Por Pablo Montaño
El desastroso 2016 se despide con algunos momentos de importante respiro. Nada nos salva de la tormenta que ya vemos cerrarse en gruesos nubarrones, pero un poco de sol se agradece. El pasado fin de semana, el gobierno de Barack Obama dio el revés definitivo al paso del Oleoducto de Dakota del Norte (DAPL por su siglas en inglés) por las reservas de los pueblos nativos americanos. Una importante victoria del cuidado de la tierra por encima de los beneficios cortoplacistas de los combustibles fósiles; la protesta y la suma de fuerzas venciendo un poderoso interés privado. Especialmente importante en un momento donde construir consenso alrededor del cuidado ambiental (en plena crisis ecológica) parece tarea imposible.
Todo indica que en los próximos años, la administración de Donald Trump será catastrófica para el planeta. A pesar de encontrarnos en el dolorosamente breve preámbulo de Trump, ya vemos cual será la forma de defender el ambiente. La protesta. En el DAPL, ésta se basó en proteger los valores ancestrales de pueblos nativos; una cosmovisión de sintonía con la naturaleza y sus recursos. Dejando en evidencia la desconexión a la que llegamos con nuestros estilos de vida de alto consumo, fallando a entender que frenar el cambio climático no es defender exclusivamente osos polares y el santuario de la vaquita marina; el costo ambiental es costo social. Seguimos apostando por un modelo de desigualdades que condena a la pobreza a los más desprotegidos.
En nuestro país tenemos peleas que no alcanzan la visibilidad ni el resultado del DAPL, pero que le compiten sin problemas en su gravedad e impatco. Un oleoducto que atraviesa la Sierra Tarahumara de Chihuahua, una mina a tajo abierto en la tierra sagrada de los Wixarika en Wirikuta, intenciones de desarrollo inmobiliario en Mezcala, contaminación de ríos por mineras en Sonora y muchos más que llenarían este espacio. Luchas que permanecerán invisibles mientras no nos sumemos a los reclamos de nuestros pueblos indígenas; renunciando a ver sus territorios como decoración nacional y entendiendo que ahí está la clave de nuestra capacidad de alimentarnos, de nuestra identidad y el futuro de las próximas generaciones. Hasta que esto no pase, le seguirá ganando el petróleo al agua y el oro a la tierra.
@Pabloricardo2
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