Ya salieron políticos y algunos “académicos”, con todo el dolo (porque para ellos es peligroso), a decir que López Obrador es socialista, y no sólo eso: que tiene ideales equiparables a los de Hugo Chávez y Fidel Castro.
Ya salieron otros, profundamente ignorantes de la teoría marxista, a creer y reproducir ese discurso que no puede estar más alejado de la realidad.
Qué más quisieran las filas de la izquierda marxista que existiera una vanguardia en el país que abrazara las causas de la clase proletaria, que apostara por el control social de los medios de producción y la redistribución equitativa de la riqueza.
Qué más quisiera esa izquierda que la clase de los siempre desfavorecidos, los abusados, los siempre vejados estuviera representada por alguna organización política bien establecida en el contexto nacional.
Y que, como fue con los casos de Fidel y Chávez, contara con un dirigente capaz no sólo de unir a una abrumadora mayoría de sus paisanos, sino de instar a otros países latinoamericanos a construir una América Latina autónoma, pacífica y libre.
Pero no.
La única izquierda institucionalizada con miras a lograr la toma del poder es la representada por Andrés Manuel López Obrador, con su partido Morena, una izquierda liberal de corte nacionalista.
Una izquierda que propone, para nuestro momento histórico, una serie de medidas no sólo necesarias, sino urgentes para cambiar el terreno político del país: combate a la corrupción, rescate de la industria nacional (principalmente la energética), una distribución estratégica del recurso público para sacar a flote la educación, la salud, etcétera.
Aunque no sea socialista, la izquierda de AMLO ciertamente golpea los intereses de una cúpula poderosa, formada por políticos y empresarios que han amasado obscenas fortunas a costa de los mexicanos gracias a la impunidad y la corrupción.
Pero no debe confundirse una cosa con la otra: AMLO no es socialista y está lejos de serlo.
Tan es falso que las propuestas de AMLO se acercan a la ideología socialista, que los miembros de movimientos de este tipo en el País están decididos a no apoyarlo, como el Partido Comunista de México (PCM).
La única propuesta política que ha planteado la creación de estrategias anticapitalistas (que no propiamente socialista) es la zapatista que, como ha expuesto con claridad, ni siquiera busca la toma del aparato del poder.
¡Uy, qué miedo!
De acuerdo con la organización Oxfam, México es uno de los países más desiguales del planeta: un 10% de sus habitantes concentra el 64.4 por ciento de la riqueza total del país.
¿Por qué debería tener miedo el 90 por ciento restante ante una política que busque redistribuir la riqueza?
Nada más pregunto.
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