Muchos coincidimos, a finales del año pasado, en que la gestión de Enrique Peña Nieto podía darse por concluida. El escándalo de la “casa blanca” hizo pensar, entonces, que el Presidente ya no se recuperaría y que, de hecho, los siguientes años de su administración serían para administrar el daño: vengarlo, mascullarlo, soñarlo y, hasta donde fuera posible, ocultar el daño causado por este escándalo de corrupción.
Luego de la “casa blanca” vino el despido de Carmen Aristegui, y la elección intermedia marcada por el grosero cochinero del Partido Verde, y al día siguiente, como en el galgódromo, se abrieron las puertas a la carrera presidencial.
Pero esto no se acaba hasta que no se acaba, como dicen en el beisbol. Siguieron los audios de OHL México. Uno a otro, goteando como aguas negras en el drenaje, cada uno va llegando más lejos. El último alcanzó a Gerardo Ruiz Esparza, Secretario de Comunicaciones y Transportes (SCT) federal y en esa lógica podríamos suponer, cualquiera de nosotros, que el siguiente traerá la voz de Eruviel Ávila. Se trata de un escándalo de corrupción que toca básicamente a la familia revolucionaria e institucional del Estado de México. Nadie se extrañe, pues, que es cosa de semanas o días para que salga el audio rotundo, el definitivo, el que sacudirá tres generaciones de nacidos en Atlacomulco. No lo sabemos de cierto pero lo suponemos, parafraseando a Jaime Sabines.
Y ahora, la fuga de Joaquín “El Chapo” Guzmán. Y otra vez la corrupción.
Las señales de la descomposición del sistema no terminan aquí, sin embargo. Lo de “El Chapo” no es la gota que derramará el vaso.
Yo creo que la gota está derramándose a nivel calle. Y pongo un ejemplo.
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Mi amiga está planeando la migración forzada de sus padres. Ellos se resisten, y los entiendo: llevan una vida en esa zona; unos veinte años, o más.
Mi amiga cuenta su tragedia en dos capítulos: en el primero, los secuestros de familias completas, un pariente que regresó con vida pero sin dedos y con el rostro deformado; las extorsiones, la coordinación entre los criminales y las policías (de los tres niveles) y las hummer y otros autos de lujo en los centros comerciales, que sólo pueden usar en público los secuestradores y sus comandantes (de la policía o del crimen organizado).
–Hummers en esos centros comerciales, ¿lo crees? –dice–. Nadie cambia ya su auto por miedo a los secuestradores. Sólo ellos, los secuestradores, pueden manejarlos. Y allí se pasean.
En el segundo capítulo de su tragedia, mi amiga narra sobre la gente común. Sobre cómo nadie denuncia los secuestros, la extorsión, los asaltos armados en negocios o los robos en casas o negocios porque, literal, es ponerse en manos del crimen organizado.
Denunciar, dice, es decirle a los criminales vestidos de policías quién eres, a qué te dedicas, tu número de credencial para votar, todo. Entonces la gente, ni por idiota que fuera, denuncia. Se pagan rescates y se espera a que el familiar o los familiares (hijos, madres, padres) salgan vivos. Muchos no regresan con vida. Como la señora que vendía tostadas y que ya no volvió.
Muchas veces no salen vivos de un secuestro, dice, o si regresan, llegan mutilados. Chiquillos sin orejas, sin dedos. Mamás sin nariz.
–¿Y sabes qué me tiene más horrorizada? La gente. Nadie dice una palabra. Si alguien sabe de un secuestro o que extorsionan un negocio en la esquina de su casa, se da la vuelta y se encierra como si eso te salvara –dice, desesperada.
Y no, no es en Tamaulipas.
Su relato es sobre Chimalhuacán, Estado de México.
Policías organizados para sacarle hasta el último centavo a los ciudadanos. Políticos coludidos con policías que están coludidos con criminales, y criminales que tienen el poder sobre las vidas de miles, decenas de miles que viven un infierno desde hace años en ese coto del PRI.
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–Hicieron un bailongo gratis, masivo, con Los Tigres del Norte. Creo que Los Tigres ni se querían parar allí. La gente es tonta porque no les dan seguridad pero les llevan grupos. Ese tipo de pachangas se organizan seguido. Circo y más circo.
Mi amiga cuenta todo esto con la voz bajita, aunque estamos en un lugar seguro.
Me voy con cierta desilusión. En estos días leía a Thomas Piketty, un profesor de Economía de París que se ha vuelto famoso por su discurso sobre las desigualdades. El tema es muy interesante. Analiza, el afamado economista, los sistemas tributarios de Occidente frente a la necesidad de repartir la riqueza, cada vez más concentrada en pocas manos. Se pregunta, desde la historia y las estadísticas, si se debe dejar a que las fuerzas del mercadorepartan la riqueza o si los Estados deben intervenir para repartirla, ya sea con impuestos o imponiendo límites a los más ricos e incluso a las herencias. Porque, para 2030, una buena parte de la riqueza en el mundo será heredada por juniors.
