Por: Fernando Ortiz C.
El Paraíso terrenal o deberíamos llamarlo el paraíso fiscal ese lugar donde convergen los intereses de algunos de los personajes más prominentes de la farándula mundial. Un lugar donde no importa si se es jefe de estado de Europa o América; si se es futbolista o empresario, amigo de algún político o rey de un país del Medio Oriente, ese oscuro y paradisiaco lugar donde acoge el lavado de dinero y la evasión de impuestos, ayudados por la firma de abogados de Mossack Fonseca.
El mismísimo paraíso en la Tierra, que si no es por la filtración de más de once millones de documentos a los que tuvo acceso el diario alemán Süeddeutsche Zaitung, las acciones y enredos fiscales quedarían ocultos bajo la sombra de la legalidad de las llamadas offshore de los distinguidos clientes con los que cuenta la firma de abogados.
Legalidad sin ética, filtración de documentos en pro del bien común, datos confidenciales que salen a la luz pública y develan una red de turbulentas transacciones de personajes que tienen diferente jerarquía y poder a nivel mundial, así es el Paraíso, o al menos uno de los paraísos fiscales con los que cuentan las altas esferas mundiales, donde comparten una maraña de enlaces para esconder dinero cuya procedencia puede cuestionarse o al menos incentivar la desconfianza de la opinión pública.
La filtración de los conocidos Panama papers es sin duda motivo de controversias, tanto de quienes son perjudicados, o al menos mencionados, así como de aquellos que cuestionan y levantan la voz de indignación de lo que sucede tras las bambalinas del espectáculo mundial.
Cabe señalar puntualmente que las empresas extraterritoriales o conocidas también como offshore no son ilegales y son legítimas sus actividades en transacciones internacionales, pero que sean legales no hacen que sus actividades sean éticamente consecuentes con la representatividad y cargos de los implicados, esa es la gran paradoja de este enredo que ha cobrado como primera víctima a Sigmundur Gunnlaugsson, quien fuera primer ministro de Islandia hasta antes de conocerse sus vínculos que lo relacionaba con actividades sospechosas, según lo presentado en alguno de los documentos, escondiendo una gran cantidad de millones de dólares, entre algunas otras acusaciones en su contra.
El contexto de la filtración de los documentos de la firma Mossack Fonseca coincide con un hecho relevante respecto a la privacidad de los datos, y hasta dónde se puede llegar en la búsqueda de información, estoy hablando de la batalla que sostuvieron el FBI y la compañía Apple respecto al desbloqueo del teléfono móvil de uno de los implicados en la masacre de San Bernandino. Mientras el FBI pedía a la compañía el desbloqueo del teléfono personal del delincuente, la empresa argumentaba que eso atentaría contra la privacidad de los datos del usuario. La agencia justificaba que dicha intervención del celular podría ser fundamental para esclarecer algunos datos o vínculos de los asesinos. Apple se reusó tajantemente a colaborar desatando la controversia entre cuándo es lícito invadir la privacidad justificándose en el bien común o en un fin benéfico pro de la justicia.
Lo mismo ocurre con la que es considerada la filtración más grande de documentos en la historia, qué postura tomar frente a un acto ilegal como lo es la sustracción y posterior filtración de datos privados para denunciar los embrollos financieros y la red de corrupción de altos funcionarios en el orbe mundial.
Como lamentablemente era de esperarse no podían faltar algunos mexicanos implicados en tan dichosa filtración; los nombres de Juan Armando Hinojosa Cantú, con acusaciones de utilizar negocios fantasmas en las Bahamas. Otro nombre que aparece en los documentos es el de Alfonso de Angoitia quien funge como el cerebro financiero del “honorable” consorcio conocido como Televisa. Carlos Hank Rhon y la “prestigiosa” y nada polémica empresa Oceanografía también aparecen.
¿El fin justifica los medios? esta sería la gran interrogación a la que nos enfrentamos, recurrir a la ilegalidad para denunciar la ilegalidad.
Pareciera que el mundo político es un teatro donde los actores toman sus respectivos papeles para después disfrutar de las mieles de la evasión fiscal y de los turbios negocios con los que se benefician, un espectáculo tal como el que hace unas semanas se llevó a cabo en el rancho de Jerécuaro propiedad del panista Diego Fernández de Cevallos, quien fue exhibido disfrutando de su celebración de cumpleaños con su supuesto archirrival político Carlos Salinas de Gortari, el perredista Carlos Navarrete; Porfirio Muñoz Ledo y Jorge Castañeda también eran parte de los invitados, y que decir que hasta el clero tenía su representante en la persona de Norberto Rivera Carrera, tal cual como versa la popular frase: “Dios los hace y ellos se juntan”.
Así parece que a lo largo y ancho del planeta se vive el mundo político, siendo un circo planeado y listo para llevarse a la escena mientras el público espera a que se desarrolle la obra. No podía faltar la argumentación de que la pluralidad es un gran beneficio para la escena política por eso es que el “Jefe” Diego tiene tan diversos invitados. Nuevamente desde su retorcida perspectiva el fin justifica los medios.
Culpables y víctimas relucen en estos ejemplos que a lo largo de unas cuantas semanas se han extendido en ríos de tinta, culminando con los ya famosos Papeles de Panamá, pero ¿Quiénes son las víctimas? ¿Quiénes son culpables?
Víctimas parecen, y quieren, ser los implicados en la patraña política al ser exhibidos en sus reuniones íntimas: también pueden simularse como víctima la agencia de seguridad y justicia que necesitaban la información de un teléfono celular; o posiblemente sean las víctimas todas aquellas “estrellas” que aparecen ahora en escena indignadas porque fueron objeto de la publicación de sus datos y movimientos confidenciales.
Muchas preguntas quedan en el aire, siendo el cuestionamiento crucial la tan trillada interrogante ¿Quién o quiénes son los beneficiados por dar a conocer este tipo de información?
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