Por Manuel Tenedor
En diciembre de 1992 se firmó el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), un acuerdo entre México, Estados Unidos y Canadá con la finalidad de hacer de la región, un área de libre comercialización de productos.
Carlos Salinas de Gortari, presidente de México que orquestó el tratado, aseguraba que el TLCAN era el camino para alcanzar el primer mundo. La propaganda mediática de la época fue el mejor aliado del salinismo para concretar el acuerdo con potencias muchos más fuertes que México.
Algunos sugieren que el TLCAN fue la condición de George Bush para legitimar la presidencia de Salinas de Gortari tras imponerse en las fraudulentas elecciones de 1988.
Han pasado más 20 años desde que dicho tratado entró en vigor y México sigue muy lejos de ese anhelado “primer mundo” con el que se ilusionaron los mexicanos. Algunos todavía consideran a Salinas el mejor presidente que ha tenido México por la firma de este tratado, ya sea por ignorancia del tema o por simple corazonada de un vago recuerdo.
La apertura de las fronteras para el libre tránsito de productos fue la piedra angular de dicho tratado. Los beneficios a México nunca llegaron. Los norteamericanos violaron el acuerdo desde el primer día al no permitir el ingreso de camiones de carga mexicanos a su territorio.
Promotores del libre mercado alegan que con acuerdos de este tipo, un país logra un crecimiento más rápido, diversifica las exportaciones, genera inversiones a largo plazo, tiene mayor presencia de capital extranjero y llega la tecnología. Debatibles esos beneficios.
La tasa de crecimiento de nuestro país es paupérrima. La pobreza y desigualdad no han dejado de crecer y el campo ha sido desmantelado sistemáticamente.“Si un tratado de libre comercio fuera esa varita mágica para alcanzar el desarrollo, en todo caso, México ya seria un pais desarrollado”, declaró Rafael Correa, presidente de Ecuador en una entrevista en 2013.
El TLCAN en gran medida ha sido el causante de la migración de millones de mexicanos a territorio estadounidense. Los subsidios del gobierno norteamericano a la agricultura de aquel país junto al deterioro del campo mexicano es-entre otras cosas- la razón por la cual compramos frutas importadas en supermercados gringos en México, aún cuando nuestro país posee condiciones naturales más óptimas para la siembra. El TLCAN no solamente ha sido un desastre para la economía mexicana sino que también fortaleció la cultura de idolatría hacia los productos extranjeros.
Algunas personas todavía no comprenden cómo afecta a México el alza del dólar. Incluso hay quienes aseguran que ni les afecta porque no van de compras a Estados Unidos. Absurdo.
Estados Unidos es el mayor socio comercial de México con el 66% de participación comercial con nuestro país y México importa mucho más de lo que exporta a ese país debido a la falta de competitividad y capacidad técnica-industrial. Estados Unidos es un país post-industrial mientras que México es un país post-agricola.
Peña Nieto reconoció que hay cierto “escozor” (irritamiento) en la sociedad mexicana por el alza del dólar, incluso aseguró que (el alza) es positiva ya que: “le da a nuestro país condiciones de mayor competitividad, lo hace más atractivo y atrae turismo”.
El discurso es el mismo. El primer mundo prometido por Salinas nunca llegó. Los beneficios de las reformas estructurales de Peña seguramente tampoco llegarán jamás.
Los supuestos éxitos del libre mercado en México no se sostienen con la evidencia.
Twitter: @ManuelTenedor
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