México, seguido de Guatemala, Honduras, El Salvador y Perú son los cinco países de América Latina con las mayores tasas de informalidad del continente. En nuestro país, ante la crisis y la falta de empleo formal se multiplican día con día los puestos de venta callejera; cada vez más ciudadanos inician negocios en sus domicilios y un número creciente de personas desempleadas ofrecen sus servicios por cuenta propia y deambulan vendiendo productos o los ofrecen a sus familiares y amigos.
El informe denominado Panorama temático laboral: transición a la formalidad en América Latina y el Caribe, elaborado por la Organización Internacional del Trabajo (OIT), indica que en México 5 por ciento de la población económicamente activa (PEA) tiene un empleo informal dentro de su propio hogar; 14 por ciento trabaja en la informalidad en empresas establecidas, es decir, son ‘‘propineros’’ que no tienen sueldo o les pagan una comisión de lo que vendan. Tampoco están inscritos en la seguridad social.
El ‘‘subempleo del subempleo’’
En el país, según la información de la OIT, 58 por ciento de la PEA está en la economía informal en diversas modalidades. Incluso hay quienes se ubican en el llamado ‘‘subempleo del subempleo’’, esto es, quienes laboran contratados por un patrón también informal.
La investigación de este organismo indica que la formalización representa un desafío principal para la región de América Latina en la actual década. Puntualiza que, en México, 77.8 por ciento de los trabajadores de la construcción son informales, así como 65.5 de quienes laboran en restaurantes y hoteles, 41.5 de quienes se desempeñan en la industria manufacturera, 16.7 de los que están en la explotación de minas y canteras y 54.8 por ciento de los trabajadores del rubro del transporte.
Permea en el país que alrededor de empresas, colegios o dependencias públicas nacen cada día nuevos puestos de venta en la calle, en forma de negocios de comida, ropa, cosméticos, dulces y un sinfín de productos.
A unos cuantos pasos del Metro Coyoacán, por ejemplo, cuesta trabajo avanzar ante el cada vez mayor cúmulo de vendedores. Aidé es de las más recientes en haberse instalado en las cercanías de la estación; tiene siete meses vendiendo cocteles de fruta; son los mismos meses que lleva de haber perdido su empleo en una maquiladora de ropa.
‘‘Tuve que salir a vender comida; también ofrezco cremas para la cara y lo que se pueda. Dejé el departamento que rentaba y me busqué otro más económico’’, relata. Afuera de esa estación hay quien incluso sentado en un banco de plástico y con apenas una mampara mínima ofrece un servicio muy en boga: ‘‘Te cambio de Afore’’.
En el país, ante la crisis y la falta de empleo formal, no sólo se multiplicaron los negocios de venta callejera, sino cada vez más ciudadanos inician negocios en sus propios domicilios, donde las personas ofrecen diversos servicios por ‘‘cuenta propia’’.
Es el caso de Carla y su marido. Ella cose ropa en su casa para una empresa y le pagan a destajo. ‘‘Antes estaba contratada por la fábrica, pero a los pocos meses me dijeron que si quería seguir con el trabajo me llevara los cortes de pantaletas a mi casa y me pagaban conforme entregara’’, dice. Añade que ella y su marido, por las noches, venden comida afuera de su casa.
Al respecto, el gobierno mexicano inició un programa de formalización del empleo y la semana pasada el presidente Enrique Peña indicó que en enero de este año se crearon 60 mil nuevos puestos formales de trabajo, según cifras del Instituto Mexicano del Seguro Social, ‘‘tres veces más de los que se lograron crear en el mismo mes de 2013’’. El mandatario dijo en esa ocasión que la tasa de informalidad pasó de 59.6 a 57.9, al cierre del año pasado.
Aun así, el país está entre las economías con más informalidad de toda América Latina. Las cifras de la Organización Internacional del Trabajo indican que la tasa de informalidad en México es de alrededor de 58 por ciento de la PEA; en Guatemala alcanza 77.7; El Salvador, 72.2, y Honduras 74.9 por ciento. En tanto, en Brasil la tasa de informalidad es de 37.8 por ciento y en Uruguay 32.5.
De lo que pasa en nuestro país, Carlos, quien ofrece reparación de celulares y vende tiempo aire en Reforma y Lieja, opina que en México, ‘‘trabajando en la calle nadie se muere de hambre. Sólo que le tienes que llegar con tu cuota de 200 pesos diarios al dirigente de la zona y ya tienes trabajo para ese día; a la mañana siguiente pues hay que empezar de nuevo’’.
Nota tomada de La Jornada.
Sé parte de la conversación