Me voy desilusionado de la conversación con mi amiga porque pienso que Piketty no conoce Chimalhuacán.
No conoce, definitivamente, el Estado de México, donde los pájaros vuelan de espaldas, la mierda se cae para arriba, la gente más pobre y explotada vota por los mismos empobrecedores y explotadores de siempre y las teorías económicas caen como agua bendita sobre la piel de la endemoniada en el Exorcista.
Pienso en Piketty, parado en medio de Chimalhuacán, donde la gente paga al crimen organizado, el PRI usa los impuestos en el PRI, la desigualdad es abismal y, aún así, siguen votando por los mismos que matan o que, en el mejor de los casos, les cortan un dedo o una oreja.
Qué sabe Piketty de chiquillos sin orejas, sin dedos. Qué sabe de mamás sin nariz.
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La usuaria @ely234, cuyo nombre en Twitter es GraciasFCH, me llama “perro” y “basura podrida” porque me atreví a cuestionar a la candidatura de Margarita Zavala por su relación directa con la guerra trágica de su marido, Felipe Calderón. No fue la única. Otros me dijeron “pendejo vendido”.
Cuestioné a “El Bronco” porque no lee. Eso, en otra columna. También dije que hasta que no nos demostrara lo contrario, estaba en duda. Tengo razones para hacerlo: Fox es la más clara. Pues se me dejaron ir con todo. “Pinche vendido priista”, me dijo uno. “Pendejo, te vamos a hacer mierda”. Bloquear, bloquear, bloquear. Listo.
Pedí al Gobernador Roberto Borge, de Quintana Roo, que ofrezca una disculpa pública al periodista Pedro Canché por meterlo a la cárcel y en automático, una ola de bots me atacó. “Pendeja, andas drogada”, me dijeron unos diez. “Jajaja, eres una pendeja”, me dijeron otros 20. Resulta que mi foto en Twitter es la portada de una de mis novelas, donde aparece una mujer. Resulta que el (este sí) pendejo o la (esta sí) pendeja que manipulan los bots del Gobernador priista no leyeron siquiera mi nombre. “Chinga tu madre, mamona”, me dijeron.
Me sorprendió el nivel de los defensores de “El Bronco” y Margarita Zavala. Los del Borge son bots, es decir, gente que no existe, fantasmas que flotan en la red porque el Gobernador de Quintana Roo usa nuestro dinero para agredir a sus críticos.
Pero los de “El Bronco” y Margarita, supongo, sí son gente real.
Pensé: no saben, esos fans de Margarita y de “El Bronco”, que mientras encuentran enemigos en los críticos y tratan de callarlos con mentadas de madre, los verdaderos enemigos de los mexicanos andas a sus anchas y no sólo por Chimalhuacán: en todo el país. Chiquillos sin orejas, sin dedos; mamás sin nariz, ¿de verdad vale la pena defender a políticos que no han demostrado nada?, pensé.
Estamos como los vecinos de los padres de mi amiga: “Nadie dice una palabra [sobre la descomposición a nuestro alrededor]. Si alguien sabe de un secuestro, se da la vuelta y se encierra en su casa como si eso te salvara”.
Son como Piketty, pensé. Pero a lo pendejo, porque ellos sí saben qué se vive en México y su respuesta es basura podrida que no cambia nada.
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Slavoj Zizek contó dos veces, la semana pasada, su mismo chiste. Recordó uno de sus libros. Narraba la historia de un judío que pide visa para salir de la Unión Soviética. El oficial le pregunta por qué y él responde que por dos razones. La primera, por su temor a que, si la URSS se desmoronaba, culparan a los judíos.
–Eso es una locura –alegó el agente–: la URSS nunca se va a desmoronar.
–Bueno –respondió el judío–, esa es la segunda razón.
Zizek cuenta una segunda versión:
Un griego va a la embajada de Australia a pedir permiso para trabajar. Alega como primera causa que Grecia quede fuera de la Unión Europea. El encargado australiano de las visas le dice:
–Bueno, eso no va a pasar.
–Ejem –agrega el griego–, esa es la segunda causa.
Cuento la versión mexicana: Don Cacahuate va a la embajada gringa a pedir visa y alega dos razones.
–La primera es que gane Osorio Chong la Presidencia.
–Bueno –alega el migra–, nada es seguro para el PRI. Están Margarita Zavala, Moreno Valle, Miguel Mancera, AMLO, “El Bronco”, Ebrard…
–Ejem –agrega el mexicano–, esa es la segunda causa.
Zizek tampoco conoce lo que pasa en Chimalhuacán y anexas.
*Esta columna refleja sólo el punto de vista de su autor
Por: Alejandro Páez Varela
@paezvarela
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