Por Pablo Montaño*
Si quisiéramos promover un producto milagroso para campañas políticas y necesitáramos que fuese atractivo, infalible, que genere simpatías sin necesidad de muchas preguntas, algo que reviva partidos caídos en desgracia y que convierta a sociópatas y antipáticos en estadistas, encontraríamos en recientes procesos electorales la fórmula ideal: el miedo. Nada como una buena y desmedida dosis de miedo para movilizar a las masas y garantizar victorias cerradas. Es fácil imaginarse el infomercial de este (anti)revolucionario concepto: “¿Es usted poco atractivo para su electorado? ¿Le encuentran irritante, fuera de época, sin idea? Sus aspiraciones políticas entran en cuestionamiento al comparar su (falta de) plan de gobierno frente al de sus adversarios. Tranquilo, ¡hay solución! A usted le falta inducir pánico en su electorado: tome conceptos complejos y simplifíquelos a su antojo, hágales votar creyendo que puede no haber un mañana.”
En Estados Unidos el miedo al terrorismo apuntala la candidatura de Donald Trump; el imposible candidato para el Partido Republicano, el que no iba a llegar señala enemigos entre las sombras y le funciona a la perfección: los mexicanos roban empleos y violan, los musulmanes son todos terroristas, China nos está ganando en el mercado global y los demócratas nos quieren quitar las armas para defendernos de todos los anteriores. Una lógica aplastante. El miedo no respeta la lógica.
El Brexit, otro ejemplo de la intolerancia como antesala de lo que creemos que no va a pasar. Especialistas y sondeos aseguraban que el Reino Unido seguiría en la Unión Europea, el Brexit perdería en las urnas. Si algo nos puede dejar como enseñanza este vergonzoso capítulo es el alcance de las ideas enraizadas en la intolerancia (digo, como si no tuviéramos bibliotecas repletas de libros de historia con esta lección) y la forma en la que un electorado aterrado tolerará líderes sin escrúpulos, sin ideología y sin visión; todo con el propósito de ver su miedo diluido con aparentes soluciones. No importa quién lo esté diciendo, el miedo tolera líderes cuestionables.
Finalmente España, el Partido Popular repitió como primera fuerza política y sumó 14 escaños respecto a la elección del pasado 20 de diciembre (20D), un resultado sorprendente si consideramos que el PP viene de sufrir fuertes embates y crítica por escándalos de corrupción que llegan a la cúpula de su partido. Cuatro años de recortes al gasto social, bajo desempeño económico, corrupción y vuelve a ganar; las alternativas de izquierda se antojaron demasiado radicales, difíciles de conciliar entre la gente mayor (bastión electoral del PP) y repetir Venezuela ocho veces al día terminó por surtir efecto (es impresionante lo mucho que se habló de Venezuela en España, algo inédito desde la Colonia). A pesar de no tener razones, el miedo no necesita argumentos.
A todo esto parece que al concepto del miedo no le hace falta mucha promoción, mejor enfocarse en buscar otro producto que le sirva com antídoto; si se les ocurre algo me avisan que estaré buscando.
Twitter: @pabloricardo2
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