Hace algunos días se registró otra agresión a Normalistas de Ayotzinapa, casi al mismo tiempo en que los jornaleros de San Quintín se manifiestan exigiendo mejoras en sus condiciones de trabajo y en ambas situaciones, como es una costumbre de este gobierno, reciben golpes y no soluciones.
En el trámite mediático del dia a dia, nos hemos encontrado con la satanización constante de la disidencia. Insisten en que el país “no se puede quedar atrapado en Ayotzinapa”, que “hay que superarlo” y lo más ingenuo de todo, “hay que olvidarlo” cuando apenas se cumplieron 6 meses de la masacre en Iguala y la resolución del gobierno, no convence.
Aunque un crimen de Estado quede impune no lo hace inolvidable. En México, los enfermos mentales son los que se niegan a olvidar las injusticias y los “cuerdos” quieren darle vuelta a la página.
Se dice que la vida hay que vivirla al máximo: al máximo de deudas, al máximo de consumo, al máximo de inseguridad y al máximo de injusticias.
Es necesario replantearnos conceptos básicos de vida como es la libertad y la justicia en este México que camina en sentido contrario. La pereza intelectual es alimentada por el consumo chafa y por aspiraciones de riqueza por parte de las clases dominadas.
Pero siempre tendremos el derecho a delirar con un mundo mejor.
La contracultura de consumo existe y siempre está a la vuelta de la esquina. Las opciones políticas por el momento, no terminan de convencer de que son el camino para salir de esta barbarie.
Tenemos derecho a rechazar el destino de miseria maquillada que dictan los mercados controlados por las cúpulas de poder, tenemos derecho a delirar con una mejor sociedad y siempre tendremos el derecho a soñar con un mundo menos cruel que el actual.
Dice Eduardo Galeano que “la utopía sirve para seguir caminando” y es precisamente eso lo que mantiene en movimiento las ideas y esperanzas del cambio social.
Todas esas culpas que arrastramos cuando criticamos al sistema, si bien no nos exentan del mismo, si son las pautas para cambiarlo mediante sacrificio y la voluntad personal de hacerlo. No olvidemos que en todo momento, somos libres para dejar de consumir banalidades pero requiere de una sincera autocrítica y aceptación de la hipocresía personal, que con hechos disminuirá día con día hasta desembocar en la congruencia.
La revolución no será televisada.
Por: Manuel Tenedor.
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