El consumo de estas bebidas aumentan al triple los riesgos de padecer un accidente cerebrovascular y afecciones cardiacas
Los refrescos light funcionan a la inversa, pues engañan al organismo y producen un alto nivel de ansiedad
Un estudio realizado por la American Heart Associaton asegura que consumir refrescos light aumenta al triple los riesgos de padecer un accidente cerebrovascular, afecciones cardiacas o enfermedades degenerativas, informó el sitio Noticieros Televisa.
El máximo referente científico en materia de cardiología en Estados Unidos detalló que en la composición química de estas bebidas se encuentran elementos como agua gasificada, conservadores, acidulantes, cafeína, ácido fosfórico y edulcolorantes, los cuales al ser consumidos en exceso dañan de forma irreparable el funcionamiento biológico y natural del cuerpo humano.
De acuerdo con la investigación, en el sistema nervioso central los daños inician con la producción de coágulos, estos pueden obstruir la circulación correcta de la sangre al cerebro provocando la falta de oxígeno y nutrientes dando como resultado un infarto cerebral.
Los refrescos y bebidas light contienen una mezcla de fructuosa y sodio, misma que eleva la presión arterial lo que representa una bomba para el funcionamiento cardiaco.
También revelaron que el consumo de refrescos light está relacionado al desarrollo de enfermedades como la Diabetes tipo 2, pues al contener aspartamo, un edulcorante o endulzante artificial, el cuerpo aumenta en grandes cantidades los niveles de glucosa e insulina.
Estas bebidas al tener altos niveles de sodio en su composición afectan de manera directa a la circulación sanguínea, provocando inflamación e irrigación de los tejidos ocasionando la aparición de celulitis y la mala digestión.
El ácido cítrico y ortofostórico que contienen estos refrescos bajos en azúcares provoca que se desgaste el esmalte de nuestra dentadura y generen caries.
En conclusión los refrescos light funcionan a la inversa, porque al engañar al organismo producen un alto nivel de ansiedad, donde la falta de calorías es un factor demandante que da la sensación de hambre.
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