La reciente visita del Presidente del Uruguay José Mujica a nuestro país, generó muchas expectativas ante la ascendente popularidad del mandatario en nuestro país.
El discurso de amor por la vida de “Pepe” conmueve y el de “Anticonsumo”, convence. La figura de esperanza que el mismo Mujica describió acerca de cómo se le ve en México, es una critica constructiva que amerita “pelotearla” a diario, sobretodo viniendo de un personaje que envuelve sus palabras en el sentimiento de amar y que combate el Narcotráfico desde otro frente muy distinto al nuestro, sin violencia y con resultados todavía por verse.
Partiendo de esa admiración del pueblo mexicano hacia “Pepe”, valdría la pena poner a prueba la congruencia de este anhelo y trabajar en que se haga realidad. Se insiste en cambiar la forma de pensar del pueblo, pero para lograr esto, debemos considerar hacerlo desde la comprensión de los conceptos básicos de nuestra cultura y atacar sus vicios.
La vida no engendra valores por sí sola, hay factores demográficos, que alteran el entendimiento común entre las personas a lo largo del tiempo y necesita de los miembros de la sociedad para establecer la base que impulse el desarrollo humano que desemboque ese nuevo pensamiento.
El amor no es un sentimiento exclusivamente material ni de una pareja. Tampoco es el que dice Hollywood ni necesita de un “te amo” para ser real. En la actualidad, se hace muy poco por desarrollar la capacidad de amar lo que nos rodea. Arrastramos una tradicional apatía y desdén ante las injusticias y poco interés ante la explotación desmedida de los recursos naturales porque damos por sentado, que la naturaleza nos pertenece. Elevemos el concepto de amor a un nuevo horizonte, enterremos el clásico adoctrinamiento religioso y sus estigmas, es necesario un contrapeso moral ante la densa ola de violencia que trae consigo el inicio del siglo XXI.
El México de hoy anhela Mujicas, necesita Hugos y padece de Peñas.
No se rindan.
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