Como era de esperarse, las autoridades mexicanas dieron “carpetazo” a la investigación sobre lo sucedido en Iguala, práctica común y sin novedad alguna dentro de nuestra fracasada democracia.
Se ha etiquetado esto como: “La verdad histórica” y de cierta manera lo es en cuanto a lo histórico, pero no en lo relacionado a la verdad.
De cierta manera, sabíamos que tarde o temprano llegaría este deslinde, con o sin marchas, que la intensidad de la inconformidad social iría disminuyendo paulatinamente y que el gobierno se saldría con la suya, pero en el hecho, Ayotzinapa no atrapó a México, sino todo lo contrario.
La cultura del sometimiento juega un papel fundamental para que este “carpetazo” se consolide.
El furor por el consumo desenfrenado, los placeres cotidianos, el entretenimiento y la poca voluntad de las personas para evolucionar colectivamente, son factores que le han facilitado la tarea al Gobierno para dar por cerrado el caso.
Decía Salvador Allende, que “la historia es nuestra y la hacen los pueblos” y todavía está por verse cuál será esa verdad histórica que impere en el pópulo respecto a la masacre de los estudiantes normalistas.
El destino simbólico de los 43 es parecido al de Tlatelolco, con la diferencia de que ahora son otros tiempos.
“Los hombres mueren, las ideas no”
Ernesto “Che” Guevara
Sé parte de la conversación