En un cubículo de unos 7 metros cuadrados dentro del penal de “máxima seguridad” del Altiplano, dos agentes del Cisen tenían la misión de monitorear a “El Chapo” Guzmán.
Según sus declaraciones, que constan en la averiguación previa, 4 minutos antes de que se fugara, a las 8:48 la noche del 11 de julio, su pantalla se pasmó, por lo que reiniciaron el equipo y cuando volvió la imagen… “El Chapo” ya no estaba. Dijeron que en ese momento hicieron como 30 llamadas al Centro de Monitoreo de Almoloya para alertarles, pero nadie les contestó.
Sin embargo, el juez que lleva la causa consideró que Juan Carlos Sánchez García y José Daniel Aureoles Tabares mintieron: les dictó auto de formal prisión porque los peritajes técnicos concluyeron que la imagen nunca se congeló, que jamás resetearon el equipo y que las llamadas sólo fueron tres.
El Centro de Monitoreo es una oficina de unos 50 metros cuadrados donde trabaja una docena de empleados de la Comisión Nacional de Seguridad. Su misión era la misma: vigilar por video a presos, pasillos y puertas.
Pero esa noche, mientras “El Chapo” se escapaba de su celda y se escuchaban voces y martillazos dentro de ella, los encargados de monitorearlo estaban jugando “Solitario” en sus computadoras y varias de sus pantallas estaban apagadas. Un video que presentó la PGR ante el juez que lleva la causa, los exhibe:
Parece escena de Viruta y Capulina: en el momento en que, 12 minutos después del escape, a las 9:04 pm, el jefe del Centro, Vicente Flores Hernández, es avisado por teléfono de que “El Chapo” no está, como que todos hacen todo pero nadie hace nada: se paran, se sientan, caminan de un lado a otro, se paran, teclean en su computadora, lo dejan de hacer, chocan entre ellos, levantan el teléfono y lo cuelgan.
La sospecha de las autoridades es que esta cadena de omisiones, esta sucesión de ineficacias, fue deliberada para darle al líder del cártel de Sinaloa lo que necesitaba para fugarse: tiempo.
Hasta las 9:15 pm, cuando según los cálculos oficiales el capo ya había salido del túnel, Flores Hernández ordena que vayan dos custodios a la famosa celda 20. Juan Ignacio Cuarenta Orozco y Esteban Estrada Ramírez llegan calmadamente, tocan la puerta, lo llaman, se asoman y a pesar de no verlo ahí, se regresan caminando tranquilos.
Al rato llega a la celda Roberto Cruz Bernal, supervisor de los custodios, entra por la regadera al túnel, lo recorre sin luz y a tientas, y hasta después de salir de él, a eso de las 12 de la noche, hace lo que debieron haber hecho todos a las 8:52 de la noche: apretar el botón de su radio para activar el Código Rojo que hubiera bloqueado puertas de la cárcel, alertado a la zona militar contigua para iniciar la búsqueda, establecido retenes en carreteras y caminos aledaños, y hasta cerrado el aeropuerto de Toluca. Cuando lo hicieron, le habían regalado tres horas a “El Chapo”.
A todos los funcionarios aquí mencionados les fue dictado auto de formal prisión.
SACIAMORBOS. El agente del Cisen Aureoles Tabares declaró que en marzo supieron que “El Chapo” “andaba consiguiendo los planos del penal, que les pareció algo sarcástico pero aun así informaron a sus directivos”.
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