Un bullicioso mercado de repente se convierte en una tumba masiva.
Para los habitantes del este de Bagdad en Iraq, esta escena de vehículos quemados y estructuras derribadas después de una explosión es una escena demasiado común.
Es un constante recordatorio por parte de ISIS de que la muerte es inminente.
Pero entonces, una explosión de música apasionada despierta a los residentes de su deprimente rutina. Los transeúntes que se enfrentaron a un ataque con bombas horas antes giran sus cabezas confundidos para ver qué está interrumpiendo este momento de profunda tristeza.
Entonces, quedan desconcertados al ver al famoso conductor de la Orquesta de la Sinfónica Nacional Iraquí, Karim Wasfi, ubicado sobre escombros quemados, moviendo su cabello de color negro azabache con una actitud al estilo de Beethoven mientras desliza el arco por su chelo.
“Estas calles todavía tendrían los restos del incidente anterior y tal vez algunas escenas terribles, e incluso… el olor de la muerte”, dice Wasfi, al describir su mórbido escenario.
Toca un tono triste en vibrato: un pasaje de “Baghdad Mourning Melancholy”, una pieza clásica que compuso.
La gente que camina en el distrito de Mansour, conocido en mejores tiempos por sus clubes sociales de élite, se detienen, uno por uno, y escuchan.
Su asombro se convierte en intriga. Se forma una multitud. Aparecen los teléfonos móviles para grabar. Las personas se abrazan. Se dibujan sonrisas en algunos rostros, y una lágrima ocasional cae por este rostro o aquel.
La gente se acerca más y más a Wasfi. Durante la canción, están conectados y se elevan de los horrores que los aquejan.
“Superaron su desconcierto, unidos a través del sonido del chelo y de la música”, dice Wasfi.
Este fue el objetivo del maestro desde el inicio, cuando un fanático los privó de la vida con un auto cargado de explosivos.
Se convirtió en una campaña.
Esa fue la primera presentación de Wasfi luego del bombardeo, y se hizo viral cuando su querido amigo Ammar al-Shahbander la publicó en línea.
Semanas más tarde, una bomba le quitó la vida a Shahbander.
Al día siguiente, Wasfi se vistió con un traje blanco y también tocó en el lugar.
Y siguió.
Se convirtió en una campaña que Wasfi llama “Música para la paz”. Ha dado serenatas para los muertos en más de una docena de sitios bombardeados desde abril.
Para él, los ataques terroristas matan a algunos de manera instantánea, pero encarcelan a muchos más de los vivos.
Los objetivos de ISIS son indiscriminados: buenos amigos que se reúnen en un café, o un niño que compra un bloque de hielo para refrescarse en un caluroso día de verano.
El objetivo de ISIS es atacar la vida cotidiana y la tranquilidad mental. El suyo es recuperar el espacio.
Wasfi se dirige a los sitios de sus muertes para tocar su música, a fin de conquistar los corazones heridos de los vivos y fortalecer su voluntad de seguir adelante.
Esto ayudó a Mustafa Abdel-Jabbar, de 18 años de edad.
“Mantenemos los nervios de punta, no estamos relajados”, dijo. “Tenemos miedo de ser atacados por el Estado Islámico, Daesh, o vamos a salir y perder la vida en una explosión”.
Abdel-Jabbar descubrió a Wasfi en su camino a la escuela. Estaba cabizbajo y tenía los ojos fijos en la destrucción que bloqueaba su camino.
Entonces, escuchó un sonido fuera de lugar, y frotó sus orejas en señal de incredulidad. Giró la cabeza para ver a Wasfi vestido en un atuendo formal en medio de los escombros.
Abdel-Jabbar aceptó rápidamente su mensaje.
Después de buscar en línea a Wasfi, decidió matricularse como estudiante en el Peace for Art Center de Wasfi, donde canta y toca el violín.
“Por supuesto que el terrorismo nos amenaza con explosiones, armas y asesinatos, y nosotros le respondemos con la música”, dijo.
Wasfi dijo que fue testigo del impacto de la música cuando tocó para 53 niños que habitaban una mezquita de Bagdad después de que ISIS los desplazara de Ramadi y Faluyá.
“Los niños no conocían nada aparte de tanques y gritos de batalla islamistas”, dijo Wasfi.
Tocó la “Suite no. 1 en sol mayor” de Bach, a medida que los niños se sentaban y se acurrucaban a su alrededor. Preguntaron quién era Bach y quisieron tocar el pelo de caballo de su arco.
Para la tercera visita de Wasfi, era una historia distinta.
Los niños, quienes al principio se empujaban unos a otros para tomar su chelo, ahora participaban en discusiones acerca de las razones por las que las estrellas brillan, las similitudes en las religiones abrahámicas y cómo la aceptación de otros es una elección.
En la ciudad de Karrada, hay otra cicatriz de guerra, una que ha sido lenta en sanar luego de que una bomba ocasionara la muerte de 50 personas y dejara heridas a 100 más.
Wasfi se dirigió ahí hace poco para tocar.
Las ruinas se ven casi como se veían hace siete años. Los escombros aún no han sido quitados.
Armado con un arco y un chelo, Wasfi enfrenta su desafío más reciente.
Mientras toca su crescendo más fuerte, él espera conquistar la desesperanza una vez más.
Fuente: CNN
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