Vive en las profundidades del Amazonas, es translucido y diminuto
Este pez puede penetrar en la uretra del hombre, se aloja en el pene y con sus espinas se engancha para absorber la sangre
En las profundidades del Amazonas se encuentra una de las especies animales más temidas de todo el planeta. Se trata del pez Vanellia Cirrhosa, también conocido como el candiro azul o pez vampiro.
Es de diminuto tamaño y muy delgado, también lo llaman “pez palillo”. Quien ha sufrido algún ataque de este animal puede constatar que es uno de los más peligroso: su ataque es sádico y muy doloroso.
Este animal ataca de forma individual. Se suele quedar en la oscuridad del fondo del río, acechando en silencio. Allí la luz es escasa, pero el pez no necesita ver, tan sólo necesita seguir las huellas de urea y amoníaco que son expulsadas de las branquias.
En la oscuridad el diminuto pez puede perseguir la sombra de su presa, él es casi invisible debido a que su cuerpo es translúcido y de pequeño tamaño.
Cuando el objetivo exhala, el candirú detecta el flujo resultante de agua y enfila a la cavidad branquial expuesta a gran velocidad. En menos de un segundo, penetra la branquia, se retuerce y saca sus espinas para sujetarse.
El anfitrión comienza a sacudise para tratar de expulsar al diminuto pez, pero es imposible.
El candirú comienza a mordisquear inmediatamente un agujero en una arteria cercana y pronto comienza a brotar sangre.
Este peligroso pez es uno de los más temidos no solo de la fauna acuática, sino también de los habitantes cerca del Amazonas.
En el caso de los humanos, el candirú comienza su ataque inmediatamente que detecta el amoniaco que hay en la orina.
Si quien orinó se encuentra dentro del río, las posibilidades de que intenté introducirse en la uretra son muy altas.
Silvio Barbosa sufrió un devastador ataque de candirú. “Tenía ganas de orinar. Me puse de pie y fue entonces cuando me atacó. El candirú me atacó casi sin darme cuenta. Cuando lo vi, estaba aterrorizado. Lo agarré rápidamente para que no pudiera entrar más profundo. Sólo podía ver el final de su cola aleteando. Traté de agarrarla, pero se me escapó y entró”, cuenta el hombre.
Cuando el pez invade con éxito a un ser humano, procede exactamente a como lo haría con un huésped de peces. Después de entrar en el orificio identificado erróneamente, el pez se retuerce en su camino en la medida de lo posible, a menudo acompañado por los frenéticos intentos de la víctima para agarrar la cola resbaladiza cubierta de algo parecido a un moco.
En el improbable caso de que la víctima en pánico se las arreglara para agarrar al pez, sus puntas, probablemente enganchadas en el interior de la uretra hacia atrás, causarían un dolor insoportable.
Una vez dentro, el parásito sigue su camino hasta encontrar una buena membrana de sangre con la que extiende sus colmillos sobre el tejido circundante.
Un vez que el diminuto pez se alimentó de toda la sangre humana que pudo, intenta salir huyendo por el pene del hombre pero no lo consigue debido a que está muy hinchado, por lo que cuenta la leyenda que algunos hombres optaron por la castración como una altrernativa a una muerte lenta.
Como escribió George Albert Boulenger, curador de Peces en el Museo Británico a comienzos del siglo XX, “el veredicto de todos los relatos existentes sobre estos ataques es que la única forma de evitar que llegue a la vejiga, donde causa inflamación y finalmente la muerte, es amputando el pene”.
La historia de Silvio, que tuvo lugar en 1997, se trata del único caso documentado en el que este pez logró atacar el pene de un humano.
Silvio tuvo la suerte de recibir atención médica tras el ataque, pero tuvo que soportar tres días de profunda agonía antes de que el pez fuera extraído por el cirujano urogenital, Anoar Samad. La víctima aseguró que el candirú penetró su pene viajando a contra corriente de orina.
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