantener el control. Y seguramente corrompe.
Como un capo, pues; como un jefe de la delincuencia organizada.
Twitter: @paezvarela
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