Por: Fernando Ortiz C.
Una ola de muertes han consternado a la población norteamericana; los cuerpos policiales son los involucrados en los hechos que se han desarrollado en diferentes puntos del país: en Oklahoma, Terence Crutcher recibe los disparos de los uniformados porque, según dicen, no cooperó cuando su auto estaba descompuesto; en Charlotte, Keith Lamont Scott; Tyre King, un niño afroamericano de trece años que recibió disparos de la policía y murió.
Según datos de prensa más de setecientas personas han sido abatidas por la policía, de las cuales 173 han sido afroamericanos lo que representa aproximadamente un 24.5%. Esto es el lastre que no se ha podido superar en la Unión Americana, un problema que es latente y que paradójicamente ha tenido la mayor tensión en la gestión del primer presidente afroamericano de esa nación.
El problema se agrava mientras los discursos de odio del representante republicano a la presidencia lanza en cada oportunidad que tiene, la consiga racial es parte de plataforma política, ya sea contra latinos, árabes o alguna minoría.
La situación racial de los EE.UU. parece no tener pies ni cabeza, es una caja negra que contiene: represión, prejuicios, odio, resentimiento, violencia y factores que dividen fuertemente a la sociedad norteamericana.
La Unión Americana vive su propia guerra interna, segregación y violencia, falta de empleos para las minorías, y una tendencia a recobrar la grandeza americana mediante la exclusión de los grupos segregados de esa nación. Aquí es donde el discurso de un candidato presidencial se torna oscuro, dañino y sumamente peligroso, creando más separación y odio en ambas partes del conflicto, una nación que tiene que luchar consigo misma y donde las víctimas y verdugos son ciudadanos norteamericanos.
Las fuerzas armadas cuya misión es hacer cumplir la ley y mantener el orden son los involucrados en el uso de fuerza desmedida, de interpretaciones prejuiciosas que los llevan a accionar sus armas y donde la población afectada, minorías como la latina o la afroamericana, encuentran un campo de batalla y un miedo a ser la siguiente víctima. Si las fuerzas del orden actúan así, qué podríamos esperar de la reacción que puedan llegar a tener miembros de una población armada, encumbrada en odio por el color de la piel o por creencias religiosas, o cualquier otro factor que sea pretexto para hacer diferencias y conlleve al asesinato de una persona.
El odio se ha pasado del lado afroamericano, los disturbios en Charlotte a raíz de la muerte de Keith Lamont Scott ya provocaron una persona fallecida, además de cuarenta y cuatro detenidos. En dicha trifulca la policía necesitó de balas de goma y lacrimógenos para tratar de detener la furia de los manifestantes. Es importante mencionar es que en la muerte del señor Scott, según la versión de la policía y medios de comunicación, quien hizo el fatal disparo fue Brentley Vinson quien es un agente afroamericano.
Esto es el problema que enfrenta la nación más poderosa del planeta, una lucha interna de odio, racial o xenofóbica, un problema de drogadicción, de uso de armas, de muertes constantes, de una nación en plena ruptura, donde el sueño americano se desvanece y solo se espera regresar a casa después de la jornada de trabajo, sorteando policías que pueden detonar sus armas o un simple ciudadano desquiciado que decidió que sus miedos y frustraciones tuvieran eco y con ello arrancan la vida de algunas personas.
Este fenómeno, no es exclusivo del país de las barras y las estrellas, es una situación que se está generalizando a lo largo y ancho del mundo. Durante la Eurocopa de futbol se dieron trifulcas entre seudo aficionados de varios países, la cuestión étnica era motivo para desatar una batalla campal.
Grupos de gitanos que se sienten atacados y agredidos en España o Francia. Comunidades de migrantes marroquíes o turcos hacinados en barrios que presentan carencias y que detonan el odio hacia las poblaciones locales que no les dan ninguna oportunidad de convivir o de lograr una superación.
Nuestro país no es ajeno a este tipo de cuestiones, hace unos días circuló un video donde una familia indígena de Tuxtla Gutiérrez era agredida porque los elementos de seguridad “creyeron que estaban robando”, ¿creer es suficiente para violentar a un indígena que solo pasa por el lugar?
El racismo es un fénix que está renaciendo de lo que parecía eran sus cenizas, está tomando cada vez más fuerza, su origen posiblemente radique en el conflicto del caos social y cultural que aparentemente está permeando al mundo: raza, religión y etnia. Clases sociales envueltas en ataques y recelos, cuidándose unos de otros y esperando la ocasión para explotar y marcar la frontera de las divisiones dentro de los miembros de una comunidad.
Las muestras de apoyo a la comunidad afroamericana y las voces de inconformidad y desencanto por estos hechos han tenido su escaparate en atletas que han decidido no cantar el himno nacional de los Estados Unidos como un acto de protesta, siendo un acto que ha causado controversia.
El fantasma del racismo seguirá rondando a lo largo y ancho de la Unión Americana, soluciones inmediatas parecen no surgir, conflictos y violencia parecen que se pueden desbordar y la fragmentación social continuará expandiéndose hacia otras naciones.
Sé parte de la conversación