El comportamiento agresivo de las personas se debe a que la bebida afecta a la corteza prefrontal y la región del cerebro que es asociada con el comportamiento social
Te has preguntado por qué el alcohol a algunas personas las vuelve más divertidas, a otras las deprime y algunas agresivas.
En algunas poblaciones se observa que a mayor consumo de alcohol hay más cantidad de conductas agresivas, aunque algunas investigaciones señalan que el beber no necesariamente está relacionado con la cantidad de agresiones producidas.
Durante años se ha obtenido mucha información, pero normalmente muy incompleta, debido a que no hay una manera de demostrar la causalidad. Si en una población hay un mayor índice de conductas agresivas y mucho consumo de alcohol, no implica que el aumento esté relacionado por ambos factores.
El consumo de alcohol inhibe gran parte de nuestros mecanismos de autorregulación a niveles cognitivos. Estos sistemas permiten comportarnos en contextos sociales para evitar que reaccionemos de acuerdo a nuestros impulsos.
En ocasiones cuanto mayor es la cantidad de alcohol, mayor es la capacidad de hacer algo fuera de las reglas.
Cuando se bebe alcohol en grandes cantidades, el principal afectado es el sistema nervioso central y las manifestaciones de esta alteración aparecen en un orden secuencial como resultado de la impregnación sucesiva de los centros nerviosos.
De una reducción de la tensión, a la euforia y de una descarga de timidez pasamos a cierta sensación de confort, vivacidad, fraternidad, excitación sexual, hasta una conducta que obedece a las emociones e impulsos primitivos de la personalidad.
Al respecto, investigadores publicaron en la revista Cognitive, Affective & Behavioral Neuroscience, un estudio que realizaron con resonancias magnéticas al cerebro de hombres borrachos con la esperanza de descubrir por qué el alcohol puede hacer que algunas personas se vuelvan agresivas.
La investigación señala que esto se debe a la forma en que la bebida afecta a la corteza prefrontal y la región del cerebro que es asociada con el comportamiento social, la expresión de la personalidad y otras funciones.
Para este estudio se utilizó la muestra de 50 hombres sanos que consumieron bebidas que contenían vodka o placebos sin ningún tipo de alcohol.
Posteriormente, los investigadores monitorearon los cambios en su actividad cerebral mediante la resonancia magnética en el momento en el que competían en un juego que pretendía comparar el tiempo de reacción contra una inteligencia artificial.
A medida que el juego comenzó a provocar conductas agresivas en los hombres, hubo una disminución notable en la actividad de la corteza prefrontal en aquellos que habían bebido. Esto significa que los hombres un poco achispados mostraban signos de que su cerebro no estaba haciendo demasiado esfuerzo en hacer caso a las señales sociales, lo que les hacía sentirse menos inhibidos.
Aunque hay un efecto amortiguador general del alcohol en la corteza prefrontal, incluso con una dosis baja de alcohol se observó una relación significativa entre la actividad de la corteza y la agresión relacionada con el alcohol.
Esas regiones pueden apoyar diferentes comportamientos, como la calma frente a la ira, dependiendo de si una persona está sobria o intoxicada. Sin embargo, al desactivarse ese “seguro” las personas ya no valoran las consecuencias de sus acciones y son más proclives a cometer errores.
El alcohol también produce efectos en su ritmo cardíaco, lo que genera ira. Es más común que las personas con dificultades para controlar su temperamento o con poca empatía exploten al beber.
Por ahora se esperan nuevas investigaciones que revelen los fundamentos neuronales de la agresión en relación con el alcohol a dosis más fuerte, porque los hallazgos del estudio parecen estar en consonancia con lo que se había investigado sobre la relación entre el consumo de licores y el cambio de comportamiento.
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