Por Fernando Ortiz C.
Gobierno brasileño y Petrobras parece que no es el binomio más adecuado según la perspectiva de los brasileños pues miles salieron a las calles con el fin de manifestar su repudio frente a los actos de corrupción, además de lanzar la consiga contra la presidenta Dilma Rousseff, pidiendo su dimisión a la jefatura del gobierno nacional brasileño.
Hace poco más de un año, las revueltas por la celebración del mundial de Brasil 2014 fue motivo de atención a nivel internacional, la crisis que se avecinaba por el macro evento era evidente y ahora el pueblo brasileño está sufriendo las consecuencias y aún tiene por delante la realización de los Juegos Olímpicos de Verano en Rio de Janeiro para el próximo año.
Sesenta y dos años de historia de la empresa Petrobras se encuentran en su momento más álgido y difícil. La empresa más importante de Brasil y la que hace pocos años fue considerada la sexta empresa más grande en el mundo, tiene hoy el retro de librar la bancarrota y recuperan la poca credibilidad que le queda.
Algunos cálculos estiman que 2.059 millones de dólares es el costo de la debacle de la empresa petrolera brasileña. Comisiones por los contratos concedidos por la compañía estatal; actividades corruptas dentro de la compañía; sobrevalorar el valor de los contratos son las causas que han provocado la crisis en Petrobras y ahora sacuden al gobierno de Dilma.
El panorama brasileño es una muestra del rumbo que espera a México. La petrolera nacional mexicana Pemex ha sufrido en los últimos años, por no decir que en décadas, el desfalco por parte de sus miembros y de externos que han visto en la paraestatal la oportunidad de tejer redes de diferentes estructuras criminales, que pueden ir desde el lavado de dinero hasta peculado.
Pemex es para los mexicanos la “gran fortaleza” de soberanía nacional. La tan trillada frase de “El petróleo es de los mexicanos” cada día carece de sentido. Reformas energéticas que buscan restructuran y sostener una empresa podrida y que se derrumba a pedazos por el hurto de los funcionarios que se encuentran en sus filas. “No se necesitan reformas energéticas, con que roben menos es suficiente” decía una pancarta en alguna de las tantas manifestaciones que se dieron en nuestro país antes de la menciona reforma.
El sindicato de Pemex es también un problema que no cesa de crecer en privilegios sin sentido, como sus normas de pensiones, una élite que se da el lujo de trabajar hasta los 55 años y con jubilaciones que no son congruentes con el tipo manejos que ocurren en la empresa.
Los focos rojos de Petrobras que han comenzado a tambalear al gobierno brasileño es una muestra de la atención que el propio gobierno mexicano debe poner en su empresa petrolera. La alarma en México es de atención pero va con pasos agigantados a convertirse en un peligro más para la ya caótica gestión de Enrique Peña Nieto.
Detrás de los problemas de Petrobras y Pemex se debe averiguar quiénes están tejiendo estos hilos y redes, quiénes están obteniendo los beneficios de estas crisis nacionales más allá de las fronteras de Brasil y México.
Parece que los juegos de poder no distinguen fronteras y las transaccionales comienzan a frotarse las manos para acaparar y devorar el petróleo latinoamericano a cambio de una supuesta “estabilidad y ayuda”.
Es un momento tenso el que vive Brasil, unos Juegos Olímpicos tendrá que realizar con un gasto que parece incosteable, y así lo dicen muchos analistas, para un país cuya principal empresa se encuentra inmersa en el huracán de malos manejos y actos ilícitos.
México un país que ahora observa como el dólar comienza a subir sin obstáculo alguno, y cuya solución posiblemente sea aceptar un trato desigual y artero sobre el petróleo, ese mismo que muchos mexicanos aún creen que es suyo.
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