Por Alejandro Páez Varela
Harta de tantas críticas, la prima del Presidente Enrique Peña Nieto explotó este fin de semana.
Secretaria general del Partido Revolucionario Institucional (PRI), Carolina Monroy dijo que “un ejército de aliados leales” defenderán al primer priista del país. Estaba en Edomex, su tierra de origen y origen de la clase política que nos gobierna.
“No permitiremos un sólo agravio más al señor Presidente de la República”, exclamó. Luego, un paquete de frases tejidas con el rancio honor de Luis Echeverría o de José López Portillo: “Tenemos como opción dejarnos llevar por esa animosidad desbordada que enciende rencores, que mal informa con mezquindad y pequeñez política. Podremos también ser comparsa de quienes pretenden detener el país poniendo por delante la popularidad en la estridencia y el sueño electoral del poder y los votos, desprovistos de congruencia. Pero existe otro camino: defender nuestro proyecto de Nación”.
Dura, la prima. Igual estaría yo si mi proyecto de vida estuviera en riesgo: la prima quiere ser Gobernadora del Estado de México.
En su lógica, efectivamente, todas las críticas al Presidente y a su equipo son ingratas, mezquinas, agraviantes. Si el Presidente no ha cumplido sus propias promesas, ¿eso qué?, se dirá. ¿Por qué las críticas, enanos estridentes, comparsas del mal, si no es pecado prometer para ganar elecciones?
Bajo la misma lógica del Toluca style, es una grosería lo que hacen (o hacemos) con Alfredo Castillo. ¿Qué hizo mal para que lo traigan de bajada? ¿En qué se equivocó?
Son preguntas importantes, y quizás valga la pena que el PRI cierre filas, sí señor, y que un ejército salga también en defensa de Castillo. Un ejército de leales a los recursos públicos, por supuesto.
Esa “animosidad desbordada” a la que se refiere la prima, “la que enciende rencores”, podría no darse cuenta que hay un proyecto de Nación que aplica también con Alfredo Castillo. Un proyecto de Nación que podría definirse así: que todo México sea Toluca. O Ecatepec o Tlalnepantla o Zumpango.
Por eso insisto: ¿Qué hizo mal Alfredo Castillo para que lo linchen, ingratos? Quizás los críticos mezquinos, los incongruentes y comparsas del mal no se dan cuenta que Castillo hizo lo que debía hacer. Y punto. Porque si Castillo cumplió con el manual del sexenio, ¿por qué el linchamiento?
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No se necesita demasiado análisis para decir que si el Presidente amerita la defensa del ejército priista, Alfredo Castillo también. Y Luis Videgaray. Y Aurelio Nuño. Y Miguel Ángel Osorio Chong.
En realidad, Castillo aplicó las mismas medidas que se deben aplicar si se trabaja en ese equipo: es dividir, castigar, amedrentar, humillar, hundir. Y darle su zanahoria a los fieles.
Alfredo Castillo aplicó el manual en Michoacán, por ejemplo. Pongo los dos extremos: Juan Manuel Mireles, el rebelde de los líderes de las autodefensas, no quiso besarle la mano y se fue a prisión, humillado; en cambio, Estanislao Beltrán, alias “Papá Putufo”, le levantó la mano al PRI y recibió su premio: armas, poder y libertad, aunque haya dudas para qué bando trabaja y sin importar qué le hace bien a Michoacán.
Luego, Castillo lo aplicó en la Conade. Ni un peso a las federaciones de box, tenis, ciclismo, tiro con arco, golf, atletismo o levantamiento de pesas, en donde ubicó críticas, enanos estridentes, comparsas del mal y mezquinos, como decía la prima. Y dio zanahoria al ejército de fieles, sin importar quién le hiciera bien a México.
Nada extraordinario, pues. Lo mismo han hecho otros en el gobierno de Peña Nieto, y en todas las áreas: garrote a los opositores, dinero a los que besan manos o son amigos.
