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Abro el folleto. Dice, con letras verde y rojo (como la Bandera o como el PRI): “¿Sabes cómo te benefician las reformas?”
En la segunda de forros, el logo del Gobierno federal y el “Mover a México” con sus pelotitas; luego una presentación de las 11 reformas y después una descripción de cada una de ellas. La primera es la Reforma Energética y el primer texto empieza con un verbo y una promesa: “Bajará la luz gracias a que…”, etcétera.
Me aburro. He trabajado durante horas y decido, porque tengo tiempo, subrayar los verbos. Me aburro otra vez. Demasiados verbos y todos el futuro: “Sabrás exactamente cuánto dinero”, “Atraerá inversión”, “Respirarás aire más puro”. Y siguen: “Vivirás en un medio ambiente menos contaminado”, “Se destinará”, “Bajará el precio del gas”…
No pagarás, no se perderás, recibirás, tendrás, podrás, será…
Pienso en los anuncios que bombardean por radio tele día y noche: “Compromiso cumplido, compromiso cumplido, compromiso cumplido”. Y mientras me quedo dormido (obviamente siento que el folleto es una broma de mal gusto), pienso: ¿Qué pasó con el gobierno del Presidente Enrique Peña Nieto? ¿Cómo fue que se hundió en apenas dos años?
Nos tardaremos décadas en estudiar el fenómeno, en saber cómo fue que falló el aparato que gobernó, sin oposición y sin preguntas, el Estado de México o Hidalgo. Analizar la derrota adelantada del gobierno de Peña Nieto será materia para largo tiempo.
Mientras, hay errores evidentes que no requieren de análisis sesudo. Y uno clarísimo es que Los Pinos tiene problemas para comunicar (entre las promesas en futuro y los “compromisos cumplidos” en presente). Hay algo de mala suerte (la caída del petróleo), también. Pero también hay, y lo sabemos casi todos (hasta en el primer círculo de gobierno), errores estructurales.
El primero es la ambición desmedida y sin control. El desaseo de esa ambición. El mexicano promedio supo de las mansiones de Angélica Rivera y Luis Videgaray por el arrojo de equipos periodísticos –cada vez más escasos en la prensa nacional–, pero no creo que alguien dude, a estas alturas, que se queda allí; que Grupo Higa no haya comprado a más altos funcionarios federales y a varias administraciones estatales. No creo que, dados los ejemplos anteriores, alguien dude –por lo menos esa es la percepción– que este gobierno está hundido en corrupción.
El segundo error es ignorar la realidad; creer que con sólo darle la espalda (y moverle a las cifras) se podían esconder la violencia, la ausencia de Estado de Derecho o el vínculo entre políticos, policías y criminales.
El tercero es pensar que es posible, como en el Estado de México e Hidalgo, orientar a la masa. Darle mucho Televisa y mucho OEM, por ejemplo, y con eso tenerla adormilada y pendejeando.
Y estos tres estructurales o básicos caminan sobre un pecado capital: la soberbia.
En los tres (la corrupción y Grupo Higa; maquillar la violencia y apostar la imagen a los grupos amigos) hay una alta dosis de soberbia, y también de ingenuidad.
Se ganó la Presidencia con triquiñuelas como Monex, cierto; pero se confió demasiado en que era posible gobernar igual (con trucos) a una sociedad a la que, en su cabeza, está simplemente adormilada y pendejeando.
2
La frase fue un arranque de sinceridad. Jesús Murillo Karam dijo que estaba cansado por razones físicas (“48 horas sin dormir”, explicaría más tarde) pero su “ya me cansé” provocó una movilización en redes sociales pocas veces vista en un país: semanas de trendig topic en Twitter; memes y, sobre todo, artículos en la prensa donde las tres palabras fueron usadas, dado el contexto, como ejemplo doble: un ya me cansé de gobiernos ineptos (en voz de los mexicanos) y un ya me cansé inaceptable cuando se trata de impartición de la justicia en una Nación sometida por la impunidad.
El Gobierno federal, que parece muy poco hábil podrá entender el ruido de las mariposas al aletear.
Otra manera de verlo: el 11 de mayo de 2012, un puñado de estudiantes le armó una protesta en la Ibero al candidato del PRI a la Presidencia. La ineficiente operación de los asesores de Enrique Peña Nieto convirtió este evento en una tormenta de grandes proporciones. No importó que la OEM hiciera el ridículo en todos sus periódicos (“Éxito de Peña en la Ibero pese a intento orquestado de boicot”), un ridículo que hizo historia. No importó que otros medios difundieran apenas la noticia. El daño se extendió y puso en riesgo el triunfo del hasta entonces casi ganador.
