Por: Fernando Ortiz C.
Érase una vez un capo muy peligroso y perseguido que era atrapado una y otra vez, y de igual forma lograba escaparse de los penales de máxima seguridad en los que era recluido. Ya sea por medio del carrito de la ropa sucia o de la basura, túneles y motocicletas, este personaje lograba burlar a la policía y el gobierno.
Sin duda ésta podría ser la introducción de un cuento a la mexicana, un fábula que se ha desarrollado a lo largo de varios años con pasajes que van desde los más absurdos y fantasiosos a inverosímiles o simplemente que desafían a todas luces el sentido común.
A partir del viernes pasado este relato suma un capítulo más, donde el protagonista cae por culpa de su ego y su intención de hacer un largometraje de su vida, donde él relataría su versión quasi mitológica de su vida e historia con sus logros y grandes secretos.
Como se ha caracterizado cada uno de los pasajes de esta truculenta leyenda, donde las intrigas son el ingrediente constante para su desarrollo, su captura ahora se narra como el resultado de un exhaustivo trabajo de inteligencia por parte de las fuerzas armadas de México y una logística sin igual de seguimiento por parte del gobierno federal. Muertes, tiroteos y persecución fue lo que ahora se dice que sucedió.
Al menos en esta ocasión, el individuo detenido es similar o tiene un alto parecido con él que fue capturado la última vez; pero las sospechas estuvieron a la orden del día y comenzaron a surgir como parte esencial de los relatos al puro estilo mexicano; las famosas y recurrentes bombas de humo no se hicieron esperar; la captura de Joaquín Guzmán Loera ocurrió porque: subió el dólar. Tal vez algunos vieron más factible que la captura sucedió porque Enrique Peña Nieto necesitaba recuperar algo de credibilidad, otros posiblemente pensaron que ambas “cortinas de humo” era probables, y un sinnúmero más de “teorías de conspiración” aparecieron conforme las noticias de la captura se presentaban.
Haciendo un análisis crítico y más profundo del hecho de recapturar al narcotraficante más buscado del mundo, sería necesario pensar qué o quién está detrás de esta ficción o realidad que acapara titulares.
Ya se ha perdido total credibilidad en lo que se presenta o se dice; el gobierno cae en la dicotomía de decir la verdad o inventar, por más disparatado que parezca el suceso.
Se habla ahora de que la captura fue producto del azar y no de una labor de inteligencia. Sea lo que sea y como fueron los hechos, surge un elemento extra para profundizar: ¿Quién es el bueno y quién es el malo?
El gobierno que captura al narcotraficante o el narcotraficante que ayuda a los pobres; la gran paradoja de Robin Hood.
La sociedad mexicana ha perdido todo respeto por sus gobernantes, y a falta de un líder mesiánico, como el que siempre se espera llegue a nuestro país y repare todo, emerge el personaje de un humilde campesino, que ante la falta de oportunidades, se dedica al narcotráfico, y entonces crea un imperio con el cual puede ayudar a las comunidades que se ven socorridas. Manifestaciones por la captura de dicho personaje empiezan a presentarse a lo largo y ancho de su zona de influencia. La exigencia del pueblo es: liberen al Chapo. Algunos aventurados tienen la osadía de pedirle a Dios que lo dejen libre.
El gobierno mexicano y norteamericano gasta millones de dólares; horas enteras de trabajo en búsqueda para recapturarlo; pensando en diferentes estrategias de lograr el botín preciado: su cabeza o verlo tras las rejas. Un verdadero dolor de cabeza, según dicen los mandos encargados de perseguirlo, pues se escabulle con facilidad, pero una actriz mexicana y un productor norteamericano tienen la forma de localizarlo y entrevistarlo. Entonces las preguntas obligadas toman forma: ¿Los gobiernos tanto mexicano como americano lo buscan con la esperanza de no encontrarlo?, o ¿todo es parte de un cuento planeado, pensado, fríamente calculado? o ¿son hechos que se pueden generar en nuestro país sin la mayor preparación y todo dejarlo al azar y la suerte de lo que pueda ocurrir?
Realmente se quiere acabar con la venta y trasiego de la droga, o los planes e intereses han cambiado y el Chapo es solo una pieza más del ajedrez. Será que por fin el gobierno busca acabar con el problema del tráfico de drogas pero ya nadie cree y la incredulidad es más fuerte que las intenciones de quienes luchan contra el narcotráfico.
Esto es a lo que hemos llegado, a la confusión y desinformación, a dudar de todo y buscar la salida a una teoría conspiratoria, que por más descabellada que pueda fraguarse, tiene posibilidades de ser más creíble que las versiones “oficiales” que se presentan.
La desesperanza, hartazgo y el odio al gobierno, a servidores públicos es ya tan recurrente que se justifica al forajido y al criminal porque ayuda más que quienes tienen el deber de hacerlo. Pero qué pasaría si en verdad el Chapo pacta con el gobierno convirtiéndose en uno más de ellos y todo es un juego de apariencias e ilusiones.
Mientras observaba en la televisión las imágenes de la captura, se mencionó que cinco personas fueron abatidas por personal castrense y policía federal en un enfrentamiento que tenía como objetivo que el Chapo y sus colaboradores escaparan. ¿El Chapo realmente quería escapar?, ¿por qué? si se dice que está unido y vinculado al gobierno, entonces cuál es el afán de generar un enfrentamiento, qué necesidad se tiene que personas que confían en su jefe mueran en un hecho premeditado y pactado. Entonces el malo es malo y no bueno como lo presentan o realmente estaba huyendo porque es perseguido por sus delitos. Estas preguntas son críticas y claves, porque a primera vista parece que este cuento se ha salido de control.
Se dice también que el narcotraficante, protagonista de todo este mítico relato, desea no ser extraditado a los Estados Unidos y que luchará férreamente para que sus abogados logren los amparos para no recibir el castigo en la Unión Americana, pero entonces si los norteamericanos son los mayores consumidores de droga que se ven beneficiados por la producción del cártel que lidera El Chapo Guzmán ¿cuál sería la razón para detenerlo si es parte del problema y de la solución? O ¿será que algo no está pactado allá en los Estados Unidos y en verdad quieren que todo el peso de la ley caiga sobre él? O el que tiene miedo es el gobierno mexicano y por eso protege al capo para que no declaré y se destape una red de corrupción en todos los niveles.
Así son los cuentos a la mexicana; maquinaciones, complots, verdades a medias, mentiras constantes, verdades que se convierten en fantasía, falsedades que se hacen hechos consumados. Héroes siendo villanos, villanos fungiendo como ídolos a falta de quién pueda representar dicho cargo. Delincuentes detenidos que son, pero no son, pero que si se escapan entonces se convierten en lo que sí eran y se despeja la duda de que no era el que decían que era.
El azar y la suerte se convierten en estrategia, los hechos aislados se convierten en parte de la situación y de la narrativa. Cortinas de humo aparecen dentro de la historia como recurso a creer que lo que pasa no está pasando y entonces la conspiración se culmina con el señalamiento de que alguna mente siniestra y perversa planeo todo y entonces tendremos que prepararos para más confusión y preguntas. Y al final es así, más preguntas que respuestas, más humo que una certeza. Estas son las historias y cuentos a la mexicana.
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