Pongo un ejemplo que conozco: en este sexenio se han entregado cientos de millones a las televisoras, y una baba o de plano NADA a los medios que se atreven a criticar a Sus Señorías. Aún cuando, te lo firmo y te lo cumplo, transparentar los recursos para publicidad era parte de la promesa de Enrique Peña Nieto cuando era candidato. Igualito hizo Castillo, que le dio millones a Televisa, TV Azteca y a la OEM al tiempo que le daba NADA a muchos atletas “insurrectos”. Si por el equipo de Peña fuera, sigo con el ejemplo, Carmen Aristegui estaría en prisión como Mireles y los medios críticos estarían borrados o serían entregados a los arrulladores de idiotas.
Humillar, doblar, someter. Y comprar. Castillo aplicó el manual del sexenio Michoacán y luego en la Conade, y el Gobierno federal lo aplica a diario. ¿Por qué él? A diario se premia a los mediocres y se castiga a los que no se puede reducir a subordinados. El manual indica educar a garrotazos y con zanahorias; tener sociedades apachurradas, sometidas, corrompidas hasta donde sea posible porque los corruptitos, aunque sea por centavos, no levantan la voz.
Humillar, doblar, someter. Y comprar y dividir. Dividir a la oposición, a la sociedad civil, a los sindicatos. ¿Qué hizo mal, entonces, el buen Castillo? ¿Por qué lo castigan a él y no a los demás?
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El problema del buen Castillo no es su resultado mediocre. Su verdadero problema es que lo hizo demasiado público. Río no es Michoacán. Lo que hizo, lo vio el mundo entero; y entonces exhibió al Gobierno federal y, por lo tanto, al PRI. Y eso no, no señor.
El manual indica que se puede ser mediocre, y se es mediocre, de hecho, pero no debe saberlo el mundo. No debe salir de Toluca, no debe salir de Michoacán. Y no debe salir de México, señor Castillo. En Michoacán como en Toluca, es posible controlar daños y seguir siendo mediocre. Pero no en el mundo. No cuando los medalleros se publican en internet y no pasan por la prensa amiga y no los controla el Inegi.
Porque el resultado de Castillo no es ni más ni menos mediocre que el de Miguel Ángel Osorio Chong, por ejemplo, quien tiene brotes de descontento social por todo el país y no ha podido con la violencia. Su resultado no es ni más ni menos mediocre que el de Luis Videgaray con la economía, o el de Aurelio Nuño en educación. ¿Por qué él?
El fracaso de Castillo, producto de la fábrica de mediocres que generó con políticas Toluca style, se hizo demasiado público. Ese es su pecado. Y no hay manera de maquillarlo, como las cifras de inseguridad del Estado de México con Peña Nieto o con Eruviel Ávila. No hay manera de manipularlo, como se hace con las cifras de la pobreza.
Hoy, ante los ojos del mundo, somos un fiasco en deporte. Y no hay forma de ocultarlo porque el medallero no depende de alguna oficina oscura de gobierno. Entonces allí está la respuesta: Castillo hizo todo demasiado obvio. Por eso se le lincha y por eso, quizás, se le va a castigar.
Si a los hechos nos atenemos, Osorio Chong, Nuño y Videgaray, así como el Presidente, deberían ser castigados junto con Castillo. El fiasco en las áreas de cada quien no son menores al fiasco de Castillo. Es más: me parece más grave la herencia de más de 150 mil muertos que dejará Osorio, por ejemplo; o el crecimiento de la pobreza, que podría contarse en millones, y eso es un regalito de Videgaray.
En ese sentido, es posible entender la molestia de la prima; en su lógica, tiene toda la razón de mundo en su reclamo: si Castillo o Peña o todos los demás cumplen con el manual; si hacen lo que se esperaba de ellos (humillar, doblar, someter, comprar, dividir y no cumplir sus promesas), ¿por qué se les ofende? ¿Por qué se les agravia?
¿Y Alfredo Castillo por qué, pues?
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