Antes como ahora, demasiada soberbia. Queda claro que hay dificultad para entender que México no es el Estado de México o Hidalgo. Hay dificultad para entender el ruido de las mariposas al aletear.
3
Es evidente que el Presidente y el Gobierno federal perdieron la confianza de un amplio sector de la sociedad mexicana, quizás el más informado. Las encuestas lo reflejan, también las redes sociales y así se escucha entre la clase política y empresarial.
La pérdida de la confianza se ha ganado a pulso. Hay mucha ineficiencia y es el caso del manejo de la economía y de la violencia; ésta última explotó en dos casos emblemáticos: Ayotzinapa y Tlatlaya.
La inseguridad y la caída de la economía han sembrado la desconfianza tanto como la corrupción. Claramente las explicaciones sobre Grupo Higa y las mansiones de Angélica Rivera y Luis Videgaray no dejaron a nadie satisfecho, mientras que el PRI en el Congreso escatima la creación de un verdadero cuerpo de transparencia y rendición de cuentas, con dientes, que dé certezas a la sociedad. El PRI irá por una comisión-fachada y eso irá en contra del mismísimo Presidente, a quien más le urge ganar confianza.
Porque un gobierno sin confianza, y un Presidente con tan baja popularidad, arroja como resultado algo más: vacío de poder.
No digo que México esté al garete. Digo que muchas actividades lo están; y es más notoria esta pérdida de poder real del gobierno de Enrique Peña Nieto en los gobernadores.
Esa base concisa de gobernadores, que ganó (por las buenas o las malas) las elecciones presidenciales y permitió el regreso del PRI, no parece ya monolítica como en 2011 o parte de 2012.
El Presidente ya no es el mismo frente a sus gobernadores, parece. Ninguno ha salido a dar la cara por él en lo peor de la tormenta. Entonces, quizás, no sólo es la sociedad la que le ha perdido la confianza.
4
El gobierno federal tiene que dejar respirar; no soy nadie para dar consejos, pero creo que debe abrir canales de diálogo con la sociedad civil y con la prensa crítica y romper la inercia del “carro completo” en todo. Porque, además, ya no hay “carro completo” en todo. Evidentemente eso se acabó.
El gobierno federal debe pensar que los medios críticos no son un enemigo a vencer. Está en el espíritu del periodista ser crítico y cuestionar; de hecho, eso debería ser la constante.
Nadie está hecho para transcribir boletines y, aún aquellos que se ven obligados a escribirlos y publicarlos, sí sean de portada, se sienten humillados; lo he visto una y otra vez en las redacciones durante años y años. No todos los periodistas y no todas las empresas de medios están a la venta, debe entenderse y, por encima de todo, sobrellevarse. ¿Por qué no abrirse y democratizar la relación con unos (los críticos) y con los otros (los cercanos) y no pensar en cómo enfrentar a los que piensan distinto?
El gobierno puede aprender (y ayudará mucho que una nueva generación de asesores lo suba al primer nivel) del efecto mariposa: los gritos de un puñado en el Ibero, un 11 de mayo de 2012, casi les quitan la Presidencia; o el “ya me cansé”. Dos ejemplos sobrados.
En ese contexto, al gobierno federal le urge entender pequeños detalles, como por ejemplo que la OEM –por citar a algún medio cercano– podrá ser medianamente importante en algunos estados, como Edomex o Hidalgo, pero no pinta a nivel nacional en internet, y no digo una locura: Sopitas.com tiene más hits que todos los periódicos de Mario Vázquez Raña juntos, y allí está alexa.com para verificarlo; es gratis y de libre acceso. Digo, será muy su compa pero, ¿para qué otra entrevista a Mario Vázquez Raña? ¿Para que la lea un puñado de viejitos? ¿Pues quién les maneja comunicación social? ¿Fidel Velázquez? (Dicho siempre con debido respeto para Fidel Velázquez y para los otros).
SinEmbargo ha solicitado una entrevista con el Presidente desde hace dos años, ¿por qué el gobierno no se abre a la posibilidad de que, en un ejercicio democrático, Peña Nieto tenga un encuentro con periodistas libres, sin preguntas a modo, como sucedería en un país democrático? Simple razonamiento: ¿Para qué le predican a los conversos? Los que ven Televisa y los que leen la OEM ya son suyos. ¿Por qué no comunicar a otros?
El gobierno debe huirle a una cerrazón que claramente no funcionó. Debe razonar el costo de mantener el puño apretado frente a las ganancias de abrirlo y ventilar. Debe dialogar más, y no sólo al interior.
Es claro que una buena parte de la sociedad no está adormilada y pendejeando: ¿por qué no abandonar la idea del “carro completo” de Edomex e Hidalgo?
*Esta columna refleja sólo el punto de vista de su autor
Por: Alejandro Páez Varela
@paezvarela
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